Frente a la cumbre del G8, el contrapunto africano "el Foro de los Pobres"

La fuerza de la alternativa nace de la conciencia de los problemas

Paralelamente a la cumbre de los paí­ses más industrializados del Mundo el G8, el miércoles comenzó en Bandiagara, a 600 kilómetros de Bamako (Malí­) el Forum de los Pueblos, una cumbre «de los pobres del mundo en contraposición de las polí­ticas unilaterales e inicuas de los llamados ocho grandes del planeta», según definió Barry Aminata Tourí¨, presidenta de la sección Malí­ de la Coalición Africana de Deuda y Desarrollo (CAD). El encuentro se desarrollará hasta hoy, y ha contado con la participación de un centenar de representantes procedentes de los distintos continentes.

En las reuniones se han tratado tres temas rincipales: políticas económicas y de desarrollo, acceso a los servicios sociales básicos, y medio ambiente. Durante los debates los participantes están siendo informados detalladamente sobre la crisis global y las consecuencias que ha tenido en los países en vías de desarrollo, porque “la fuerza de la alternativa nace de la conciencia de los problemas”, añadió. Samba Tembely, secretario de la organización.Aminata Touré señaló que tras los desafíos que la crisis financiera y los cambios climáticos implican para los países africanos y del sur del mundo en general, “se deben hallar respuestas compartidas, elaboradas sobre todo en los países que pagan las consecuencias más graves de las políticas erróneas de las últimas décadas”.En el 2002 se realizado por primera Fórum de los Pueblos, y se ha convertido en un encuentro anual, que sus organizadores esperan pueda “impedir que el G8 tenga el monopolio de la palabra y de las decisiones” y con el objetivo de hacer que “los exponentes políticos a nivel nacional e internacional se hagan responsables de sus opciones políticas, teniendo en cuenta las consecuencias que pueden tener para la vida de las personas”. Las distintas ediciones del forum “han contribuido a la realización de otro mundo posible, donde la justicia social y económica constituya la única ley vinculante para los pueblos y sus gobernantes”.En estos tiempos de crisis se han producido numerosos llamamientos a los responsables políticos de los países del norte pidiendo que respeten sus promesas de ayudas al desarrollo en favor del continente africano. Pero en su último ensayo la economista zambiana de fama mundial Dambisa Moyo denuncia no solamente la ineficacia de las ayudas al desarrollo, sino destaca sobre todo sus consecuencias negativas. El ensayo, publicado con el título “Dead aid: why aid is not working and how there is a better way for Africa” (“Ayuda muerta: por qué la ayuda no está funcionando, y cuál es el mejor camino para África”), presenta los resultados de las investigaciones de Moyo sobre los datos de los últimos 50 años. En medio siglo, los países africanos han recibido más mil millones de dólares en ayudas, en ayudas directas y préstamos. Hoy estas sumas representan aproximadamente el 15 por ciento del Producto Interior Bruto de África, “sin permitir sin embargo una reducción del nivel de pobreza”.En el período de mayor ayuda extranjera, entre 1970 y 1998, la pobreza en África aumentó del 11 al 66 por ciento. “Es extraño que 30 años atrás Malaui, Burundi y Burkina Faso tenían un PIB per capita superior al de China”, recuerda la economista en su análisis, que vierte luz sobre la ineficacia de la ayuda pública, que debería ser sustituida con instrumentos más sostenibles para el desarrollo africano, y en el que propone nuevas perspectivas. En apoyo de su teoría de que estas ayudas son nocivas, Moyo argumenta que “destruye todo impulso de reforma, de desarrollo, de la capacidad de crear riqueza nacional y de exportarla, y en cambio alienta la corrupción y las luchas internas”.Sugiere como caminos alternativos hacia un desarrollo real una mayor apertura de África hacia las inversiones extranjeras, al comercio mundial, una autofinanciación a través de la emisión de obligaciones en los mercados, en lugar de los préstamos de bajo interés.Estas medidas suponen un marco político y jurídico estable. También propone que los gobiernos europeos y de Estados Unidos pongan fin a los subsidios agrícolas a sus propios productores. Según la economista, la evolución económica ejemplar de Botsuana, que ha registrado un crecimiento medio del 6,8 por ciento entre 1968 y el 2001, demuestra que es posible seguir otros caminos hacia el desarrollo.

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