SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

La crisis del PP y el puñetazo de Aznar como sí­ntoma

Contaba aquí Cristina de la Hoz el pasado jueves que el origen de la bomba nuclear que el martes 21 José María Aznar soltó desde Antena3 sobre la ciudadela del Partido Popular tuvo su origen en una entrevista que el expresidente y el actual inquilino de Moncloa mantuvieron hace mes y medio. Encuentro tenso, porque las aguas del partido y las del propio país hace años que bajan muy revueltas, centrado en dos grandes reproches: la falta de energía a la hora de defender la anterior etapa de Gobierno popular, la encabezada por el propio Aznar entre 1996 y 2004, por un lado, y la pésima gestión que el partido ha hecho y sigue haciendo del escándalo Bárcenas, el tesorero desleal que salió de Génova forrado, llevándose además “entre 8 y 10 cajas de documentos” contables, y que ahora tiene al partido en un brete, un sin vivir, en particular al propio Aznar, víctima propiciatoria del ataque inmisericorde de la izquierda política y mediática, con el grupo Prisa a la cabeza.

Hay quien habla, sin embargo, de conversaciones telefónicas entre ambos mucho más recientes, siempre en torno a ese grano purulento que al PP le ha salido en los bajos llamado Bárcenas. Frente a la exigencia de Aznar de que el partido reaccione, acote el problema y frene la sangría, Mariano Rajoy habría contestado que las posibilidades de controlar el incendio son ahora mínimas y que no cabe sino esperar a que la Justicia haga su trabajo: “Que los tribunales sigan su curso”. El desaire de Rajoy habría llevado al expresidente, “te vas a enterar”, a llamar por teléfono a Gloria Lomana en la mañana del viernes 17 para decirle “estoy dispuesto”. No podía haber elegido mejor momento. Ese viernes, en el hogar de los Aznar ya sabían que El País se disponía a publicar los regalos que el jefe de la ‘trama Gürtel’, Francisco Correa, realizó a la pareja formada por Alejandro Agag y Ana Aznar con motivo de su famosa boda en El Escorial. Demasiado para Gálvez. Ese ataque a la familia era más de lo que el expresidente, que pelea en los tribunales con el grupo Prisa, podía soportar.

El resquemor de Aznar va más allá y apunta a la sospecha de que algunos de los actuales altos cargos del partido, gente que le debe su carrera política, caso de la secretaria general, Dolores de Cospedal, y sobre todo de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, estarían comportándose de forma desleal con el presidente del partido. Sin necesidad de remontarse a la participación activa que la propia Soraya jugó en el proceso de capitalización de la deuda de Prisa por parte de Santander, La Caixa y, en cierto modo, Telefónica, que supuso la salvación, siquiera momentánea, del antiguo grupo de Jesús Polanco, intervención nunca explicada, en casa de los Aznar sospechan que algunas de las informaciones que nutren las páginas de El País salen de los predios del propio partido. Un ejemplo bien reciente lo tuvimos 24 horas después del «pelotazo» de Antena 3, cuando el diario tituló: “El PP pagó la casa de Aznar hasta que llegó a la Moncloa”. ¿No quieres caldo, Josemari? Taza llena. Y, ¿quién podía saber mejor que el propio PP que esos pagos en especie se produjeron?

Nada de lo ocurrido esta semana en el seno de la derecha política hubiera seguido el curso comentado de no ser por la situación de profunda crisis que vive el partido, en paralelo con la no menos aguda que mantiene en coma al PSOE, correlato ambas de esa otra gran crisis española que es política e institucional, con los partidos mayoritarios como botón de muestra. Al final, lo que ha hecho Aznar, investido de su indiscutible patronazgo sobre las filas conservadoras, es convertirse en portavoz y abanderado del desconcierto que recorre todas y cada una de las plantas del edifico ‘popular’ a cuenta de un Gobierno que, por mor de las circunstancias, ha traicionado su programa electoral de la cruz a la raya, y que hoy tiene, desde el grupo parlamentario a los barones autonómicos, pasando por algunos ministros del propio Gobierno, y naturalmente a la militancia de base del último pueblo de España, los tiene, digo, aturdidos y perplejos, desnortados, sin hilo conductor creíble capaz de explicar esa pulsión socialdemócrata que parece haberse apoderado de quienes manejan el BOE. Por las cuatro esquinas del PP suena la misma pregunta: “Pero, ¿qué está pasando en Madrid? ¿Se han vuelto todos locos?”

La herida abierta en el PP por la política fiscal de Montoro

Particularmente escandalizada se muestra la intelligentsia del partido a cuenta de la política fiscal defendida por Cristóbal Montoro y obviamente respaldada por Rajoy, basada más en la subida de impuestos que en el recorte del gasto como fórmula para reducir el déficit público. La decepción es general en el aparato y en las altas esferas del partido, plagada de fieles creyentes en esa doctrina que predica gente como Alberto Alesina (Should we cut spending or hike taxes to reduce our debt-to-GDP ratios? The answer is obvious: the cheapest, most effective and confidence-inspiring route is to cut spending) y tantos otros. El diputado y presidente de la comisión de Hacienda del Congreso, Gabriel Elorriaga, directo colaborador de FAES, lo ha dicho alto y claro: “ningún país ha salido de la crisis aumentando o acelerando la presión fiscal”. Pero el gran Montoro sigue firme, incluso desafiante, a los mandos de esa política fiscal de tinte socialdemócrata: “Las añoranzas para otro día”, respondió, tan campante, a la denuncia de Aznar que tan directamente le apuntaba con el dedo.

Estamos ante un partido que, resumen de «ideologías» que van desde el centro hasta la extrema derecha, parece haberse quedado sin ideología en esta hora crítica, de modo que se mueve a merced de las olas de una profunda crisis que trata de vadear con más voluntad que acierto y dando no pocos palos de ciego. No hay forma, por eso, de que los sectores más centrados del mismo, por no hablar de los realmente liberales –tan escasos ellos- entiendan que un proyecto de Ley de Educación vital para el futuro del país termine aceptando las tesis de la Conferencia Episcopal con las polémicas clases de religión y, al mismo tiempo, acepte como punto de partida la derrota ante los nacionalismos en la cuestión de la enseñanza del castellano, un asunto que nada tiene que ver con derechos de los territorios y sí con la fundamental defensa de las libertades personales. Del mismo modo, no se entiende que en una sociedad que ha superado muchos de sus viejos atavismos, el ministro de Justicia, el supuesto ‘progre’ oficial de la casa, anuncie una ley que recorta los derechos de la mujer a la hora de decidir abortar en caso de malformación del feto. Cuestiones que ya estaban resueltas, por asumidas, y que devuelven en el espejo de amplios sectores sociales la imagen de un partido conservador que no termina de salir de las sacristías y que solo se mueve a gusto entre las sotanas del “curato”.

Al final, el verdadero valor de la ‘bomba’ Aznar, su sentido más profundo, su enseñanza ejemplar, si se le quiere llamar así, es que ha venido de nuevo a poner de manifiesto ante los ojos del pueblo español algo tan obvio como que va a ser más fácil superar la crisis económica que abordar siquiera la salida de la profunda crisis política e institucional, además de moral o de valores, que aqueja a España, y que está aguas arriba de las angustias económicas del momento. Lo que los males del PP –por no hablar de los del PSOE por redundante- ponen en evidencia es precisamente esa crisis de las instituciones, crisis que nuestro establishment se niega siquiera a reconocer. La sociedad civil española, sin embargo, sigue dando muestras de haberse puesto definitivamente en movimiento. El próximo martes 28 de mayo, un centenar de profesionales presentará en el Círculo de Bellas Artes de Madrid un manifiesto reclamando una nueva legislación para los partidos políticos, dirigido a favorecer la regeneración de la vida democrática y a combatir la corrupción. Entre los promotores del mismo, el profesor Luis Garicano, de la London School of Economics, el economista y empresario César Molinas, la presidenta de la Fundación Hay Derecho Elisa de la Nuez y el diplomático y escritor Carles Casajuana.

Aznar no cuenta con apoyos bastantes en el PP

“Entre los muchos cambios que hoy demanda nuestro sistema político”, señala el manifiesto, “el más urgente es la elaboración de una nueva Ley de Partidos Políticos, con el fin de regular su actividad, asegurar su democracia interna, la transparencia de su financiación y acercar la política a los ciudadanos. Esta es una condición necesaria para poder abordar con garantías un proceso de reforma institucional mucho más amplio que debería incluir, entre otras, la reforma de la Justicia, la regulación de los lobbies y la separación estricta de los cargos políticos y los puestos administrativos para garantizar la independencia y la profesionalidad de la función pública”. Unos postulados que este diario, como viene reflejando su línea editorial, hace plenamente suyos.

Desde la trinchera de su pasado, Aznar ha disparado un obús que ha impactado de lleno en la arquitectura de un partido carcomido por la ausencia de democracia interna. Como ocurriera en el congreso celebrado en 2008 en Valencia, el que asentó en la cúspide a un discutido Rajoy, tampoco ahora el expresidente rematará la jugada. El suyo, un loable ejercicio de discrepancia interna al que tan poco acostumbrados están nuestros partidos, quedará en un gesto, apenas el resplandor de una hoguera capaz de iluminar una semana un cuerpo fosilizado, entre otras cosas porque el autor del disparo tiene ahora menos apoyos internos que en 2008. Prietas las filas, recias, marciales, tras el repartidor de prebendas y canonjías. Solo si se frustraran las esperanzas puestas en una cierta recuperación a finales del año en curso, solo si la economía evolucionara a peor, algo que parece imposible, podría estallar en pedazos un partido que, apenas enmascarado por el usufructo del poder, es un volcán a punto de erupción. De recoger los trozos del jarrón difícilmente podría encargarse Aznar. “Las cosas se van para no volver”, dijo el otro día ese Churchill que es Jesús Posada. Entre otras razones porque Josemari ya no está para predicar en el desierto de los pobres, sino para disfrutar en el jardín de las delicias de los ricos. Para hacer dinero.

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