SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

La gestión del 12-S

La multitudinaria manifestación independentista de esta Diada coge a contrapié prácticamente a todos los líderes políticos catalanes. Sus detractores –unos deliberadamente ausentes, otros representados a su pesar y algún que otro indeciso o asistente last minute– han podido comprobar que la escalada soberanista que detectan los sondeos comienza a cobrar cuerpo en la calle. Y quienes azuzaron la marcha desde sus partidos y desde las instituciones tienen ante sí el difícil reto de saber dar respuesta al clamor ciudadano. Una respuesta clara y convincente, pero también realista y plausible.Numerosas senyeres, muchísimas estelades y pocas, poquísimas banderas europeas se atisbaban al mediodía en las calles de Barcelona, pese a que el lema de la marcha era Catalunya, nou Estat d’Europa. No en vano, a esa misma hora la Comisión Europea recordaba a prestidigitadores, ilusionistas e ilusos que, en caso de independizarse de España, Catalunya quedaría excluida de la Unión Europea (UE), y que su ingreso en el club requeriría el plácet de todos los países miembros, España incluida. No ha lugar, pues, a una declaración unilateral de independencia. Máxime cuando, como demuestra la encuesta de Gesop publicado por EL PERIÓDICO, en un hipotético referendo de autodeterminación hoy por hoy el electorado se dividiría en dos. En gran medida, porque los encuestados que, en plena efervescencia soberanista, se declaran indecisos, se inclinarían preferentemente por el no, como desvela la estimación de voto del sondeo de GESOP.El gran desafío para el president de la Generalitat, Artur Mas, será, por tanto, la gestión del día después, del 12-S. Primero, porque el pacto fiscal en la línea del concierto vasco, aunque sea la reivindicación que más consenso social y político concita, no bastaría para dar satisfacción al independentismo impaciente que su propio partido, Convergència Democràtica, comienza a abrazar. Segundo, porque, como bien sabe el líder de CiU, es harto improbable que obtenga un compromiso claro en favor del pacto fiscal de un Mariano Rajoy asediado por el déficit, los mercados y sus socios, pero con una sólida mayoria parlamentaria a sus espaldas. Y tercero, porque la baza de adelantar las elecciones catalanas ante el portazo de Rajoy al pacto fiscal podría servirle a Mas para obtener un nuevo mandato, pero esta vez sí se vería obligado a incluir en el programa electoral de CiU (de Convergència i de Unió) la demanda del Estado propio.

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