La mano oculta de EEUU

«Por obra de los recientes ejercicios militares conjuntos entre Corea del Sur y EEUU en las proximidades de las costas chinas, así­ como del diferendo surgido en el Mar de la China Meridional y el mar Amarillo, a lo que se sumó la suspensión de las comunicaciones militares bilaterales, las relaciones sino-estadounidenses atraviesan un perí­odo de altibajos, como parte del cual aumentan las tensiones, a la par que disminuye la confianza mutua.»

EEUU rocuraría dominar la situación, manteniendo a raya a una China cada vez más “ambiciosa”, como forma de asegurar su “reaparición” sin obstáculos en la región. Para esto, se coludiría con la India, que reacciona con nerviosismo ante el menor movimiento de China, por la cual no oculta resentimientos latentes. Esta ingerencia estadounidense en las relaciones de China con sus vecinos no es en modo alguno incidental. Su lógica es simple: cualquier elemento de desafío potencial a Washington en Eurasia debe ser blanco de la estrategia global de EEUU. THE WALL STREET JOURNAL.- La Reserva Federal de Estados Unidos confronta una difícil pregunta en su próxima reunión fijada para el 21 de septiembre: ¿cuánto más debe debilitarse la economía, y por cuánto tiempo, antes de poner en marcha nuevas medidas para reactivar el crecimiento? La debilidad del gasto privado y la alta tasa de desempleo han lastrado la recuperación y generado temores de que EE.UU. pueda volver a entrar en recesión. Puesto que los economistas de la Fed no se han puesto de acuerdo el un umbral que la economía tendría que atravesar antes de entrar en acción, es improbable que la próxima semana se anuncie un programa importante de compra de bonos. China. Diario del Pueblo La mano oculta de EEUU detrás de las relaciones entre China y Pakistán Li Hongmei En un reciente reportaje, el diario estadounidense The New York Times afirmó que unos 11.000 soldados chinos estaban acantonados en la región de Gilgit-Baltistan, administrada por Pakistán. China, sin embargo, rechazó la afirmación, diciendo que la misma había sido elaborada para dañar las relaciones sino-paquistaníes y también para lastimar los de por sí volátiles lazos de China con la India. Como era de esperar, el texto fue reproducido de inmediato por los medios informativos indios, que a coro denunciaron la “agresiva postura” de China en temas trascendentales para la soberanía e integridad territorial de la India. La India ha expresado por mucho tiempo su preocupación por los sólidos lazos entre China y Pakistán, preocupaciones que se han multiplicado luego de que Beijijng supuestamente denegara visa de entrada a un alto comandante del ejército indio, con el argumento que su comando incluía a Jammu y Cachemira. Si bien la India critica con acritud incluso el plan chino de construir presas y otras infraestructuras en la Cachemira bajo soberanía de Pakistán, en el caso de EEUU éste parece más concentrado en señales estratégicas y militares que derivan de los crecientes vínculos sino-paquistaníes. Así las cosas, la aproximación de China a Pakistán es caracterizada una y otra vez por algunos estrategas militares estadounidenses como una exhibición de fuerza, que marcha de la mano del incremento del poderío militar regional e internacional de China. Por obra de los recientes ejercicios militares conjuntos entre Corea del Sur y EEUU en las proximidades de las costas chinas, así como del diferendo surgido en el Mar de la China Meridional y el mar Amarillo, a lo que se sumó la suspensión de las comunicaciones militares bilaterales, las relaciones sino-estadounidenses atraviesan un período de altibajos, como parte del cual aumentan las tensiones, a la par que disminuye la confianza mutua. El reciente despliegue mediático sobre el “problema de Cachemira” coincide con las circunstancias en las cuales EEUU, después de su retirada de Iraq, se impacienta por reajustar su foco estratégico en Asia. Ante este panorama, EEUU procuraría dominar la situación, manteniendo a raya a una China cada vez más “ambiciosa”, como forma de asegurar su “reaparición” sin obstáculos en la región. Para esto, se coludiría con la India, que reacciona con nerviosismo ante el menor movimiento de China, por la cual no oculta resentimientos latentes. La intención estratégica que EEUU oculta tras la pantalla de humo que éste ha creado en el subcontinente es promovida desde ese país por Andrew Small, un asociado transatlántico del Fondo Marshall para Alemania, quien en cierta ocasión dijo que “las relaciones de China y Pakistán deben implicar otros factores estratégicos y militares, que sin dudas disgustarían a EEUU.” También argumentó sobre las profundas preocupaciones estadounidenses respecto al pacto nuclear con Pakistán, que a los ojos de EEUU constituye un desafío a su predominio sobre el tema de la no proliferación y el subcontinente. Anteriormente, EEUU también se inmiscuyó en las relaciones sino- paquestaníes, distorsionando los hechos sobre la ayuda china para paliar los efectos de las graves inundaciones en Pakistán, con la intención de calzar una cuña de separación entre dos los amigos probados. Algo más absurdo aún: intentó promover una competición de donantes entre China y la India. Esta vez, regresa a ensayar su viejo truco, pero pidiendo prestadas las manos a la India para interferir en las prácticas habituales de China, y las relaciones tradicionales de ésta con Pakistán. Esta ingerencia estadounidense en las relaciones de China con sus vecinos no es en modo alguno incidental. Su lógica es simple: cualquier elemento de desafío potencial a Washington en Eurasia debe ser blanco de la estrategia global de EEUU. China no ha vacilado en proseguir el camino del desarrollo pacífico y de la construcción de las buenas relaciones y asociaciones con sus vecinos, incluyendo a Pakistán y la India. Pero en lo que atañe a la seguridad geopolítica, China y EEUU bien pudieran verse mutuamente desde un ángulo constructivo, en lugar de echar llamas por los ojos y dedicarse improperios cada vez que se contemplan. DIARIO DEL PUEBLO. 14-9-2010 EEUU. The Wall Street Journal El dilema de la FED: ¿intervenir o no intervenir? Jon Hilsenrath y Sara Murray La Reserva Federal de Estados Unidos confronta una difícil pregunta en su próxima reunión fijada para el 21 de septiembre: ¿cuánto más debe debilitarse la economía, y por cuánto tiempo, antes de poner en marcha nuevas medidas para reactivar el crecimiento? Los últimos datos oficiales son moderadamente alentadores. El Departamento de Comercio reportó el martes que las ventas minoristas aumentaron 0,4% en agosto frente al mes anterior, después de un alza de 0,3% en julio. Se trata de una señal de que el consumo crece a un ritmo sostenible. La debilidad del gasto privado y la alta tasa de desempleo han lastrado la recuperación y generado temores de que EE.UU. pueda volver a entrar en recesión. Tales temores, sin embargo, se han aliviado en las últimas semanas gracias a una serie de cifras que han superado las expectativas.Puesto que los economistas de la Fed no se han puesto de acuerdo el un umbral que la economía tendría que atravesar antes de entrar en acción, es improbable que la próxima semana se anuncie un programa importante de compra de bonos. El banco central evalúa la reanudación del plan de compra de bonos que realizó el año pasado y a inicios de este año con el fin de reducir las tasas de interés de largo plazo y estimular el endeudamiento privado y, por ende, el crecimiento de la economía. La entidad recortó las tasas de interés de corto plazo a casi cero, pero el crecimiento sigue siendo anémico, el desempleo es alto y la inflación es más baja de lo que le gustaría al banco central.En estos momentos, la Fed mantiene su portafolio de bonos en un nivel constante. Ben Bernanke, el presidente del banco central, no ha especificado las condiciones que lo llevarían a aumentar ese portafolio mediante la reanudación del programa de compra de bonos. Otros miembros del Comité de Mercados Abiertos de la Fed tienen opiniones encontradas."Si las cifras de crecimiento se ubican dentro de las expectativas y seguimos con una inflación de entre 1% y 2%, no creo que necesitemos un nuevo estímulo", señaló Jeffrey Lacker, presidente del Banco de la Reserva Federal de Richmond. Lacker es parte de un grupo de economistas de la Fed renuente a expandir el portafolio de valores y préstamos del banco central, que ya asciende a US$2,3 billones (millones de millones). El grupo, del cual también forman parte los presidentes de los bancos de la Reserva Federal de Kansas City y Filadelfia, Thomas Hoenig y Charles Plosser, respectivamente, duda que nuevas compras de bonos estimulen el crecimiento y temen que desaten presiones inflacionarias más adelante. Lacker opina que para que la Fed intervenga tiene que haber un claro riesgo de deflación. Otros funcionarios del banco central, sin embargo, creen que los requisitos necesarios para justificar una intervención son más bajos. Algunos argumentan que con una tasa de desempleo de 9,6%, muy lejos de la meta de la Fed de entre 5% y 6%, y una inflación en la parte inferior del rango preferido del banco central de entre 1,5% y 2%, ya hay motivos suficientes para tomar cartas en el asunto. Los presidentes de los bancos de la Reserva Federal de San Francisco y Boston, Janet Yellen y Eric Rosengren, respectivamente, respaldarían la decisión de comprar más bonos. Las ventas minoristas de agosto anunciadas el martes, sin embargo, sugieren que el consumo crece a un ritmo firme, aunque moderado. Los consumidores gastaron más dinero en las tiendas de ropa, donde las ventas subieron 1,2%, pero también aumentaron el gasto en las tiendas por departamentos, de abarrotes y en las estaciones de gasolina. Bernanke ha esbozado los principales criterios que justificarían una nueva intervención de la Fed, pero ha eludido entrar en detalles. La Fed será "proactiva a la hora de atacar una mayor desinflación", advirtió en un discurso pronunciado en agosto, lo que indicaría que las presiones deflacionarias pueden provocar una intervención del banco central. Agregó que el organismo buscará impedir "un debilitamiento significativo de las perspectivas económicas", lo que insinúa que una expansión muy débil podría ser otro detonante. Aunque aún no esté dispuesta a intervenir, la Fed podría aprovechar la reunión de la próxima semana para enviar una señal sobre su disposición a reanudar la compra de bonos. También evalúa la estructuración de un nuevo programa, diferente al anunciado en marzo de 2009 y que permitió a la entidad comprar valores hipotecarios por cerca de US$1,7 billones. Una nueva intervención podría ser de una escala mucho menor, algo que ha sugerido el presidente del Banco de la Reserva Federal de St. Louis, James Bullard. Su idea es realizar compras más modestas y modificar el programa conforme a la evolución del crecimiento y la inflación. Si la economía repunta, por ejemplo, la Fed podría interrumpir las adquisiciones o empezar a vender activos, señala. THE WALL STREET JOURNAL. 14-9-2010

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