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La crisis fulmina a media clase polí­tica europea

La crisis de deuda soberana continúa cobrándose víctimas. Primero fue Brian Cowen (Irlanda), le siguió José Sócrates (Portugal) y el último ha sido Yorgos Papendreu. Pero en el corredor de la muerte se encuentra ya Silvio Berlusconi, que si nada lo remedia -y pese a su proverbial capacidad para tejer pactos de última hora gracias a sus dádivas parlamentarias- está a punto de caer. El quinto líder en cuestión es Zapatero; pero, como se sabe, no se presenta a las elecciones, aunque su heredero político, Pérez Rubalcaba, ha comprado todas las papeletas para estar en la oposición.Esta cadena de víctimas pone de relieve la secuencia de la crisis. Primero fue estrictamente financiera derivada del pinchazo de la burbuja inmobiliaria; a continuación se trasladó a la economía real (aumento del desempleo) y, como consecuencia de ello, se generaron enormes déficit públicos que al final se han convertido en un problema político que ni siquiera la convocatoria adelantada de elecciones ha sido capaz de calmar. Las primas de riesgos de los países periféricos siguen en niveles extraordinariamente elevados. E incluso Italia, que de los países amenazados es el que más progreso ha hecho en cuanto a reducción del déficit público, está a punto de rescate. Y la siguiente es España.

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