México: Matanza de la Plaza de las Tres Culturas

La «exculpación» de la vergüenza

Echeverrí­a, se encontraba bajo arresto domiciliario desde el 30 de noviembre de 2006 y recupera su libertad. Una vergüenza. Hace cuarenta años, el 2 de octubre de 1968, tan sólo diez dí­as antes del inicio de los Juegos Olí­mpicos, el gobierno de Gustavo Dí­az Ordaz asesina a entre 300 y 500 jóvenes que participaban en una manifestación contra el gobierno. Hubo 6.000 detenidos, 2.000 fueron encarcelados, algunos de ellos durante varios años; sin juicio, o con procesos amañados y sin garantí­a alguna de defensa. í‰sta es conocida como la Matanza de Tlatelolco, o Plaza de las Tres Culturas.

Hace tan sólo tres años la justicia mexicana reconoció que la reresión fue un caso de genocidio, un crimen de Estado. Hasta ese momento la tesis oficial de los sucesivos gobiernos mexicanos era que los estudiantes iniciaron los tiroteos con francotiradores colocados en los edificios de la plaza, lo que provocó la represión indiscriminada de ejército y policía que disparó contra la masa de estudiantes dejando un brutal baño de sangre. Ahora se sabe que fue al contrario. Agentes provocadores infiltrados, fueron quienes iniciaron el fuego indiscriminado. La matanza, además, fue el colofón de una escalada de organización estudiantil que en la medida que se radicalizaba y se unía a las luchas campesinas y obreras había sido reprimido y muchos de sus líderes desaparecidos. También la participación de la CIA y el FBI en las desapariciones había sido denunciada por los estudiantes. Antes de la matanza, ante un incontrolable y creciente movimiento estudiantil mexicano, el gobierno decide usar a ejército para reprimir las manifestaciones estudiantiles. La línea de acontecimientos lleva a pensar que hacía falta una extirpación fulminante de movimiento y el gobierno toma en algún momento la decisión de realizar una operación ejemplar que acabe con el problema. Pues bien, según la sentencia que exculpa a Echevarría, entonces Ministro de Interior, quien dirigía a la policía y el ejército mexicanos, quien mantenía estrechos contactos con la embajada norteamericana y sus agencias, éste no sabía nada de lo que pasaba, no tuvo nada que ver en la organización, mando y ejecución de la matanza. Una exculpación vergonzosa para México. ¿La razón? Saber toda la verdad obligaría a reconocer cuántos políticos y militares, muchos aun en activo participaron o fueron cómplices de la matanza. Obligaría a descubrir el entramado de esta operación que llaga hasta los despachos de la Embajada norteamericana.

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