El Observatorio

La guerra de Obama

Quienes sufrieron la grave intoxicación mental provocada por la «obamaní­a» y llegaron a creerse que al frente de la superpotencia americana llegaba al fin alguien que, por su ideologí­a, sus convicciones, su talante, su abismal diferencia con el anterior inquilino de la Casa Blanca o aun por el simple color de su piel, iba a cambiar de arriba abajo la polí­tica imperial de Estados Unidos, ya pueden empezar a quitarse la venda de los ojos y a tratarse con una fuerte dosis de «realismo» los sí­ntomas de «irrealidad» de aquella intoxicación. Obama va a «salir» de Irak (¡qué remedio!, no tiene otra), pero ya se ha adelantado a definir que «la guerra contra el terrorismo» continúa, y que su frente principal va a ser Afganistán.

El asado viernes, 27 de marzo, y haciendo uso de toda la parafernalia presidencial que rodea los grandes anuncios del "emperador" de la Casa Blanca, el presidente Obama anunciaba solemnemente que a su mandato no le va a faltar la guerra de rigor. Ningún presidente de EEUU, al menos de Roosevelt, ha dejado de tener "su" guerra: de alta o baja intensidad, más o menos encubierta, más o menos cruenta, pero guerra al fin y al cabo. Y Obama parece decidido a no ser la excepción. Como se decía en los tiempos de la de Vietnam, Obama ha decidido, no declarar una nueva guerra, sino hacer una "escalada" en una de las heredadas de Bush.En efecto, el presidente norteamericano, anunció el envío inmediato de otros 4.000 soldados más que, sumándolos a los 17.000 que Obama ya envió nada más llegar al cargo, y los 37.500 que ya tenía Bush en la zona, desde la invasión de 2001, harán un total de 60.000 soldados americanos en la región este verano. Y a ellos hay que sumar los aportados por el resto de aliados de la OTAN, a los que Obama va a pedir, próximamente, nuevos refuerzos: Reino Unido, Francia e incluso Alemania parecen hacer dado ya su placet. Y Zapatero anda maquinando la forma de aumentar la presencia española con sus típicas maniobras de distracción, que al final acaba descubriendo todo el mundo, porque su torpeza y su maquiavelismo son de patio de colegio: la "retirada" de Kosovo sería la antesala del "refuerzo" en Afganistán.Pero el "plan Obama" para la guerra de Afganistán no se limita a una "escalada militar". Se pretende reformular por completo la estrategia de la guerra, definiendo y perfilando el "blanco" (que serán Al Qaeda y sus aliados, es decir, los talibanes, lo que deja el blanco bastante difuso y, por otro lado, no diverge tanto de lo ya definido por el Pentágono en tiempos de Bush) y el objetivo final, que pasa a ser el quimérico establecimiento de un Afganistán independiente, democrático, pacífico, desarrollado, con un ejército propio capaz de mantener el orden en todo el territorio y una administración eficaz y no corrupta. Es lógico que para alcanzar semejante "objetivo" de ensueño, Obama no se haya fijado ningún plazo. Aunque, por cierto, lo que me gustaría saber es si ese no era exactamente el objetivo con el que Kennedy acabó involucrándose en Vietnam y decidiendo también su particular "escalada". Entonces con el noble propósito de impedir el triunfo "comunista", hoy con el igualmente noble propósito de derrotar al "terrorismo".En lo que sí difiere algo el plan Obama del anterior plan Bush es en el reconocimiento de que la victoria es imposible sin el apoyo, no ya de sus aliados, sino de una serie de países de la región absolutamente claves: Pakistán, Rusia e Irán, al menos. Pero contar con la colaboración de estos países implica negociaciones que abarcan cuestiones tácticas y estratégicas tan complicadas y endemoniadas, y atender a reclamaciones tan relevantes y dolorosas, que se antoja a priori un puzzle de muy complicada resolución. Y, sin embargo, en "montar" ese puzzle, mucho más que en el número de tropas enviadas, va a estar la clave del desenlace de esta guerra, que Obama ha elegido como emblema de su mandato.Es un hecho histórico irrebatible que, hasta hoy, todos los imperios (desde el británico al soviético) no sólo han fracasado en su intento de controlar y dominar Afganistán, sino que sufrieron en tierra afgana derrotas muy graves y dolorosas. De una famosa expedición británica, y aunque parezca un chiste es real, sólo regresó uno para contar la derrota. La URSS sufrió en Afganistán una humillante derrota militar que fue el preludio de su hundimiento. Tal vez Obama quiera enterrar esta "maldición" de la historia, aunque lo más probable es que piense en que EEUU se juega (tras la derrota en Irak) la última oprtunidad de tener un bastión bajo su control en el corazón de Asia, el continente donde, a todas luces, se van a dirimir las batallas por la hegemonía mundial en el siglo XXI.

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