Televisión

La hora de José Mota

Del naufragio de la veterana pareja cómica «Cruz y Raya» ha surgido José Mota con energí­as renovadas y un programa de realización excelente. La audiencia se ha rendido a sus pies y hasta casi cuatro millones de espectadores han seguido asiduamente un programa que desde su estreno ha ido de menos a más. Lejos de intentar aprovechar el tirón alargando la primera temporada, José Mota pone fin a esta etapa y se dedicará a preparar concienzudamente su continuación, para mantener el nivel que lo ha vuelto a colocar entre los lí­deres indiscutibles del humor televisivo.

Gags que rozan lo absurdo, números musicales elaborados con recisión cinematográfica, invitados especiales o personajes asiduos que se han consolidado en el imaginario bromista popular y se convierten en las imitaciones estrella de cada gracioso de la pandilla. Esta es la aparentemente sencilla formula que le ha servido a José Mota para recuperar en pocas semanas todo el terreno perdido en los últimos años.Las memorables frases que sobre la base de la repetición se convierten en irresistiblemente graciosas han sido otro de los recursos que ha recuperado el humorista madrileño para conectar sabiamente con los españoles. Un humor con el que ningún producto internacional es capaz de competir, que llega a la raíz del carácter de los españoles para conseguir su fidelidad.Además de todo esto, disfrazado de absurdo, Mota no se arruga al tocar temas controvertidos, como la propia crisis económica, desde un punto de vista asombrosamente popular y pegado a la calle. Si además de eso se saca de la manga personajes como “El tio la vara”, elevando al rango de superheroico al hombre rural, o nos sorprende con una puesta en escena y una interpretación brillante en cada uno de sus números musicales, ni el más acérrimo detractor podrá resistirse a sintonizar la primera cadena al menos en algún momento. Una apuesta por los artistas españoles y por la producción propia que esta saliéndole a la perfección a la cadena pública, que esta desbancando de los primeros puestos en los rankings de audiencia a las privadas que basan su programación del fin de semana en cine norteamericano o reciclados programas del corazón. Si además de esto, este éxito se gestiona con sensatez y la avaricia no se convierte en mediocridad repetitiva, la cuestión ya es digna de celebración.Puede que se repita hasta la saciedad que el cine español está en crisis, pero desde luego los programadores de televisión deben tomar buena nota de que en su medio el efecto es completamente al contrario. La ficción nacional hecha con los adecuados medios, es sinónimo de éxito seguro.

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