Once mujeres han sido asesinadas este año por sus parejas

La culpa nunca es de las ví­ctimas

Isabel Augusto se ha convertido en la última víctima –y ya van once este año- de la violencia de género. Durante las vacaciones de Semana Santa en su ueblo natal, fue asesinada por su ex marido, José María Guapo. Sobre el marido pesaba una orden de alejamiento desde febrero de 2008, cuando agredió a su mujer delante de la comisaría de Humanes y fue detenido. Poco después, en abril, el hombre la incumplió por primera vez. La policía le detuvo delante del centro de salud de Humanes cuando agredía a su mujer. La orden de alejamiento se convirtió en una prohibición para entrar en el municipio. Los dos se reencontraron en Valencia de Alcántara, de donde ambos procedía, y allí se consumó la tragedia. Ante este nuevo crimen, la ministra de Igualdad, Bibiana Aído, reclamó “a las mujeres que sufren violencia de género que no bajen la guardia, no minimicen nunca el riesgo, no den segundas oportunidades a quienes tienen medidas de alejamiento, porque su vida depende de ello”. Una advertencia que, en boca de la responsable del gobierno en la materia, se convierte en motivo de preocupación. Parece deslizar que las órdenes de alejamiento y las medidas de protección que de ellas se derivan funcionan, y sólo se produce una tragedia cuando la mujer consiente la presencia del agresor. Preocupante porque rehuye las responsabilidades, y las carga sobre las víctimas, las únicas que no pueden tener ninguna cuota de culpa. Es evidente, y la realidad tristemente lo demuestra, que las medidas de protección “oficiales” no son suficientes. Y esta es la parte principal del problema. Es necesario un endurecimiento de las penas hacia los maltratadotes. Desde las primeras agresiones, sin esperar a que se produzca el crimen. Y mucha más severidad en garantizar la ejecución de las órdenes de alejamiento.

Deja una respuesta