SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

La economí­a se planta

Contra su intención original, los grandes empresarios, las patronales y otros círculos económicos, tanto catalanes como del conjunto de España, han tenido que saltar al ruedo de la polémica soberanista. Lo han hecho para desengañar al presidente de la Generalitat, Artur Mas, que les presionó para que se sumasen, como actores o comparsas, al proceso independentista diseñado por Esquerra Republicana y al que él presta nombre.

El envite de Mas llegó tras la toma de postura individual, reticente o contraria a la deriva segregacionista, de algunos significados empresarios y banqueros catalanes. Pero su órdago cristalizó, sobre todo, al aparecer el rotundo documento de los directivos alemanes de compañías multinacionales germanas instaladas en Cataluña, o de empresas familiares.

Ello es doblemente significativo. Porque el desencadenante alemán simboliza que la cuerda entre el proyecto separatista y la sociedad empieza a romperse desde la dimensión que Mas y los suyos pretendieron desde el principio neutralizar o reconvertir en su favor: la cuestión europea. Y que al final sean los empresarios como colectivo quienes deban plantarse —educadamente— ante tanta presión intervencionista implica que se ha quebrado lo que quedaba de la imagen del Gobierno de Mas como business friendly, tal como le placía presentarse en sociedad.

La vinculación empresa-Cataluña tiene raigambre histórica, porque la economía y la cultura han sido siempre los dos puntales de la sociedad catalana —más que la política, la diplomacia o la milicia—, algo que explotó al límite el fundador del partido que hoy preside Mas, Jordi Pujol. Su sucesor ha hecho saltar por los aires una de sus concreciones posibles, la más habitual, la complicidad CiU-empresariado. Lo ha hecho de forma muy torpe para que pueda considerarse fácilmente reversible.

Esto es así porque el grueso de la burguesía catalana pretendió al inicio evitar un decantamiento demasiado concreto en la polémica. Se concentró en reclamar diálogo y negociación y postuló una mejora de la financiación catalana, vía algún tipo de pacto fiscal, y de la estabilidad política. Ello le valió injustificadas y contradictorias invectivas por pasividad, cobardía o acatamiento. Críticas que olvidan que un empresario debe velar muy especialmente por su mercado, o mejor, por sus mercados, que a veces exhiben distintas y aun opuestas sensibilidades.

Forzando la negativa de las representaciones corporativas de la economía a apuntarse al movimiento nacional de sesgo soberanista, Mas se ha hecho un flaco favor, y ha disparado, metafóricamente, contra su propio pie, aunque los medios nacionalistas minimicen el gravísimo revés. Quizá le importe ya poco, pues se confiesa semipúblicamente como personaje “quemado” en una deriva tan aparentemente heroica como prácticamente inútil. De lo que algunos en su más cercano y reducido núcleo de leales han tomado fiel nota, quizá con la más aviesa de las intenciones.

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