Tras haber masacrado a más de 30.000 palestinos en cinco meses, Israel está usando una nueva arma de guerra para exterminar a cientos de miles de gazatíes y conseguir un éxodo masivo, una nueva ‘Nakba’ que obligue por la desesperación a la población civil a vaciar a Franja, huyendo al desierto del Sinaí.
Es la hambruna, la falta total de alimentos, que puede causar miles o decenas de miles de muertos diarios, sin contar con las bombas o las balas.
Es la nueva dimensión genocida de un Israel que ha cruzado todos los límites de los crímenes de guerra
El hambre ya compite con las bombas por ser la primera causa de muerte de civiles en Gaza. No es una afirmación propagandística, retórica o emocional. Lo dice un informe de expertos de la ONU. «La situación de privación y falta de comida en toda la Franja alcanza niveles catastróficos. Israel está matando de hambre intencionalmente a los palestinos de Gaza desde el 8 de octubre”.
Como todas las catástrofes, el hambre tiene un termómetro, un medidor preciso y estandarizado que permite a las organizaciones humanitarias -entre ellas la ONU y sus agencias, así como a los gobiernos y las ONG- medir de manera objetiva su nivel de gravedad.
Cuando hablamos de crisis alimentarias, los expertos se atienen a la Clasificación Integrada de las Fases de la Seguridad Alimentaria (IPC, por sus siglas en inglés) que establece cinco niveles de inseguridad: ninguna o mínima (Fase 1), acentuada (Fase 2), crisis (Fase 3), emergencia (Fase 4) y catástrofe o hambruna (Fase 5).
La hambruna, el quinto y máximo nivel de alarma, es la falta absoluta de acceso a alimentos de toda una población o grupo de población que puede causar un gran número de muertes por inanición a corto plazo. Para declararla, se tienen que dar tres requisitos: el primero, que al menos el 20% de los hogares experimenten una carencia de alimentos máxima; el segundo, que el 30% de los niños sufran desnutrición aguda. El tercero es que se produzcan dos muertes de adultos o cuatro de niños diarias por cada 10.000 habitantes por inanición o una combinación de desnutrición y enfermedad.
Pocas veces en la historia reciente se han declarado crisis de hambruna desde la fundación del IPC en 2004. La primera fue en Somalia en 2011, con 49.000 afectados a causa de la guerra civil y la sequía. La otra fue en Sudán del Sur en 2017, con 80.000 personas en grave peligro debido a la guerra, la extrema crisis económica y el elevado precio de los alimentos.
El uso del hambre contra la población civil en Gaza es un crimen de guerra planificado, consciente y deliberado por parte del Estado de Israel
Ahora quien va camino de sufrirla de manera inminente es la sitiada población de la Franja de Gaza, solo que a una escala mucho mayor que en las hambrunas de África. Con 2,2 millones de personas atrapadas en una ratonera de escombros, bombas y francotiradores.
Ya es una realidad: según datos del IPC, el 30% de la población gazatí, más de 600.000 personas, ya está en la Fase 5 (hambruna catastrófica). Un 39% (850.000) en la Fase 4 (emergencia severa); un 26% (570.000) en Fase 3 (crisis alimentaria), y sólo un 5% en Fase 2 (hambre acentuada).
Pero la crisis se agrava cada día que no llegan alimentos. Si no hay una llegada significativa de ayuda humanitaria a la Franja, desde finales de marzo o principios de abril 1,1 millones de personas -la mitad de los gazatíes- podrían quedar en las próximas semanas privados de cualquier fuente de alimentación, provocando una cascada de miles o decenas de miles de muertes diarias, comenzando por los más vulnerables: niños, enfermos y ancianos.
Las previsiones desde marzo a julio alertan de una situación más grave si vamos del sur -donde pasan algunos convoyes de ayuda humanitaria desde Egipto- hacia el norte, donde Israel no deja pasar ni un grano de arroz. En la zona de Rafah, donde se refugia la mayor parte de la población (1,3 millones) que ha huido de la devastación y de las bombas de Israel, un 45% entrarán inminentemente en Fase 5 (hambruna), un 35% en Fase 4 (emergencia), y solo un 20%padecerán la Fase 3. En el centro de la Franja, la hambruna llegará en pocas semanas a la mitad. Pero en el norte, en las ruinas de la ciudad de Gaza y alrededores, la hambruna y la inanición ya se ciernen sobre el 70% de los habitantes.
Un crimen de guerra… deliberado
Como con todos los demás de la larga lista que ha cometido el Estado de Israel desde que comenzó la actual ofensiva sobre la Franja de Gaza -bombardeos a hospitales, escuelas, y barrios residenciales, francotiradores acribillando a multitudes desarmadas portando banderas blancas o a las colas para conseguir agua potable- el uso del hambre contra la población civil en Gaza es un crimen de guerra planificado, consciente y deliberado.
A pesar de la resolución del Consejo de Seguridad de diciembre, reforzada por la sentencia preliminar de la Corte Internacional de Justicia de La Haya, que obliga a Israel a abrir los pasos fronterizos para facilitar el paso de ayuda humanitaria a la Franja de Gaza, el gobierno de Netanyahu los mantiene bloqueados de facto, a veces excusándose en la presencia de grupos de colonos ultrasionistas que impiden el paso a los camiones, ante la pasividad y complicidad de unas fuerzas de seguridad que actúan con extrema contundencia reprimiendo las manifestaciones pacifistas en Tel Aviv.
Otras «soluciones», como el envío de ayuda humanitaria por paracaídas o la construcción de un espigón improvisado en el norte de Gaza para que puedan descargar buques como el Open Arms -con 200 toneladas de alimentos- son a todas luces de magnitud insuficiente para impedir una catástrofe humanitaria.
La comunidad internacional debe desplegar todos los instrumentos de presión para obligar al gobierno Netanyahu a poner fin a los bombardeos, y para imponer un alto el fuego que permita la llegada de alimentos, agua, combustible y suministros sanitarios a una población civil que está en la más terribles de las emergencias humanitarias.
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Y mientras que la muerte por inanición acecha…
Netanyahu aprueba la ofensiva terrestre en Rafah, al sur de la Franja
Los misiles no dejan de caer en Gaza. El 18 de marzo, la artillería israelí volvía a bombardear el hospital Al-Shifa, en la ciudad de Gaza, bajo el mañido pretexto de que el edificio sigue siendo una base de Hamás. Cuando los aterrorizados civiles trataron de salir del hospital, fueron detenidos con disparos. “Si salís del edificio os mataremos a tiros. No juguéis con nosotros», les gritaron con altavoz los soldados israelíes apostados en las inmediaciones.
Pero la masacre de bombas, misiles y explosiones puede dar un salto cualitativo si Netanyahu lleva adelante su plan para bombardear el más atestado de los campos de refugiados de Gaza, el de Rafah, donde se apiñan en tiendas de campaña 1,3 millones de gazatíes que han llegado de toda la Franja tratando de escapar de la devastación en el norte y el centro.
El gobierno ultrasionista de Tel Aviv ya ha dado luz verde a la ofensiva terrestre sobre Rafah, y sólo aguarda el momento propicio. De manera farisea, pero hasta la Casa Blanca le ha advertido que un ataque contra este campo de refugiados «sin tener un plan de evacuación para la población civil» es «pasar una linea roja».