El Observatorio

La Izquierda

La dimisión de Madrazo al frente de Ezker Batua, la Izquierda Unida vasca, tras el brutal varapalo electoral del pasado 1 de marzo, no debe provocarnos sólo satisfacción y alegrí­a, sino también invitarnos a la reflexión sobre lo que en algunos sectores de nuestra sociedad, en algunos territorios y en algunos ámbitos polí­ticos se «cuela» aún bajo el concepto de «izquierda». Un concepto particularmente pervertido en Euzkadi, donde aún se utiliza la expresión «izquierda abertzale» para referirse y denominar a lo que no son más que las estructuras mafiosas y los grupos de «camisas pardas» que respaldan la actividad terrorista del grupo más violento de cuantos componen el entramado del nacionalismo etnicista vasco.

Y si utilizar la exresión -o casi mejor decir el "oximorón" (unión de dos palabras de significado opuesto)- "izquierda abertzale" es un disparate, un sinsentido y la expresión cabal de una confusión mental muy peligrosa, casi lo mismo podría decirse de lo que en las dos últimas legislaturas se ha estado "escondiendo" bajo las siglas de una Esker Batua desnaturalizada, en manos de esa especie de "monaguillo" servicial que ha estado dando una cobertura "de izquierdas" a uno de los regímenes más reaccionarios de Europa occidental: el régimen "nazionalista" vasco, inspirado por ese ejemplar nieto de Sabino Arana que es Xavier Arzallus (a quien ya se le conocía en el seminario bávaro en el que estudió como "el cura nazi") y ese curita sacristán de aldea, por nombre Ibarretxe.Durante ocho años, Madrazo ha estado enjalbegando la fachada de ese régimen con un pretendido tono "rojizo", mientras hacía la vista gorda a uno de los períodos más negros y reaccionarios de la vida política vasca. Ha hecho la vista gorda a la política de limpieza étnica que se practica en el País Vasco de forma encubierta pero efectiva y que ha creado ya el mayor exilio político en un país de Europa occidental: más de 200.000 vascos han tenido que abandonar Euskadi en las últimas décadas, no sólo por el terrorismo, como se dice, sino por un conjunto de prácticas y políticas excluyentes que, a diferentes niveles, compromete a todos los sectores del nacionalismo vasco, desde el PNV a Batasuna.Madrazo y "su EB" no sólo no se han opuesto o no sólo no han denunciado este tipo de prácticas y políticas, de naturaleza plenamente "fascista" (toda limpieza étnica lo es), sino que ha colaborado en la realización de numerosas políticas de exclusión e, incluso, de respaldo a las organizaciones directamente proetarras, dándoles oxígeno político y la posibilidad de encabezar ayuntamientos, a cambio de burdas migajas económicas. Su respaldo a ANV en Mondragón a cambio de licencias para que una constructora ligada a Izquierda Unida edificara viviendas de protección oficial en el pueblo es un monumento a la bajeza y a la ignominia política. Como una bajeza y una ignominia fue su apoyo al "plan Ibarretxe", cumbre (y tumba) de los planes del nacionalismo étnico y excluyente vasco, dirigido a crear una especie de "Kosovo" vasco a la espera de que alguna potencia exterior (preferentemente Alemania) encontrara el momento y las condiciones para respaldar y reconocer su "independencia" de Madrid (y su nueva "dependencia" de Berlín). Un apoyo que ha acabado siendo no sólo la tumba de Esker Batua, sino el principal agujero por el que se ha desangrado estos últimos años la propia Izquierda Unida y por el que se coló el infausto Llamazares. Ahora le ha tocado por fin el turno al propio Madrazo.Lo ocurrido debería servir de lección y reflexión a Izquierda Unida. Pero no es seguro que así sea. Todavía al día siguiente de las elecciones, el nuevo secretario general, Cayo Lara, se manifestaba incrédulo ante lo ocurrido y dolido por el varapalo a Madrazo, "tras la buena gestión -decía- que había hecho en la consejería de vivienda". Aunque es dudoso que esa gestión sea tan buena (y ahí están los exhorbitantes precios de la vivienda en Euskadi para desmentirlo), enfocar la debacle desde ahí es no sólo una grave equivocación, sino, a lo que vamos, un gravísimo error de concepto: ¿puede la izquierda respaldar una política de limpieza étnica como la que está teniendo lugar en Euskadi, o mirar para otra parte? ¿Puede estar respaldando a un régimen nacionalista que soterradamente se sigue inspirando en una doctrina -el "aranismo"- confesadamente "racista"? ¿Puede la izquierda respaldar unos planes de secesión que buscan desesperadamente el apoyo y la cobertura de la burguesía monopolista más temible de Europa occidental, la alemana? A ESTAS PREGUNTAS ES A LAS QUE IZQUIERDA DEBE DAR UNA RESPUESTA CLARA Y TAJANTE.

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