P rimero fue una campaña electoral bronca y llena de ataques por una batería de medios de comunicación furiosamente hostiles al PT. No lo consiguieron: Dilma ganó de nuevo con 54 millones de votos (el 26%). La jauría de los mass media utilizan los escándalos de corrupción (el caso ‘Lava Jato’) como «arma selectiva». Mientras ignoran o minimizan los escándalos de la oposición -dos tercios de los diputados de la derecha están siendo juzgados por delitos de corrupción- magnifican y deforman los casos delictivos -reales o presuntos- que afectan al PT.
Luego vino la actuación escandalosamente prevaricadora de jueces y fiscales contra Lula, con detención televisiva incluída, para degradar la imagen y el enorme prestigio del máximo lider del PT pocas semanas después de que anunciase su intención de presentarse de nuevo a las presidenciales de 2018. Jueces, fiscales y una Policía Federal “entrenados y formados” -y cooptados- durante las dos últimas décadas por sus homólogos norteamericanos en cursos de formación supuestamente “técnicos”.
Finalmente la traca ha llegado a su estallido final. Tras semanas de una farsa parlamentaria, de un bochornoso juicio político sin pruebas, haciendo que los socios de gobierno abandonen al PT, el impeachment ha logrado que la mandataria brasileña sea apartada de su cargo durante 180 dias (el tiempo que dura el proceso) y sea sustituída por Temer, que de consumarse este golpe de Estado político-mediático-judicial gobernaría Brasil hasta 2018.
«El impeachment es un golpe blando conseguido a través de un autentuco ejercito de cipayos, de hombres orgánicos de Washington en Brasil»
Los cables de wikileaks han revelado que Temer es un hombre de Washington, y que mantuvo una constante comunicación con la Embajada de EEUU en Brasil para intercambiar información clasificada como «sensible» y «solo para uso oficial». Un informante de la CIA, una ‘garganta profunda de alto standing’ colocado como vicepresidente del gobierno de Rousseff.
La información de wikileaks se basa en telegramas del entonces cónsul general de EEUU en Brasil, Christopher J. McMullen. En ellos se indica como Temer afirmaba que el PMDB no tendría ninguna objeción a sumar a Brasil al ALCA, la expansión del Tratado de Libre Comercio que promovía EEUU en América Latina. “El verdadero problema con el PMDB es que no tiene una ideología o una estructura política que le permita elaborar e implementar una agenda política nacional coherente”, escribía McMullen, al definir a ese partido como “una coalición de caciques regionales oportunistas”. Aunque seguramente sus jefes del Departamento de Estado vieron en ese “problema” una oportunidad. Ya tendrán una agenda política, la nuestra.
Este es el hombre que va dirigir Brasil los próximos 180 días, y puede que hasta 2018: un político indígena ferviente defensor de los intereses de la dominación extranjera, un vulgar cipayo de la embajada yanqui.