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La Generalitat atribuye al embajador de EE UU declaraciones soberanistas

Las declaraciones del embajador de Estados Unidos en España, James Costos, sobre Cataluña no le han gustado al Gobierno español. De “chocantes” las calificó el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, a su llegada al Congreso, poco después de que a unos metros de allí, en el madrileño Hotel Ritz, Costos dijera que la eventual independencia de Cataluña es “un asunto interno”, pero que tanto la Embajada como los empresarios de su país “siguen con mucho interés” los acontecimientos. “Mi posición es que las cosas cambian y, cuando eso sucede, cualquier líder empresarial debe pensar en el futuro. Si las cosas cambian, las empresas tendrán que adaptarse”, concluyó, en un desayuno informativo organizado por Nueva Economía Fórum. No fue mucho, pero suficiente para desatar la polémica.

El conseller de Presidencia de la Generalitat catalana, Francesc Homs, se apresuró a llevar el agua a su molino. En su opinión, las palabras del embajador estadounidense desmienten a los “propagandistas del Gobierno” que aseguran que el proceso soberanista provoca inestabilidad. Las empresas, añadió, buscan “valores seguros” y Cataluña lo es; y tienen capacidad de adaptarse a los cambios porque su objetivo es buscar la “eficiencia” y los resultados, más allá de las circunstancias políticas.

El Ministerio de Asuntos Exteriores se puso en contacto con el embajador estadounidense en Madrid para pedirle aclaraciones. Más que lo que dijo, en el Gobierno molestó lo que no dijo y lo que algunos interpretaron que sugería: que Washington daría por buena una eventual independencia de Cataluña.

Margallo recordó, a su llegada al Congreso, que la Administración Obama “ha dejado claro que respalda la legalidad internacional. Y la separación de un territorio por un procedimiento contrario a su propia Constitución es ilegal y no puede ser aceptada en ningún caso por la comunidad internacional”. Además, agregó, “se ha manifestado absolutamente en contra de cualquier secesión en el seno de la Unión Europea y también ha defendido el principio de integridad territorial en Ucrania, Georgia, Irak o Malí”. En los últimos años, Washington solo ha respaldado la separación de Sudán del Sur, a través de un acuerdo con Sudán, y la de Kosovo, tras la guerra contra Serbia protagonizada por la OTAN.

Después de que la diplomacia española le hubiese trasladado discretamente su malestar, Costos difundió un mensaje a través de su cuenta personal de Twitter: “Desafortunado que algunos hayan malinterpretado mi declaración sobre la política de siempre de EE UU sobre Cataluña. [Se trata de] un asunto interno de España”. No era una rectificación en regla pero casi. Y desaparecía la alusión a la capacidad de adaptación de las empresas.

La tibieza del representante de Washington respecto a Cataluña contrasta con la firmeza que ha mostrado Obama frente a la independencia de Escocia. El pasado 5 de junio, en una rueda de prensa en Bruselas junto al primer ministro británico, David Cameron, Obama no dejó lugar a dudas respecto a su oposición a la independencia escocesa. “Tenemos un gran interés en que uno de los aliados más cercanos que jamás tendremos siga siendo un socio fuerte, robusto, unido y efectivo”, afirmó.

Tampoco evitó otro asunto que divide a la sociedad británica, su posible salida de la UE. “Es difícil para mí imaginar que ese proyecto vaya bien sin el Reino Unido y también que sea ventajoso para éste quedar excluido de decisiones políticas que tienen un enorme impacto en su vida económica y política”, dijo.

Rajoy nunca ha obtenido una declaración pública de ese tipo por parte de Obama, aunque en enero pasado, durante su visita a la Casa Blanca, el presidente estadounidense le prometió en privado “todo su respaldo” en la política que adoptara ante el reto soberanista, según aseguran fuentes gubernamentales.

Obama tiene pendiente una visita a España y el rey Juan Carlos le llamó hace dos semanas para reiterarle la invitación, pero Costos descartó este martes que la haga en septiembre, cuando tiene previsto cruzar el Atlántico para participar en la cumbre de la OTAN en Gales. En cambio, es muy probable que se reúna con Felipe VI a finales de ese mes, con motivo de la intervención del Rey en la Asamblea General de la ONU, en Nueva York. De la cita debería salir, además, una invitación para que el nuevo monarca realice su primera visita oficial a EE UU.

Mientras a nivel doméstico el Gobierno está a la espera de que la Generalitat dé nuevos pasos hacia la anunciada consulta del 9 de noviembre, a nivel internacional la actividad es frenética. Ambas partes están en plena campaña para ganarse a otros países para su causa. Hasta ahora, el Gobierno gana por goleada. Los responsables comunitarios han dejado claro que una eventual independencia de Cataluña la dejaría fuera de las instituciones europeas y que su reingreso solo sería posible con el visto bueno español. Lo mismo sostienen en la OTAN.

Pero la Generalitat resta valor a estas declaraciones alegando que, a la hora de la verdad, pesarían los intereses económicos y la UE no prescindiría de un contribuyente neto a sus arcas. Por eso, la ambigüedad de Costos y su alusión a la capacidad de adaptación de las empresas sentaron tan mal en Exteriores.

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