Arte

La cultura del expolio (II)

Potencias emergentes como China, o paí­ses de reconocido interés cultural como Grecia o Egipto, sufren constantemente el rechazo a la devolución de las obras que les fueron arrancadas en otros tiempos. Histórico es el caso de bellí­simo busto de Nefertiti que conserva el Museo Egipcio de Berlí­n y que, ahora ha quedado completamente probado, fue vilmente escamoteado por los arqueólogos alemanes en las excavaciones de Tell el Amarna al engañar en el reparto entonces legal. Pero si difí­cil es conseguir la devolución de una obra robada o exportada ilegalmente en los últimos años, imagí­nense que ocurrirá con las obras que salieron, muchas veces «legalmente» según las reglas de la época, hace más de un siglo, en una zona que entonces ni siquiera era un paí­s reconocido.

La Unesco aboga en estos casos al derecho moral y ético a que un aís conserve su propio patrimonio. Sin embargo, las legislaciones nacionales difieren mucho de un país a otro y las convenciones internacionales al respecto son relativamente recientes, y además no se cumplen. De esto se siguen aprovechando “respetables” instituciones como el omnipresente British Museum, que se ampara en la legalidad para exhibir orgullosamente el fruto de sus robos.En 1954 se firma una resolución en el tribunal de La Haya para proteger los Bienes Culturales en caso de Conflicto Armado. A la vista está la inutilidad de esta ley internacional, después de los desastrosos acontecimientos recientes en Bosnia, Afganistán o especialmente Irak, donde se destruyeron, mutilaron o robaron piezas del imperio mesopotámico de un valor arqueológico incalculable para toda la humanidad.La de la Unesco sobre las medidas para prohibir e impedir el tráfico de propiedades ilícitas es de 1970, fecha que en general marca la frontera entre lo que se puede y no se puede reclamar. Si usted sufrió el robo antes de esa fecha, pues entonces se trata de un robo legal. El asunto todavía se complica mucho más en el caso de que estas piezas correspondan a colecciones privadas, puesto que en el improbable caso de que las autoridades decidan intervenir, deben compensar económicamente al coleccionista.Además de todos estos impedimentos legales, todavía existen presumidos expertos anglosajones, que se otorgan el mérito de conservadores del patrimonio internacional, y culpan a las víctimas. Afirman que esto supondría vaciar estos museos "universales" y negar a millones de personas de todo el mundo el acceso a estas piezas que, aseguran, de no haber salido de sus países habrían sido destruidas. Intolerables justificaciones para asegurarse la explotación económica de aquellos robos cometidos por sus antepasados.Modernos Indiana Jones a la inversa, empeñados en que las obras permanezcan en un museo público. Claro está, que las obras que no son suyas permanezcan en su museo, y sean ellos los beneficiados. El mundo del arte y la arqueología vive dominado por las mismas relaciones de poder que marca un orden internacional propio de la época del imperialismo, y las potencias que se benefician de él no serán desde luego las que acepten cambiarlo.Quizá gestos como el de China sean los primeros pasos para cuestionar, con métodos que no dejan de ser originales, este elitista sistema de reparto del patrimonio artístico mundial en pocas manos. Cai Mingchao, el comprador de las obras que subastó Christie’s, si que es un auténtico Indiana Jones.

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