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La falta de trabajo en Navantia amenaza el futuro de Ferrol y su comarca

Ferrol es Navantia y Navantia es Ferrol. Y toda la comarca. En la empresa pública de astilleros trabajan ahora mismo cerca de 2.300 personas y otras 3.000 lo hacen en las empresas auxiliares. A ellos, hay que sumarle todos los empleos indirectos y la riqueza que se genera.

Alejado de todo, Ferrol ha crecido y ha sustentado su economía básicamente en dos grandes empresas: la naval y la militar. Ahora, con los terrenos militares cada día más despoblados, sus vecinos ven como el futuro de la ciudad, y de toda la comarca, pende de un hilo.

Y es que Navantia no tiene carga de trabajo. Ahora mismo se está terminando de construir un buque australiano al que le dan los últimos retoques. Cuando acabe, en tres semanas como máximo, la empresa no tendrá futuro, ni casi presente.

La Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI) se ha comprometido a elaborar un plan de viabilidad para Navantia que presentará el 4 de diciembre, aunque la mayoría de trabajadores se temen que sea una sangría de despidos. En los alrededores de la entrada a la fábrica se puede ver una pancarta: 2.319 despedidos ya. A los pocos metros una pintada: Carga de trabajo para el naval. Y decenas de monos de trabajo colgados.

Los dedos de los trabajadores apuntan directamente al Gobierno y a la empresa por ser los “responsables” de la situación a la que se ha llegado. “Hay dejadez”, explica Luís, “no quieren que llegue más carga de trabajo, por eso se presentaron al concurso de los gaseros mal y tarde”.

Lui recuerda que Navantia perdió el concurso para construir cuatro gaseros para Repsol y Gas Natural que finalmente construirán astilleros de Japón y Corea. El alcalde de Ferrol (del PP), José Manuel Rey Varela, también apunta directamente a los dirigentes de la empresa estatal, y exigió “responsabilidades, con carácter inmediato, de Navantia y por encima de Navantia”.

También lanzó balones fuera el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, quien recordó que la empresa “es estatal” y debe ser el Gobierno central quien busque soluciones.

A Feijóo los trabajadores le recuerdan que durante la campaña electoral anunció la firma de un acuerdo con México para hacer dos floteles en Galicia. Pese a que tanto el gobierno gallego como el central aseguran que ese acuerdo está firmado, desde México, la empresa Petróleos Mexicanos (Pemex) explicó este domingo que será a finales de diciembre cuando decidirá qué astillero construirá las plataformas. Feijóo no ha enseñado aún los contratos y su palabra está en entredicho. Si finalmente se cumpliese lo prometido se aseguraría el futuro de la compañía y los puestos de trabajo al menos durante dos años más.

Mientras tanto, Ferrol y su comarca se desangran. La ciudad aparece triste, los comercios cierran, de muchos bajos comerciales cuelgan el cartel de ‘Se alquila’. Incluso en los alrededores de la calle María, donde agoniza la casa natal de Francisco Franco, en pleno centro de la ciudad.

Siete años sin carga de trabajo hacen mella. Hace un año cerraron dos tiendas de Inditex, todo un símbolo. Una decena de grúas en el amplio territorio que rodea la ría de Ferrol están paradas, sólo se puede ver por ella tres pequeñas embarcaciones de pesca. La ciudad no deja de perder habitantes, ahora son 71.997 vecinos, 11.000 menos que hace 15 años.

“Queremos trabajar, no emigrar”

Los trabajadores de Navantia y las empresas auxiliares están saliendo a la calle durante toda esta semana para pedir carga de trabajo. “Queremos trabajar y no emigrar” y “sin gaseros ni dique, la comarca se va a pique”, son dos de los lemas más coreados, junto a un recuerdo al presidente de la Xunta: “¿Dónde están, no se ven, las promesas del PP?”

Ayer, martes, cientos de trabajadores salieron de Navantia y fueron hasta la autopista de A Coruña, allí quemaron varias decenas de neumáticos cortando el tráfico. No hubo enfrentamientos, no apareció la policía, nadie se quejó por esperar en el coche. Los trabajadores de los astilleros son de Ferrol, de la comarca, y todos saben que, sin ellos, no hay futuro.

“Si no se soluciona esto”, explica Antonio, “nos quedamos sin trabajo y toda la comarca quedaría en bancarrota”. Con su chubasquero verde, dice “cuando se acabe el barco australiano…” Y ahí se calla, baja los ojos a tierra y deja de hablar.

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