SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

La ‘intervención’ a España tomó cuerpo con una carta secreta del BCE

En un lugar de Castilla de cuyo nombre no debo acordarme me explicaron hace unas semanas cómo se gestó, pronto hará un año, la reforma exprés de la Constitución. En la linde entre Castilla y el viejo reino de León se conservan pequeñas bodegas familiares excavadas en una tierra durante siglos dedicada a la viña y al cereal. Como tantas cosas de antaño, estuvieron a punto de desaparecer, hasta que las nuevas generaciones descubrieron el placer de comer bajo tierra e invitar a los amigos a degustar el misterio de unos conos subterráneos en los que aún se conservan prensas de viga de madera.En el interior de uno de esos conos, a diez grados de temperatura y bajo la tenue luz de una bombilla, un comensal perfectamente informado de los entresijos del zapaterismo, deslizó la confidencia: «La reforma de la Constitución no obedeció a un requerimiento formal de Europa. Puedo deciros que en La Carta no figuraba esa exigencia. La Carta nos urgía, básicamente, a cerrar el ejercicio del 2011 con un déficit del 6%, al recorte de salarios en el sector público y privado, y a la modificación urgente de la legislación laboral. En una última demostración de astucia, José Luis halló un atajo. Aquel verano, Angela Merkel y Nicolas Sarkozy estaban haciendo propaganda de la regla de oro -la inclusión de la estabilidad presupuestaria en las constituciones nacionales europeas, siguiendo el ejemplo de Alemania- y Zapatero les tomó la palabra. Rajoy, por razones obvias, no podía oponerse. Y falló el contacto con Duran Lleida. Todo se tenía que hacer muy deprisa. No se le pudo localizar a tiempo y CiU se lo tomó como una afrenta. Seguramente todo se podía haber hecho mejor, pero conseguimos tres cosas: liquidez del Banco Central Europeo, evitar la intervención formal de la economía española y ahorrarle al PSOE el mal trago de unos nuevos recortes tres meses antes de las elecciones generales del 20 de noviembre».Silencio bajo tierra. La revelación es interesante. La reforma de la Constitución fue un placebo y una hábil estratagema de Zapatero para comprar tiempo en un momento muy difícil para el país, para el Partido Socialista y para él mismo. Todo cuadra. Un año después de aquella iniciativa, muy pocos estados de la Unión Europea ha modificado su constitución para incluir la regla de oro tudesca. Sarkozy lo intentó, pero los socialistas de François Hollande le dijeron que no. Portugal, modesta e intervenida, no ha querido romper sus frágiles consensos internos y ha dejado la Constitución tranquila. Sólo Silvio Berlusconi se adhirió a la iniciativa y este pasado mes de abril -con Mario Monti al frente del Gobierno italiano- el Senado de Roma aprobó la enmienda constitucional. Todo cuadra. Italia es el otro país que en agosto del año pasado recibió La Carta.

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