Martina Dipaula, activista de Fridays for Future España

“La crisis climática es medioambiental, pero también social”

A las puertas de la cumbre se han movilizado hasta 100.000 personas exigiendo a los gobiernos medidas valientes para detener el calentamiento global. Entre ellos los jóvenes de Fridays for Future. Entrevistamos a una de sus activistas en España, Martina Dipaula.

Las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero han vuelto a los niveles anteriores a la pandemia y van camino de superarlos. Este es el contexto en el que se ha celebrado la Conferencia de las Partes, la COP26, en la ciudad escocesa de Glasgow (Reino Unido).

Entrevistamos a Martina Dipaula. Es de Málaga, estudia sociología y comunicación en la Universidad Complutense de Madrid y es activista de Juventud por el Clima – Fridays for Future España

.

¿Cómo valoráis la cumbre? ¿Qué nota le pondrías?

No tengo claro qué nota ponerle, pero no está aprobada. Primero hay que decir que este tipo de cumbres son necesarias. Es importante que se reúnan, que se acuerden medidas para frenar el calentamiento global, que el clima esté en la agenda política, pero desde hace tiempo mucha gente no esperamos mucho de ellas. Ya nos esperábamos que no se llegase a nada concluyente. No se toman medidas vinculantes, ni como Unión Europea, ni como países individuales, para llegar a los propósitos marcados por el Acuerdo de París, de limitar el calentamiento global a 1,5ºC. Sentimos una mezcla de decepción y resignación.

Dime al menos tres cosas que deberían haber salido de la COP26 para que la pudiésemos aprobar

Primero, un tratado vinculante para detener el calentamiento que tenga en cuenta la Justicia Climática, y por tanto el nivel de responsabilidad y qué medidas que puede adquirir cada país. Con esto quiero decir que aquellos países que tienen mayor responsabilidad en el calentamiento global, tienen que actuar en consecuencia, con medidas más ambiciosas.

En segundo lugar, que se le diera la importancia que tiene a todos los informes del IPCC, avalados por la comunidad científica internacional. Es necesario partir de los datos y de las predicciones de estos informes, de los riesgos y peligros de los que nos advierten si seguimos calentando el planeta, y actuar en consecuencia.

Y lo tercero que debería haber salido de esta cumbre es medidas y políticas efectivas para disminuir de forma efectiva las emisiones de CO2 y de gases de efecto invernadero. Desde 2015, en el Acuerdo de París, se propuso el límite que no deberíamos superar de 1,5ºC. Ya lo hemos superado y vamos a un calentamiento mayor, pero se sigue posponiendo la toma de medidas ambiciosas.

La crisis climática no afecta a todos los países por igual

Por ejemplo, lo que se propone es que se lleguen a las emisiones cero en 2030, pero se sigue manejando como plazo el 2050 o más. Se siguen aplazando las metas, pero es que tampoco se proponen formas para llegar a ellas.

El otro día decía Greta Thunberg que para que haya justicia climática, no puede haber el mismo rasero para los países pobres que para los ricos. ¿Qué es Justicia Climática?

Lo primero es que no todos los países tienen la misma responsabilidad en el calentamiento global. Y por eso no se puede pedir el mismo nivel de compromiso a todos. Pero también hay que entender que la crisis climática no nos está afectando a todos los países por igual, y no nos va a perjudicar a todos igual. Un ejemplo son las Islas Tuvalu en el Pacífico Sur, que pueden llegar a desaparecer si se eleva el nivel del mar… ¡y ni siquiera tenían representantes en Glasgow, porque no tenían medios económicos para llegar!

Es más, deberíamos cambiar el lenguaje y dejar de hablar de países ricos y pobres, sino de países ‘enriquecidos’ y ‘empobrecidos’. Los países empobrecidos lo han sido a costa de otros, y los que se han enriquecido ha sido gracias a extraer recursos de forma injusta, de deslocalizar empresas hacia sitios donde hay mano de obra barata… En definitiva, esa desigualdad no es espontánea. Lo mismo ocurre con el clima.

Por eso, aunque el cambio climático sea un problema global, es necesario tener una mirada local, de cómo afecta a cada país, y cómo cada país puede adaptar su modelo energético o económico según sus posibilidades. Hay que tener en cuenta las consecuencias medioambientales, pero también sociales, de la crisis climática. Ya estamos viendo cómo están aumentando los refugiados climáticos, cómo la sequía o la desertificación es una de las causas de la llegada masiva de refugiados a Europa.

Hay un punto sobre el que los ambientalistas son especialmente críticos, que son los mercados de carbono. Hay cuotas de emisión de gases de efecto invernadero, pero si una empresa o un país se sobrepasa, siempre puede comprar una cuota extra a otro.

Es tal cual lo dices, muchas veces a las empresas les resulta más rentable pagar el impuesto y seguir contaminando. De forma que estas actividades económicas, que atentan contra la salud de las personas y del planeta, acaban pagando impuestos. La «ecofiscalidad», como concepto, debería servir para impedir que las empresas contaminen, para obligarlas a que sean menos perjudiciales para el clima, y para financiar políticas positivas, pero estas tasas no van a financiar medidas ambientales que formen parte de la solución.

Hay que cambiar el paradigma económico y de consumo

Yo creo que hay que cambiar el paradigma económico y de consumo. ¿Realmente es necesario producir de esta forma, cuando tiene estas consecuencias para el planeta y la gente? ¿Cómo puede ser que les salga rentable seguir agravando la crisis climática? No puede ser que tomemos medidas sólo cuando tenemos las consecuencias encima, deberíamos ser más previsoras y tomarlas con antelación. Si pudiésemos ver las cosas con más perspectiva, a lo mejor veríamos que lo «rentable» a largo plazo es detener la crisis climática y apostar por un modelo sostenible y respetuoso.

Hay algo que se señala mucho de estas cumbres y es el greenwashing. Los grandes monopolios del gas, carbón, petróleo, o de la industria del automóvil tenían más representantes en la COP26 que cualquier país asistente.

Es así de impactante, y por desgracia no es nuevo. En la anterior cumbre, que fue en Madrid, una cosa que nos llamó mucho la atención fue la campaña publicitaria de las grandes eléctricas, de Iberdrola, Endesa…  Son las empresas más contaminantes de España y ahí estaban, patrocinando la cumbre mundial por el clima. Es un ejemplo de ese greenwashing, de ese «capitalismo verde» que cada vez está más presente. Quizá sería más interesante que en vez de destinar tanto dinero a publicitar lo «verdes» que son, lo dedicaran a reconvertir la forma que tienen de producir energía.

Ahora Francia ha abierto un debate acerca de considerar la energía nuclear como «energía verde», porque no genera gases de efecto invernadero. ¿Qué te parece? ¿Debemos apostar sólo por las renovables o la energía nuclear debe ser una especie de “mal menor”?

En primer lugar, cuando hablamos de energías renovables hay que tener en cuenta que no son una solución idílica, en el sentido de que también tienen impacto ambiental. Los grandes proyectos de parques eólicos o fotovoltaicos también impactan en los ecosistemas. A menudo esos proyectos no tienen en cuenta el territorio y las personas que viven allí. Por eso vuelvo a insistir en que la solución pasa por cambiar nuestra forma de consumo y de producción.

Y si ya de por sí las renovables no son una solución exenta de problemas, si hablamos de la energía nuclear, con la cantidad de residuos radioactivos que generan para miles de años, con lo peligrosas que tienen, entonces apaga y vámonos. Francia defiende eso porque tiene 58 centrales nucleares.

Deja una respuesta