Centenario de las vanguardias

La edad de plata de la cultura española

España, condenada por muchos a la postración y la decadencia, se coloca en muchos ámbitos a la cabeza de las vanguardias culturales.

El periodo de florecimiento de las vanguardias artísticas es también en España el de la mayor explosión de creatividad de su historia moderna, hasta el punto de que será conocido como “la edad de plata”, o incluso “el segundo siglo de oro”, de la cultura española.

En un país como España, que había sido relegado desde hacia más de dos siglos, a un papel marginal en el concierto de naciones, que soportaba todavía el peso de la decadencia, la descomposición y el ensimismamiento, surge un extraordinario elenco de autores que colocan de forma fulgurante a nuestro país a la vanguardia mundial de la creación artística.

Con la fulgurante irrupción de la generación del 27, encabezada por Lorca, Buñuel y Dalí. Pero que también se extiende a los estudios históricos, con Sánchez Albornoz, o a disciplinas como el ensayo , con Ortega y Gasset, y la ciencia, con Ramón y Cajal y Severo Ochoa, donde España jamás había destacado.

España acoge las vanguardias

La generación del 27 -desde Lorca a Buñuel, desde Dalí a Cernuda- no es explicable sin tener en cuenta la excepcional situación internacional y nacional de aquel periodo.

La Iª Guerra Mundial había provocado una grieta en el orden imperialista -hasta entonces sostenido por Inglaterra, Francia o Alemania, todas ellas extremadamente debilitadas tras la contienda-, que permiten la irrupción de una creatividad sin precedentes, traducida en las vanguardias de entreguerras.

Al mismo tiempo, desde principios de siglo, en España empieza a surgir una nueva élite que exige e impulsa la modernización del país, y para la que el sistema político de la Restauración -una auténtica rémora para el desarrollo, ajustada a los intereses de los sectores terratenientes- es más un obstáculo que un instrumento adecuado.

En este proceso -limitado pero importante- de modernización encontrarán campo de desarrollo las iniciativas regeneracionistas y modernistas que se venían incubando desde finales del XIX, portadoras de un poderoso afán por quebrar los diques que impedían la expresión de las ingentes energías acumuladas en la sociedad española.«Todas las vanguardias son recibidas con los brazos abiertos en España, y alcanzan muchas veces en nuestro país su máxima expresión»

Las vanguardias artísticas de entreguerras proponen nuevos caminos, que subvierten el orden dominante, colocan patas arriba lo más sagrado, pulverizan las miradas y sensibilidades que habían sido impuestas como únicas. Todas ellas son recibidas con los brazos abiertos en España, y alcanzan muchas veces en nuestro país su máxima expresión.

A ello se une la fuerza subterránea de una poderosa tradición cultural, que es revisitada desde la modernidad, y al indudable genio individual de los Lorca, Dalí o Buñuel, dan como resultado una auténtica Edad de Plata de la cultura española.

La España a la que muchos consideraban poco menos que un cadáver, condenada al atraso e incapaz de producir nada valioso, vuelve a sorprender expresando todas sus energías y colocándose a la cabeza de las vanguardias.

Una incontenible explosión cultural

Esta edad de plata de la cultura española está abanderada por tres figuras capitales en la cultura universal del siglo XX.

Lorca es capaz no ya de captar sino de convertirse en la encarnación humana del duende (en palabras de Federico “los sonidos negros que son el misterio, las raíces que se clavan en el limo que todos conocemos, que todos ignoramos, pero de donde nos llega lo que es sustancial en el arte”) y que encuentra alojamiento privilegiado en España.

Y que al mismo tiempo es capaz de hacer volar con más libertad la vanguardia más radical, el surrealismo. Señalando en “Poeta en Nueva York” al capitalismo (“un sistema económico cruel al que pronto habrá que cortar el cuello”) y dibujando el horizonte al que toda la humanidad aspira (“queremos que se cumpla la voluntad de la Tierra que da sus frutos para todos”).

Dalí será capaz de plasmar como nadie las verdades y pesadillas del surrealismo en cuadros que revolucionaron la pintura.

Y Buñuel ofreció la primera figura universal que la cultura española entregaba al nuevo arte del siglo XX, el cine.

En la generación del 27 encontramos otros nombres que en si mismos son auténticos gigantes, como Luis Cernuda, Vicente Aleixandre, Rafael Alberti, Dámaso Alonso, Jorge Guillén…

Se produce una explosión cultural que impregnó a casi todos los campos de la cultura, ofreciendo realizaciones todavía hoy no superadas en cada uno de los campos. «Una explosión cultural que impregnó a casi todos los campos de la cultura, ofreciendo realizaciones todavía hoy no superadas «

En pintura, Salvador Dalí es el estandarte de un grupo que también incluye a Ramón Gaya, Maruja Mallo, Oscar Domínguez, Benjamín Palancia o Gregorio Prieto.

El magisterio de Falla había de ser asimilado y trascendido en la música española. En esta generación musical pueden convivir neoclasicismo, intentos atonales, dodecafonismo y casticismo en una amalgama que refleja a las mil maravillas las convivencias folklóricas, neoclásicas, vanguardistas y surrealistas de los poetas del 27”. En ella se incluyen el Grupo de los Ocho -Ernesto y Rodolfo Halffter, Gustavo Pittaluga, Rosa García Ascot, Salvador Bacarisse, Julián Bautista, Fernando Remacha y Juan José Mantecón- y el Grupo catalán, integrado por Roberto Gerhard, Baltasar Samper, Manuel Blancafort, Ricardo Lamote de Grignon, Eduardo Toldrá y Federico Mompou.

Igualmente asistimos a la «Edad de Plata» de la Ciencia española, bajo el impulso y magisterio de Santiago Ramón y Cajal, prolongado en personajes como Achúcarro, Negrín, Jiménez Díaz, Marañón, en el campo de la medicina, Blas Cabrera, Estebán Terradas, y que ofrecieron otro Premio Nobel en la figura de Severo Ochoa.

La irradiación del big bang cultural se extendió por toda la geografía española, creando grupos en Sevilla (en torno a la revista Mediodía), Tenerife (en torno a la Gaceta de Arte) y en Málaga (en torno a la revista Litoral); sin descontar otros en Galicia, Cataluña y Valladolid.

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