Con este título de una fabulosa película de los hermanos Cohen podríamos sintetizar una gran parte de las crónicas que en los últimos días se han hecho sobre la manifestación que el sábado 12 congregó a cientos de miles de trabajadores en Madrid. La guerra de cifras ha rayado el ridículo, y los ataques, el «vómito de clase», diciendo que la gente había asistido «pagada» por los sindicatos. Cualquiera que estuviera allí puede llegar a pensar que fue un sueño, pero no, fue una contundente realidad que, eso sí, puede convertirse para otros en una auténtica pesadilla.
Como el rotagonista de la película, la clase obrera ha permanecido en silencio durante mucho tiempo, y no precisamente por voluntad propia. Pero el día 12 volvió a hacer acto de presencia y a lo grande. La primera oportunidad creada para ello ha sido aprovechada por cientos de miles de trabajadores, sindicalistas y comités de empresa para expresar su hartazgo y su histórica combatividad. Una pequeña grieta abierta ha servido para que se colara por ella toda la energía acumulada que exigía ya una gran movilización, y que dejó claro que hay que ir hasta el final. Numerosas empresas en lucha, movilizadas ante los despidos y los EREs, cientos de grupos de trabajadores que traían sus propias pancartas pues las consignas de los sindicatos les sabían a poco o a nada, y afiliados de otros sindicatos que asistían pese a una convocatoria restringida. Un rotundo éxito de asistencia y movilización que aunque “contenido” por la propia convocatoria ha desbordado las previsiones. Por eso tienen que atacarla, desprestigiarla o reclamar “la moderación”, no sea que esto signifique la radicalización del único sector de la sociedad capaz de unir y movilizar al resto de forma consecuente: la clase obrera. Un bloque catalizador Los autobuses fletados por Unificación Comunista de España salían de madrugada dirección a Madrid desde diferentes capitales. Cientos de amigos, simpatizantes, compañeros y camaradas fueron congregándose en el bloque que la pancarta de cabecera y la de Cataluña habían formado apresurándose a tomar posiciones. Después la pancarta del bloque de Andalucía, a la que se unieron Galicia, Aragón… el norte y el sur a la cabeza, con la excepción de Euskadi que formó bloque con Madrid y las Castillas. Y a continuación el formado por los autobuses que venían desde Valencia, Alicante, Murcia… Ríos de gente subían desde Atocha hasta Cibeles, ocupando el carril derecho, el seto central y las calles adyacentes. Justo frente al Museo del Prado la manifestación se paró, ya no se podía avanzar más. Lo que sin duda da una idea de la asistencia real… que sí estuvo allí. La espera se prolongó durante casi una hora, hasta que muchos manifestantes, y todo el bloque de Unificación comunista de España empezamos a avanzar por las aceras, creando una manifestación de “dos carriles”. Fue entonces cuando las pancartas de UCE hicieron todo el recorrido y sus consignas se escucharon por toda la manifestación. Más de mil personas llegaron a unirse al bloque y muchas más coreando las consignas, cantando y aplaudiendo. Cada una de las exigencias, colocando en el punto de mira a la banca y la política del Gobierno, coincidía con el sentir de la mayoría aplastante de la gente, porque son las de la mayoría de los trabajadores, y las de la mayoría de la sociedad: ¡su dinero es nuestro, es fruto de nuestro trabajo, y lo queremos para salir de la crisis y acabar con el paro!. Al llegar cerca de la Puerta de Alcalá ya fue imposible avanzar más. Pero a pesar de que la manifestación se daba por concluida mucha gente se quedó y el bloque de Unificación Comunista de España deshizo el camino hasta Atocha como si la manifestación fuera de “ida y vuelta”. Más adhesiones, simpatía y unidad con las consignas; allí estaban los servicios de limpieza de la manifestación al principios sorprendidos y después con miradas y comentarios cómplices. Hasta uno de los policías de los furgones de cola, de los que se dedicaban a apuntar todas las consignas, exclamó por lo bajini mientras escribía: “¡pues tienen razón!”. La clase obrera hizo acto de presencia y las denuncias y exigencias más justas prendieron y se extendieron. Pensar con nuestra cabeza y caminar con nuestros pies Como se corresponde con la tradición de Unificación Comunista de España, esta vez también se hizo todo apoyándose en la gente y partiendo de la independencia económica. Cientos de camaradas y compañeros hicieron un esfuerzo, evidentemente mayor por la crisis, con sus bolsillos y su tiempo para acudir a la manifestación; muchos amigos y simpatizantes hicieron aportaciones aún sabiendo que no iban a poder asistir. La gente de Madrid, que no viajaban, contribuyeron con un ticket-aportación que sirvió para invitar a comer a todos los que vinieron de fuera. Una comida en la que participaron cientos de personas y que se aprovechó para intercambiar valoraciones y anécdotas de la manifestación. Un acto de hospitalidad, pero sobretodo de unidad, apoyo e independencia económica. Y después la asamblea. Cada movilización debe servir para aumentar el grado de conciencia y organización de la gente. Una relación democrática en la que nadie es “usado” como moneda de cambio en una negociación, sino que pueden participar y decidir. La asamblea comenzó con la proyección de algunas imágenes grabadas de la manifestación y las primeras valoraciones de los medios. Y se alargó durante más de dos horas, debatiendo en torno a los siguientes pasos a dar y la alternativa de la “Nacionalización de la banca ya”. Después la fiesta se prolongó hasta las 12 de la noche. La celebración necesaria de un éxito contundente.