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La crisis tensa hasta el lí­mite a los griegos

ATENAS—Maria Katri envió a su hijo a vivir a un hogar de caridad para niños pobres tras el derrumbe de la economía griega.

Ahora que Grecia se sumerge en la depresión, la viuda es tan pobre que su hija adolescente, quien sigue viviendo en casa, está «celosa porque su hermano lo está pasando mejor que ella en la institución», cuenta Katri.

La propagación de las penurias económicas está desgastando el tejido social y tensando la unidad política de Grecia en momentos en que el país ingresa al invierno más crudo en los tres años que dura la crisis de la deuda. Hasta la familia griega, una institución que ha ayudado a la población a absorber el golpe del colapso del empleo, está bajo presión conforme disminuyen los ingresos de los hogares.

Muchas familias están descendiendo en la escalera económica que sus padres y abuelos ascendieron, y a menudo han pasado a depender de las decrecientes pensiones de esos mismos jubilados. Las familias que ya eran pobres están cayendo en los brazos de los organismos de beneficencia, que apenas dan abasto. En un país de 11 millones de habitantes, sólo 3,7 millones tienen trabajo, comparado con los 4,6 millones de hace cuatro años. La actividad económica se ha contraído más de 20% durante ese lapso.

La presión sobre la sociedad está poniendo a prueba la estabilidad política del país. Los partidos tradicionales se aferran al poder. Los populistas de la izquierda radical aguardan en la antesala, prometiendo restaurar la generosidad del Estado. Los grupos neo-nazis violentos aprovechan el temor a los inmigrantes, el crimen y el colapso social para sumar adeptos. Muchos griegos temen que el gobierno actual se venga abajo en 2013, provocando una nueva crisis política que podría resucitar la posibilidad de una cesación de pagos y el retiro del país de la zona euro.

El gobierno espera que los 34.400 millones de euros, unos US$45.000 millones, que recibirá este mes como parte del paquete de rescate de la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional, levanten el ánimo. Pero los griegos comunes y corrientes se preparan para el más reciente programa de austeridad exigido por los acreedores, que entrará en vigor en enero. Una nueva ronda de recortes salariales y de pensiones, junto a alzas de impuestos, equivalente a 5% del Producto Interno Bruto, desembocarán en una caída de 4,5% del PIB en 2013, indica el gobierno. Algunos economistas estiman que el declive sería mucho más severo.

La capacidad de la sociedad griega para absorber un nuevo golpe a sus bolsillos durante este invierno podría determinar la suerte no sólo del gobierno de coalición que trata de implementar el plan de austeridad, sino de la estrategia europea para contener la crisis.

En pleno corazón de Atenas abundan las señales de que la paciencia de la sociedad griega está al borde del agotamiento. A las familias, los negocios y las organizaciones sin fines de lucro se les están acabando los ahorros y el aguante.

Katri, la madre de dos hijos, perdió a su esposo, un cocinero de souvlaki, un popular plato griego, a manos del cáncer en 2005. Para sobrevivir realizó trabajos mal remunerados para una municipalidad, como cuidar los jardines nacionales en el centro de Atenas, y más tarde barrer calles. En 2010, cuando Grecia impuso medidas de austeridad como el precio a pagar por el rescate, el tiempo transcurrido entre sus empleos temporales empezó a aumentar.

«Me percaté de la inestabilidad de todo esto», señala la mujer de 39 años. «Vi que no podía proveer» a sus dos hijos, Vaggelis, que en ese entonces tenía 14 años, y Aggeliki, su hija que en ese momento tenía 12. Katri se contactó con la fundación Hatzikonsta, un antiguo orfanato del siglo XIX que se convirtió en hogar de caridad para niños.

Katri dice que la fundación ha tratado bien a su hijo, que quiere ser capitán de la marina mercante cuando crezca. Pero su hija no oculta su frustración puesto que la fundación le da a Vaggelis dinero para el bolsillo y le compra ropa nueva.

Este año, las políticas de austeridad del gobierno obligaron a Katri a optar entre un empleo temporal en un hospital y una pensión de 600 euros mensuales que recibe como viuda. Eligió la pensión, que incluye seguro de salud para su hija. Hace unos meses, sin embargo, el gobierno redujo su pensión a 435 euros y Katri teme nuevos recortes. Los empleos, por otra parte, se han agotado. «Nos han vuelto temerosos de imaginar el futuro», afirma.

Antes de la crisis, hogares como los de la Fundación Hatzikonsta abordaban principalmente problemas sociales como abuso o alcoholismo. La crisis económica y el repliegue del Estado de bienestar han causado una ola de peticiones para aceptar a hijos de padres desempleados que ya no reciben más beneficios, madres solteras en apuros económicos y familiares que viven de la jubilación de un abuelo. «La demanda es ilimitada», insiste Leonidas Dragoumanos, director del organismo.

Desde 2011 en adelante, más de 700 familias han solicitado a la filial griega de la organización internacional de caridad SOS Children’s Villages que tomen a sus hijos por razones económicas, normalmente porque los padres no pueden encontrar empleo ni reciben prestaciones, y entran en pánico.

Tanto Hatzikonsta como SOS, escasas de recursos y renuentes a separar familias, han rechazado la mayoría de los pedidos. En su lugar, han creado o expandido programas que subvencionan a los niños para que sigan viviendo con sus familias.

La situación de las propias organizaciones sin ánimo de lucro dista de ser boyante. Las donaciones y los ingresos por alquiler están cayendo. Hatzikonsta ya utilizó la mitad de los ahorros acumulados antes de la crisis, que se acabarán en 2014, calcula Dragoumanos.

La familia Kotsolaras es una de las muchas que visitan SOS para obtener apoyo y orientación financiera. Stamatis Kotsolaras trabajaba como orfebre en una joyería que cerró. Ahora, conduce un taxi 12 horas al día, siete días a la semana, con lo que gana unos 40 euros al día. «Antes teníamos una vida digna», comenta su esposa Giota, que está desempleada. «No teníamos ahorros en Suiza, pero al menos podíamos comprar ropa nueva», explica. La pareja ahora es partidaria de Syriza, pero no está segura de que el partido de izquierda radical puede ofrecer «la luz al final del túnel», dice Giota.

Durante una huelga general realizada el mes pasado, Giota se unió a una manifestación para protestar contra las medidas de austeridad frente al Parlamento. La huelga también le brindó la oportunidad a su marido de jugar baloncesto con Constantinos, su hijo de 4 años.

Las repercusiones políticas de la crisis económica son fáciles de apreciar en los vecindarios más pobres de Atenas. El movimiento fascista Amanecer Dorado repartía comida gratis hace unos días. La única condición para recibirla era demostrar ser griego, y no inmigrante.

Unos mil jubilados y desempleados hacían fila en la Plaza Attiki mientras musculosos activistas vestidos de negro y mostrando el logo del partido parecido a la suástica acumulaban tallarines, frutas, verduras, aceite de oliva y pescado para distribuir.

A la mayoría de los que estaban en la cola poco les importaba el historial de violencia contra los inmigrantes y negación del Holocausto de Amanecer Dorado. «Son el único partido que está cerca de la gente», dijo Yannis Mamadakis, el dueño de una tienda que cayó en bancarrota. «Nadie más reparte comida».

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