El establishment político y mediático ha conseguido crear en la opinión pública occidental la idea de un Trump misógino, racista y “descerebrado”. Que actúa a golpe de impulsos irreflexivos y no movido por una visión de conjunto de los intereses de la hegemonía norteamericana.
Sin embargo, aún conteniendo estas acusaciones una parte de verdad, la realidad es que detrás de Trump se esconden políticos e ideólogos que sí tienen un análisis y una estrategia definida cuyo objetivo es tratar de detener el declive norteamericano alterando radicalmente el orden mundial de los últimos 25 años. Y más allá, toda la jerarquía y el sistema de relaciones y alianzas de la cadena imperialista surgida de la IIª Guerra Mundial.
Si bien reconocen el éxito de este mundo en el que EEUU surgió como superpotencia, y el desarrollo de la Guerra Fría con la victoria estratégica de la primera Guerra del Golfo y la implosión de la URSS a comienzos de los años 90 del siglo pasado, los ideólogos de Trump valoran que esos son modelos que ya no se ajustan a la realidad del mundo actual.
Para ellos, las presidencias de Clinton, GeorgeW. Bush y Obama no han sido sino una agudización permanente del declive de EEUU al que se proponen hacer frente y ofrecer una nueva alternativa.
Preservar la riqueza
Para la línea Trump, las relaciones comerciales de EEUU, extendidas por todo el mundo, no se reducen simplemente a un tema económico, sino a una cuestión que afecta de lleno a la seguridad nacional. La pérdida de peso económico en el mundo, frente al ascenso de otras potencias emergentes que ha traído consigo la expansión de la globalización, a pesar de los beneficos multimillonarios que ha traído para un amplio sector de la burguesía monopolista yanqui, debe ser frenado.
De lo contrario, corren el riesgo de que en un futuro próximo, EEUU se convierta en una simple potencia más. Con una fuerza militar insuperable, sí, pero incapaz de utilizarla para revertir, o al menos neutralizar, su imparable declive económico.
Es por ello que uno de sus principales objetivos es “evitar que potencias hostiles dominen regiones con altas concentraciones de recursos estratégicos o ejerzan una influencia indebida sobre los posibles socios comerciales”. Lo cual a su vez exige asegurar un acceso sin límites a los mercados extranjeros.
De ahí las llamadas políticas proteccionistas que defienden con su lema de “America First”: retirada del acuerdo comercial transpacífico, suspensión de las negociaciones para el TIPP, aumento de los aranceles fronterizos para las mercancías producidas en el exterior, ya sea en México, China, Europa, etc.
No se trata tanto de una vuelta al proteccionismo del finales del siglo XIX o los años 30 del XX, como de establecer unas nuevas reglas en el orden económico internacional que privilegien los intereses de EEUU frente al resto del mundo.
Recuperar el prestigio
A la vieja pregunta, formulada por Maquiavelo, de si debe el príncipe ser amado o temido por sus súbditos, la línea Trump tiene una respuesta clara: EEUU debe recuperar el prestigio perdido, tanto entre sus socios y vasallos como ante las potencias hostiles.
Y ello exige recuperar el principio de autoridad. La construcción del muro con México, el apoyo al Brexit, el insólito gesto diplomático de negarse a estrechar la mano de Merkel en su reciente visita a Washington, la amenaza de intervención militar en Corea del Norte o las exigencias inmediatas a los países de la OTAN son sólo algunas de sus primeras manifestaciones.
Para Trump y sus estrategas, EEUU está perdiendo a marchas forzadas su prestigio y autoridad mundial, entre otras razones, por haberse lanzado a combatir a dos de los países más débiles y pobres del mundo durante una década y no ser capaz de ganar. O promover una guerra en Siria, y retirarse a mitad de la batalla, dejando a otros la iniciativa en la resolución del conflicto. Lo que ha agudizado el sentimiento general del declive norteamericano, tanto en el seno de su propio país como en el exterior.
Consideran, por el contrario que el prestigio es engendrado por la fuerza, la riqueza y la sensación de ser un poder ascendente, o al menos estable, en lugar de un poder decreciente. Y se consolida sobre todo por su capacidad de obtener victorias.
Aumentar la fuerza
Que una de las primeras medidas de Trump haya sido aumentar en un 10% los gastos de defensa, en detrimento de otras partidas como el medio ambiente, la ayuda exterior o la sanidad pública es suficientemente significativo por sí mismo.
Como ha dicho el mismo Trump, “Antes decíamos que Estados Unidos jamás perdía una guerra, ahora no ganamos ninguna. Es inaceptable; tenemos que volver a ganar guerras otra vez”. Y ello exige aumentar todavía más la supremacía militar yanqui.
Un refuerzo militar, sin embargo, que responde más a una estrategia de disuasión que a la de un país que desata e interviene activamente en guerras, como ha ocurrido con los gobiernos de Clinton (los Balcanes), George W. Bush (Afganistán e Irak) y Obama (Siria).
Para la línea Trump, EEUU no debe ser el gendarme mundial que actúa allá donde surge un conflicto, ya no tiene capacidad para ello. Sino elegir cuidadosamente los objetivos y, una vez fijados, lanzarse resueltamente y con toda la aplastante superioridad de su fuerza militar a conseguir la victoria.
El cuestionamiento de Trump del orden mundial de los últimos 25 años pisa demasiados callos e intereses en el seno de la clase dominante de EEUU. De ahí el insólito antagonismo que ha desatado con el llamado “Estado profundo” desde el primer día de su elección. Las espadas están en alto y se augura un período preñado de choques y conflictos se que trasladarán, inevitablemente, del seno de la superpotencia al resto del planeta.
Marisa Doménech #OTANnoBasesFuera dice:
Por lo que plantea el artículo en su excelente análisis, Trump no es un «outsider», ni un antipolítico, ni va de por libre. No es que pasara por allí con toda su pasta y la gente le votó en unas elecciones y ya está. No ocurren las casualidades, ni intervienen factores aieatorios dentro de las políticas de EEUU, la potencia cabeza del Imperio que además se encuentra en declive. Porque si los aparatos de Estado y la burguesía norteamericana del complejo militar industrial se sintieran amenazados por su gestión no dudarían en quitárselo de en medio. Como ya han hecho con otros presidentes como Kennedy asesinándolo por mostrarse contrario a la guerra del Vietnam, sacándole un Watergate a Nixon o a Bill Clinton, montándole un escándalo sexual con una becaria del Pentágono. No es casualidad que Cospedal decrete una ley para aumentar los gastos en defensa y que el Gobierno le haga la ola por bombardear Siria. Está ahí porque ahora mismo es el mejor gestor de los intereses que defiende un sector de la burguesía norteamericana que ha decidido que hay que administrar las cosas de manera diferente. Se acabó la Era Obama. El ala Bush ha dejado demasiados focos bélicos abiertos no resueltos. Ahora ha comenzado a erigirse la línea Trump. Fría y calculadora, menos impulsiva y más contundente tras exigir impuestos de guerra a los países vasallos de la OTAN y la dedicación exclusiva de sus soldados. A pesar de las contradicciones interimperialistas e intermonopolistas, la lucha de los pueblos del mundo sigue dándose en pugna con los intereses hegemónicos. Avanzará esta lucha cueste lo que cueste. Este artículo nos abre los ojos.
Pilar dice:
Lo que expone este artículo sobre el transfondo de Tump parece bastante interesante y bajo mi punto de vista bastante acertado. Es una estrategia más para seguir su dominio sin escrúpulos.
Cintia dice:
Totalmente revelador, me encaja a la perfección con lo poco que conocía de este personaje. Toda su imagen de machista, racista, etc. Una mera cortina de humo para tapar unos objetivos mucho más retorcidos… Aterrador!!
MAKINAVAJA dice:
El imparable declive económico de EEUU acabará siendo agravado por los irresolubles conflictos militares abiertos por todo el planeta y el ascenso de otras potencias, que no van a conformarse con su vasallaje a cambio de réditos, llevado a otro nivel más agudo de sumisión con la línea Trump. Esto creará más fricciones entre las burguesías mundiales en principio aliadas de EEUU, que pueden convertirse en anti imperialistas en el momento en que sus réditos ya no les compensen, y sobretodo a la lucha de los pueblos contra el saqueo y vejación a la que están siendo sometidos, como en España. Todo esto, y sobretodo, por la lucha de los pueblos del mundo contra el imperialismo y su dominio global, acabaran por hundir al imperio más grande jamás conocido en la historia y abrirá una nueva etapa en la humanidad.
Angel Roldan lo pez dice:
Me ha parecido muy bueno