Parece ser que el macerado de Ignacio González en los medios de comunicación y el propósito de ‘comprar’ la voluntad de Esperanza Aguirre –la candidatura a la alcaldía de Madrid a cambio de entregar el control del partido– ha salido a sus promotores como tiro por culata.
González –sean los que fueren quienes le han cocinado a fuego lento– está ahora hecho unos zorros e inhabilitado. Si en los fogones han estado compañeros de partido –y por la crueldad con la que han actuado así lo parece– debieron comportarse menos miserablemente. Bastaba una conversación con el todavía presidente de la comunidad de Madrid para advertirle de los males que le iban a sobrevenir cual plagas bíblicas e invitarle a que tomase las de Villadiego. Sobraba el ensañamiento.
Si había indicios de corrupción –¿cómo es que se pueden grabar por policías sin autorización judicial conversaciones privadas que no obran en las diligencias judiciales y se conocen bananeramente por los medios?–, González debió ser licenciado de su servicio en la Real Casa de Correos. Pero no tiene un pase que se le haya sometido a un escarnio que a la postre revierte contra su partido, que tendrá en la presidencia de la Comunidad de Madrid a un zombi político hasta bien entrado el mes de junio. La turbia intervención –¿oficiosa?– de la policía requiere de una explicación de Fernández Díaz.
González es la parte exitosa, pero bellaca, de la ‘Operación Monigote’, que consistía en dejarle vendido (lo que han conseguido) y en comprar el control del partido a la condesa consorte de Bornos (en lo que han fracasado).
Se suponía que Esperanza Aguirre sería permeable a los cantos de sirena: te investimos candidata y tú, más pronto que tarde, nos dejas el partido en Madrid. La lideresa fue discreta, dijo que no y le avanzó al presidente del Gobierno –en tiempo condicional– que quizás no se presentaría a la presidencia de la organización en Madrid si lograba la alcaldía de la capital. También en septiembre de 2012 dijo que abandonaba la primera línea política y que reingresaba en el ministerio de Industria y Turismo. Y ahí la tienen ustedes.
Pero la discreción de la hoy candidata se volvió incontinencia en Génova y Moncloa (darle la candidatura a Aguirre era lo último que deseaban hacer en uno y otro sitio). Así que en la tarde del sábado radiaron oportunamente a los medios que el rajoyismo había alcanzado todos sus objetivos en la operación de convertir a González-Aguirre en una pareja de monigotes.
Aguirre es mucha Aguirre y tiene redaños. Así que el domingo, “al alba y con fuerte viento de levante”, llamó a la emisora de los obispos y puso los puntos sobre las íes. Ella no iba a ser un “monigote”. Lo dejó niquelado: candidata y presidenta del PP en Madrid, simultáneamente, y luego, ya veremos. Ocurrirá como cuando se retranqueó hace dos años y medio: Aguirre sólo da un paso atrás para tomar impulso.
El asunto está zanjado como dijo desde las Américas Rajoy porque lo ha ganado la lideresa por goleada. Ahora vendrán las tardes de gloria de una Aguirre que va a hacer todas estas cosas: confeccionar su lista al Ayuntamiento de Madrid y situar a los que crea oportuno en puestos de salida de las principales alcaldías de la comunidad. Y a ver quién se lo discute ¿Arenas?, ¿Cobo?, ¿Rajoy? O ¿tal vez María Dolores de Cospedal?
Aguirre sale de todas porque no le atenazan los límites convencionales de la política: lo mismo resulta ilesa en un accidente de helicóptero que escapa como una ardilla de una balacera en Bombay; y se desembaraza de un consejero gurteliano como López Viejo con la misma displicencia que del púnico Granados. Y siente mucho las “formas” con las que han tratado a González, pero el muerto al hoyo y el vivo al bollo. La condesa consorte de Bornos –que es una aristócrata goyesca y populista, liberal y asistencial– tiene demasiados espolones como para que se los limen los burócratas populares que ahora están al mando de un partido que no controlan.
A Aguirre le han puesto, además, una compañera de ticket, Cristina Cifuentes, que le va a durar un asalto: el tiempo que tarde Ángel Gabilondo en devorársela en la comunidad. Progresista por progresista siempre es mejor el original socialista a la copia popular.
La lideresa seguramente será alcaldesa de Madrid –pactará con quien sea necesario– y seguirá al frente del partido hasta que le pete porque pudiera ocurrir que controlando la organización en el “rompeolas de España” espere a que Rajoy juegue sus cartas en las generales y se rompa la crisma. Ella seguirá allí como el dinosaurio en el cuento de Monterroso.
Por eso, la ‘Operación Monigote’, frustrada, fracasada, ha servido sólo para empoderar a una Aguirre que lee los labios de los electores de la derecha-derecha, y dimensionar la poquita cosa que tiene en el balcón de enfrente. Ella hace política; los otros, calceta.