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La contracción de España oculta un regreso al equilibrio

Los males de España aumentaron en el cuarto trimestre. La economía se contrajo 0,7%, frente a la caída de 0,3% del tercero. La tasa de desempleo aumentó a 26,6% en noviembre, y el país podría haber incumplido sus objetivos de déficit de 2012 de 6,3% del PIB. Sin embargo, los mercados de deuda no han entrado en pánico por dos buenas razones. Primero, la recesión está enmascarando la mejora de algunas áreas estratégicas para España. Y segundo, la intervención del Banco Central Europeo ha hecho ganar bastante tiempo.

El cuarto trimestre suele ser complicado. España subió el Impuesto de Valor Agregado o IVA en septiembre hasta 21% desde 18%, lo que probablemente generó algo de actividad en el tercer trimestre, y canceló la paga extra de Navidad de los funcionarios. Pero, hacer un promedio del primer y el segundo semestre del año hace que la tendencia de empeoramiento se vea menos extrema. JP Morgan indica que el ritmo de caída de la segunda mitad del año fue de 2% en términos anuales, frente a 1,7% de la primera. El resto de la zona euro también estuvo deprimido en el cuarto trimestre. Incluso la economía de Alemania se contrajo, puede que un 0,5%.

En términos anuales, el PIB español cayó 1,4%. La demanda interna se redujo 3,9%, según el Banco de España, aunque fue amortiguado por el aumento de las exportaciones netas a medida que España recuperaba la competitividad frente a sus rivales de la zona euro. Los costos laborales han bajado y se espera que la cuenta corriente arroje un superávit en 2013, tras registrar un déficit de 10% del PIB en 2007.

Hay ciertas esperanzas de que España comience a recuperarse en 2013, aunque lentamente. Las condiciones financieras están mejorando para las empresas y los bancos españoles, a lo que se sumarán unas mejores perspectivas de crecimiento mundial. El comisario europeo Olli Rehn sugirió recientemente que los objetivos de déficit de España podrían suavizarse para evitar seguir sumando medidas de austeridad. Sin embargo, hay poco margen para suavizarlos. El ratio deuda-PIB de España tocará un techo del 95% en 2015, según Fitch, y la calificación de su deuda sigue siendo susceptible a rebajas.

Ni España ni los inversionistas pueden permitirse el lujo de ser complacientes. El BCE podrá haber ganado tiempo, pero el doloroso esfuerzo de España para ganar competitividad lo necesitará.

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