Tregua entre Pakistán y los talibanes

La deriva del Indukush

«El teatro de esta lucha es Afpak. Un único escenario de combate dividido por una frontera mal trazada. A un lado de la cual podemos actuar, mientras que al otro no». Con esta sintética descripción Richard Holdbrooke dibujaba la esencia del problema al que se enfrenta EEUU en Afganistán y Pakistán. Mientras la pieza afgana -la verdadera herencia irrenunciable del mandato de Bush por su condición de centro estratégico de Eurasia- se convierte progresivamente en un avispero incontrolable, Pakistán -hace años bien anclada en la órbita norteamericana- se escapa paulatinamente de Washington. El enviado especial de la Casa Blanca ha recibido con perplejidad la noticia de que los insurgentes talibanes y las autoridades pakistaní­es han acordado un alto el fuego permanente en el valle de Swat, fronterizo con Afganistán.

Es recisamente esta zona, la difusa frontera entre el sur de Afganistán y el norte de Pakistán, donde los insurgentes talibanes se mueven a sus anchas y la OTAN es blanco permanente de los ataques. La Casa Blanca ha anunciado el envío inminente de grandes contingentes militares para estabilizar la zona, pero la realidad es que a día de hoy el dominio de la situación se le escapa de lasmanos a las tropas norteamericanas. La insurgencia afgana gana fuerza y controla de facto al menos diez provincias del país, y ni la capital es ya una zona segura. En cuanto a Pakistán, los continuos ataques de la insurgencia islámica paquistaní a las líneas de suministros de la OTAN han obligado a la alianza a descartar a este país como ruta de abastecimiento y a la Casa Blanca a negociar con Rusia la apertura de una ruta alternativa a través de las repúblicas ex-soviéticas. El gobierno de Islamabad es cada vez menos dúctil a las exigencias de Washington y su cúpula militar cada vez más proclive a llegar a compromisos con la insurgencia integrista. Prueba de ello es el pacto al que han llegado las autoridades paquistaníes con los insurgentes en el estratégico valle de Swat. Hace cinco días Islamabad ofreció a los integristas la reintroducción de la Sharia -el sistema judicial islámico- en la zona. La ampliación de la tregua –en un principio presentado por el gobierno de Pakistán a EEUU como un acuerdo temporal para dar un respiro a la región- a un alto el fuego permanente hará que el Swat pueda ser un santuario para las guerrillas afganopaquistanas. Pero la deriva de Islamabad viene de lejos. El clérigo radical con el que han negociado el acuerdo, Maulana Sufí Mohamed, es considerado como una de las principales figuras de la insurgencia islámica en la región, y capitaneó en 2001 a miles de militantes paquistaníes que cruzaron la frontera de Afganistán para unirse a los talibanes. Maulana fue entonces capturado, pero las autoridades de Islamabad lo liberaron hace un año para negociar con él un proceso de paz.El dilema para el hegemonismo es cómo reconducir a un Estado paquistaní que camina a pasos acelerados hacia el caos, y donde cada opción que Washington apoya –Musarraf o Butto- acaba devorada por la vorágine de los acontecimientos. No es de extrañar que en la Conferencia de Munich, al referirse a “Afpak”, Holdbrooke exclamara "¡jamás en mi vida he visto un lío semejante!".

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