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La lucha de EEUU y China por Asia

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En sus relaciones con su homólogo estadounidense, el presidente chino Xi Jinping haría bien en leer el nuevo libro de Graham Allison Destined for War. Xi ya está familiarizado con la obra del catedrático de Harvard, como atestigua la frase que pronunció en 2013: «Tenemos que trabajar todos juntos para evitar una trampa de Tucídices».

La frase, que hace referencia a las observaciones del historiador griego sobre la guerra entre Esparta y Atenas en el s.V a.C., fue utilizada por Allison para describir los peligros de un periodo en el que una gran potencia asentada se ve desafiada por un poder emergente. El catedrático calcula que en 12 de cada 16 casos de este tipo, la rivalidad ha terminado en un conflicto abierto. Esta vez podría no ser distinto: «China y EEUU siguen un rumbo de colisión con final en una guerra -a menos que ambas partes tomen medidas difíciles y dolorosas para evitarlo».

De los ejemplos examinados en el libro, la analogía más próxima a la situación actual puede ser el desafío de Japón al dominio estadounidense y británico en el Pacífico en la primera mitad del s.XX, que culminó en guerra. El papel jugado por el poder naval, y la forma en la que la rivalidad económica derivó en un conflicto militar, son un recordatorio incómodo del aumento de las tensiones entre EEUU y China en la actualidad.

La Guerra Fría es una de las dos rivalidades examinadas por Allison posteriores a la invención de las armas nucleares. El hecho de que no terminase en una guerra plantea la pregunta de si estas armas han puesto fin a la trampa de Tucídices, haciendo que el peligro haga inconcebible para una nación emergente entrar en conflicto con una potencia asentada. Es una pregunta que se plantea el propio Allison, pero para la que no puede dar una respuest concluyente.

La mayoría de los investigadores y de los soldados que han analizado cómo podría desatarse un conflicto entre EEUU y China han expuesto que, en la era nuclear, es poco probable que ninguno de los bandos vaya a la guerra de forma deliberada. Pero una disputa limitada, tal vez en el Mar de la China Meridional, podría intensificarse fácilmente hasta convertirse en algo más serio. En el prólogo, Allison apunta que Trump y Xi «identifican a la nación gobernada por el otro como el principal obstáculo para cumplir su sueño».

La gran diferencia, no obstante, puede residir en el hecho de que la visión de Xi del «gran rejuvenecimiento de la nación china» parece mucho más formada que la del nuevo presidente de EEUU. El líder de China trata de devolver al país la posición que ha ejercido tradicionalmente en Asia: la de potencia regional dominante a la que otros países deben rendir tributo.

Pekín tuvo que renunciar a esta aspiración tradicional durante casi dos siglos. Desde mediados del s.XIX, China fue humillado por poderosas potencias extranjeras -primero imperialistas europeos, y, posteriormente, invasores japoneses. Tras la victoria comunista en 1949, el país atravesó un periodo de aislamiento económico y cultural, y de relativa pobreza. A finales de los años 70, cuando China cambió de rumbo y abrazó el capitalismo y la inversión extranjera, había quedado muy rezagada frente a las «economías del tigre» de Asia Oriental. Con el fin de recuperar el terreno perdido, China entabló relaciones de amistad con sus vecinos capitalistas, entre ellos su viejo enemigo Japón. Estos vecinos eran importantes fuentes de experiencia y de inversión extranjera. Pero el periodista y académico Howard French, autor de Everything Under the Heavens, ve un cambio en el estado de ánimo y en el tono en las relaciones de China con el exterior desde que Xi ascendió al poder en 2012.

De hecho, el principal objetivo de la muestra de fuerza y las ambiciones chinas no es EEUU, sino Japón. Las raíces del resentimiento chino se remontan al s. XIX, a la anexión por parte de Japón de las Islas Ryukyu en 1879. Entre estas islas se incluye Okinawa, que alberga la mayor base militar de EEUU en Asia Oriental. Las disputas territoriales entre Japón y China se centran en la actualidad en otro conjunto mucho más pequeño de islas, conocidas como Senkakus por los japoneses y Diaoyu por los chinos. Pero las ambiciones Chinas también podrían afectar a Okinawa.

La estrecha alianza de EEUU con Japón lo implica inevitablemente en las crecientes tensiones entre Pekín y Tokyo. Algunos en China pueden albergar la esperanza de que EEUU termine abandonando la zona occidental del Pacífico, y dando a Pekín vía libre para restaurar su esfera de influencia tradicional. Pero es probable que queden defraudados. Como observa Michael Green, socio del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales de EEUU, en By More Than Providence, «EEUU no tolerará que otra potencia establezca un control hegemónico exclusivo sobre Asia y el Pacífico». El mensaje no podría ser más claro para China.

Green identifica algunos dilemas recurrentes en la gran estrategia de EEUU a lo largo de los siglos, como si considerar a China o a Japón el socio más importante, y si enfatizar la protección de los mercados estadounidenses o la apertura de los mercados asiáticos. La obra sugiere que EEUU puede lamentar su inclinación hacia el proteccionismo sacando a la nación del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica. «Cuando una nueva Administración no ha hecho de comercio un eje de su enfoque económico en Asia, ha perdido terreno», escribe Green. Pero el autor sugiere que es muy poco probable que EEUU se retire de la región, ya que su interés en Asia se intensifica a medida que el poder de China crece. Barack Obama fue el primer presidente estadounidense en declarar que Asia es actualmente la mayor prioridad para la política exterior de EEUU.

Sin embargo, algunos académicos creen que las ambiciones de la China moderna pueden verse frustradas debido a las debilidades intrínsecas del sistema económico y político chino. Un claro escéptico sobre la capacidad de Pekín para culminar la transición al estatus de gran potencia es el científico político David Shambaugh, que expuso en un libro de 2014 que China probablemente siga siendo una «potencia parcial».

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