Los dos grandes partidos políticos que han dominado la vida económica, social y pública de este país maniobran y zozobran como barcos a la deriva. No son capaces de percibir el origen de esos vientos que acabarán hundiendo sus respectivos barcos. No han entendido nada sobre la actual crisis sistémica que ellos mismos gestaron y regaron a lo largo de las últimas décadas. Es una profunda crisis social, política, económica, moral. Pero todo llega a su fin.
Mientras repartían migajas con el resto de la ciudadanía, no había ningún problema. Ahora no hay nada que repartir. Sólo miseria. Por eso diseñaron un sistema de rescate de negocios privados de las élites patrias y acreedores privados que había que financiar subyugando y empobreciendo al resto de la ciudadanía. El estado de la pobreza en España alcanza cotas inimaginables que aún a fecha de hoy el actual ínclito monclovita se niega a reconocer. Y es paralelo al brutal incremento de deuda pública consecuencia de la financiación a terceros, técnicamente deuda totalmente ilegítima. Pero su tiempo se agota, muchos ciudadanos ya no tienen nada que perder, el miedo empieza a cambiar de bando.
Vayamos a los orígenes, al entramado diseñado para mantener en manos de los de siempre el férreo control de nuestra querida España. El entorno de acceso a la política y a la economía en nuestro país ha estado siempre controlado por ciertos grupúsculos y oligopolios, de naturaleza económica como política. Estas élites invariablemente han sido rentistas, de ganancia rápida y fácil. Se forraban esparciendo y retroalimentando deuda y burbujas por doquier. Como resultado, un volumen de deuda privada, y luego pública, impagable, salvo que ansíen empobrecer por décadas a sus conciudadanos. Y en esas están. Pero su tiempo se acaba.
PP y PSOE coinciden
La victoria de Syriza ha producido un frente común por parte de aquellos –PP y PSOE– que en su momento se plegaron y lloraron ante unos acreedores privados que asumieron riesgos excesivos. Como resultado nos acabaron imponiendo una austeridad y devaluación salarial insoportable, generadora de la actual miseria social. Ambos coinciden en que la deuda hay que pagarla, y algunas de las afirmaciones resultan grotescas.
Uno de esos nuevos “frikis” llegó a afirmar sin ningún tipo de rubor que «Solo a Forrest Gump se le ocurre impagar la deuda con los tipos de interés tan bajos».No entienden nada. La deuda de las Administraciones Públicas se ha casi triplicado desde 2008, pasando de 513.522 millones de euros a los actuales 1,4 billones. La carga financiera real supera al crecimiento económico real. La deflación además desborda el tamaño de la misma. De esa deuda y la presión de los acreedores por cobrarla, la actual miseria.
La actual crisis sistémica de la economía española se encuadra dentro de lo que técnicamente se denomina una recesión de balances. Bajo este análisis la dinámica actual de nuestra deuda es, repito por enésima vez, insostenible. Tenemos un volumen de deuda -privada, pública y externa- que no se va a poder pagar, salvo que se pretenda un estancamiento prolongado en el tiempo de nuestra economía, más allá de dos décadas. Obviamente quien concedió la mayor parte de esa deuda, nuestro sistema financiero, presentaba claros problemas de solvencia, y la manera en que se ha tratado de restablecer la misma ha afectado ya no solo a la situación real de nuestro sector bancario, sino también a la economía y ciudadanía en su conjunto.
Socialización de pérdidas
Lo que empezó siendo un problema de deuda privada ha acabado contaminando definitivamente a la deuda pública. Detrás de la brutal expansión de nuestra deuda soberana no se encuentra en absoluto el interés de quienes nos desgobiernan de mejorar nuestras condiciones de vida –educación, empleo, pensiones, sanidad, dependencia, vivienda,…-. La mitad del incremento de la deuda pública se ha destinado a financiar a terceros, concretamente al sector bancario. Ello ha ido acompañado por un proceso de deflación salarial que ha acabado disminuyendo la renta disponible de las familias. A pesar de ello el crédito sigue sin fluir.
Por un lado, la situación de los balances bancarios y el déficit de capital, siguen siendo preocupantes. En este sentido, los cálculos realizados y actualizados continuamente por Centre for Risk Management HEC, ubicado en Laussane, muestra que el déficit de capital total de solo cuatro de los cinco grandes bancos españoles (Santander, BBVA, Sabadell y Popular), ya supera los 58.000 millones de euros. Por otro, sigue sin entenderse la naturaleza endógena del dinero, y una máxima que introdujo el profesor Amir Sufi, coautor del libro House of Debt, en una comparecencia, el 17 de septiembre del año pasado, ante el Comité del Senado de los Estados Unidos sobre Banca, Vivienda y Asuntos Urbanos, donde afirmó que “el crecimiento del crédito sin crecimiento de la renta es una receta para el desastre”.
Pero en vez de ponerse manos a la obra, empezar a promover un nuevo marco donde se desincentiven comportamientos especulativos rentistas, muy arraigados entre las élites patrias, erre que erre, a lo suyo. Señores del PP y PSOE hay que decirlo claramente, nuestra deuda se debe reestructurar, y además se debe desincentivar para siempre endeudamientos especulativos, eliminando incentivos fiscales a la deuda. Pero para ustedes ya es tarde. Su tiempo ya se ha agotado.