SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

La geografí­a nos salvará

Confieso que me equivoqué con las elecciones andaluzas del 25 de marzo. Aun apelando a la prudencia, dibujé el día anterior una crónica que auguraba una victoria casi inapelable del Partido Popular, con el consiguiente vuelco estructural en la política española. Ese era el nervio que se detectaba en las grandes ciudades andaluzas. Las capitales querían cambio y así quedó de manifiesto en las urnas. Una pancarta de celebración ya estaba enrollada en el balcón de la sede del Partido Popular en la sevillana calle de San Fernando. Y buena parte de los dirigentes socialistas daban por descontada la derrota. Sólo José Antonio Griñán confiaba en el éxito de su estrategia rusa: apurar la legislatura hasta el último día y dejar que el PP topase con el General Invierno de los recortes. A Griñán se le daba por muerto. Recuerdo, sin embargo, dos matices. José Rodríguez de la Borbolla me advirtió en Sevilla que en el barrio de Bellavista se detectaba nerviosismo tras la aprobación de la reforma laboral. Y Ramón Vargas-Manchuca me comentó lo siguiente en Cádiz: «Racionalmente, todo lleva a la victoria del PP; después de treinta años de hegemonía socialista y de tantos escándalos, mucha gente quiere el cambio, pero a medida que se acerca el día, noto un freno». Me como, por tanto, la jugosa imagen de Boabdil entregando las llaves del Sur al Partido Alfa de las dos Castillas. El PSOE ha quedado intervenido por Izquierda Unida. No se sabe cómo gobernará Griñán, pero Andalucía, el segundo Portugal de la península Ibérica, ha desobedecido al Directorio Europeo. Eso es lo que cuenta.

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