Eslavos

El frí­o metal y las estatuas de hielo

Estamos ya a las puertas del 2010. Concluye el año en el que se ha conmemorado el 20º aniversario de la caí­da del Muro de Berlí­n. El posicionamiento ante este hecho que cambió el mundo entero recorre todos los aspectos de la vida en todo el mundo, polí­ticos, económicos, sociales, culturales y de pensamiento. Las posiciones que se han paseado ante la opinión pública, en lo fundamental, han sido de dos tipos. Por una parte las que celebran la caí­da del Muro como el triunfo de la «economí­a de mercado» y las «democracias occidentales», el fracaso del socialismo y la demostración de que el capitalismo es la «menos mala» de las formas de organización económica, polí­tica y social. La crisis ha agudizado enormemente el rechazo que ya existí­a.

Y or otra las que desde la izquierda consideran que con el Muro se derrumbó también la única posibilidad de hacer avanzar el socialismo, el único oponente “real” del capitalismo. Y luego estamos todos los demás, con ninguna de las anteriores, pese al envenenamiento ideológico. Un envenenamiento basado en la subversión del pensamiento y los principios que arrasó con millones de vidas, basada en que “el fin justifica los medios” para sostener un sistema de explotación y de dominación del conjunto de la población, de muchos pueblos, naciones y países, en nombre de la revolución y la bandera roja.Como decíamos al principio, esta contradicción no es solo política, sino que es crucial en el terreno del arte, la cultura y el pensamiento. Y hace referencia a su papel, su carácter transformador. ¿Es que ya no es posible plantearse la transformación del mundo de base?, ¿no debe el arte, la cultura y el pensamiento jugar un papel fundamental en ello?, ¿no es, realmente, ese su papel, plantear las preguntas claves de nuestro tiempo cuestionando los pilares sobre los que se asienta frente a la frío metal y las estatuas de hielo?. Existe un arte que se mide por el saldo en las cuentas de beneficios. El engendro soviético directamente suprimió cualquier tipo de vanguardia, y la esperanza de ella. Sin embargo no existe movimiento artístico o corriente de pensamiento que haya hecho contribuciones cualitativamente valiosas sin cuestionar los pilares del orden y la concepción del mundo dominante, de los cánones estéticos y las formas de expresión. Un arte que se cuestiona el mundo y se pregunta constantemente sobre él, que se atreve a deshacer lo andado y volver a empezar una y otra vez, dando, en el camino, saltos gigantescos y conquistas inimaginables. Es pues el arte una herramienta de transformación del mundo valiosa: Picasso, Beckett, Genet, Brecht, Lorca… “Eslavos” es una de esas obras. Una pieza de arte que se atreve a plantear las preguntas desde una posición verdaderamente revolucionaria “que invita a la reflexión, y, si amamos el mundo, a la acción”. “Tony Kushner, el magnífico”, como lo llamaría Lavelli en un artículo hace doce años, es ese tipo de artista, de los que se ponen del lado de la verdad y de la transformación.

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