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La deflación y la relación acreedor-deudor

La evolución de la actividad económica en la zona euro está marcada por la relación entre los países acreedores, básicamente Alemania, y los deudores, los países del sur de Europa, entre ellos España. Los acreedores, que claramente tienen una posición de fuerza económica y política dentro de la Unión Europea, intentaron desde un principio recuperar a toda costa sus ahorros. Por eso impusieron las políticas de austeridad. Ello indujo una dinámica perversa acreedor-deudor que suele acabar siempre en deflación. Este proceso se ve además exacerbado cuando las élites bancarias de los países deudores, absolutamente insolventes, exigen que se les rescate con el dinero de los contribuyentes.

Desde el inicio de este blog en 2011 venimos avisando del riesgo de la deflación. Solamente cuando empezaron a sonar las alarmas de la deflación, a principios de 2013, Alemania dejó de ahogar a los deudores. Éstos están recibiendo un poco de oxígeno y ahora están empezando a respirar. Sin embargo sigue sin solucionarse el problema de fondo, un brutal endeudamiento masivo público-privado que sigue en subida libre. Por lo tanto, no hay ningún motivo para el triunfalismo y mucho menos para afirmar que nuestro país está saliendo de la crisis. El problema de fondo volverá aparecer con toda su crudeza, más pronto que tarde.

El Sur de Europa rescató en realidad a Alemania

La situación actual, para más inri, fue consecuencia de un rescate a Alemania. El economista jefe de Nomura, Richard Koo, a mediados del 2012, publicó una excelente nota bajo el sugerente título The entire crisis in Europe started with a big ECB bailout of Germany.

Según Koo el denominado “problema de competitividad” de los países del sur de Europa fue consecuencia de una política monetaria excesivamente expansiva del Banco Central Europeo. Ésta tenía como objetivo último estimular la economía con el fin de que Alemania no tuviera que expandir su crecimiento vía política fiscal. Sin embargo el impacto sobre la demanda interna de Alemania fue nulo, al encontrarse en recesión de balances. Por el contrario aceleró e infló hasta límites insospechados las burbujas en la periferia, especialmente la inmobiliaria, lo que impulsó las importaciones alemanas, rescatando al país teutón de los miedos provocados por el estallido de la burbuja tecnológica, de la que apenas se beneficiaron los países europeos del sur.

No hubiera habido necesidad de una política monetaria tan expansiva por parte del BCE si Alemania hubiera utilizado el estímulo fiscal para hacer frente a la recesión de balances. Los creadores del Tratado de Maastricht no previeron, en definitiva, una recesión de balances en la elaboración de dicho documento.

El problema no es el euro, sino las políticas

Desde el inicio de la crisis de la eurozona había soluciones más justas y eficaces al problema de la deuda (reestructuración de la banca, condonación de la deuda y menos austeridad). Yanis Varoufakis y Stuart Holland expusieron en 2011 un programa para Europa, que abarcaba la centralización y renegociación de la deuda, más un programa de inversiones. Nosotros, ya en 2009, hicimos una propuesta en esta misma línea.

Oxford Economics estimó que con la mitad de las medidas de austeridad en el sur de Europa después de 2010, Grecia en 2012 habría tenido 300.000 puestos de trabajo más y la caída acumulada del PIB habría sido 14 puntos porcentuales menor, todo ello, a un coste de sólo un 1 punto porcentual superior en términos de déficit público.

El FMI también en su informe bianual del 10 de abril de 2012 ya proponía la necesidad de reducir la deuda de las familias mediante quitas, estudiando diversas experiencias históricas – el Home Owner Loan Corporation de la Gran Depresión, o la experiencia islandesa. En esta misma línea, el economista de Yale John Geannakoplos demostró que si los bancos en los Estados Unidos hubieran perdonado hasta el 50% de las hipotecas problemáticas todo habría ido mucho mejor.

Algunos economistas aducen problemas de riesgo moral para no implementar estas medidas extremas de política económica. Pero nuestro admirado Hyman Minsky, como ahora John Geannakoplos o Steve Keen, tienen la respuesta correcta a esta pregunta: ¿por qué suponer que el problema surge de aquellos que se han endeudado demasiado, y no de los prestamistas que han prestado demasiado? Si existen los ciclos de apalancamiento entonces la respuesta radica en un control de crédito ex ante en lugar de castigar a los deudores a posteriori.

Condonaciones de deuda negociadas o no

En diciembre de 2013, Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff publicaron un excelente artículo con el título Financial and Sovereign Debt Crises: Some Lessons Learned and Those Forgotten. El argumento utilizado por los autores es exactamente el mismo que hemos empleado desde estas líneas para anticipar la segunda fase de la Gran Recesión (2014-2016). Lo peor no ha pasado. Las causas que han originado la actual crisis económica no solo no se han corregido sino que han empeorado. Según Reinhart y Rogoff la carga de la deuda en los países desarrollados se ha convertido en un evento extremo utilizando cualquier medida histórica y requerirán una ola de condonaciones de deuda, negociadas o no.

Los niveles extremos de deuda implican quiebras al estilo de los años 30, que ocurrirán, según los autores, en gran parte del mundo occidental. El objetivo es despejar el camino para la recuperación que suponen unos niveles de deuda que alcanzan un máximo histórico. Pero mientras tanto la deflación y la miseria ya se han apoltronado plácidamente en nuestras casas.

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