Este verano, el fútbol ha dejado de encabezar las noticias deportivas para ponerse a la cabeza de los escándalos de corrupción. Si hace unos días veíamos a inspectores de Hacienda entrando en el yate de Cristiano Ronaldo, ahora hemos asistido a la caza de una pieza mayor: la detención y entrada en prisión de Ángel María Villar, el Presidente de la Federación Española de Fútbol, el auténtico «monarca» del fútbol español.
El pasado 19 de julio, unidades operativas de la UCO (Guardia Civil), efectuaban un registro en la sede de la Real Federación Española de Fútbol y procedían a la detención de Ángel María Villar, presidente de la RFEF desde hace 29 años, cargo que renovó recientemente tras un duro y polémico proceso electoral. La redada, supervisada por el juez de la Audiencia Nacional Santiago Pedraz, se producía al margen de otros procesos en los que Villar se encuentra investigado, como el Caso Haití, y por el que declaró el pasado 6 de julio. Junto a Villar, fueron detenidos su hijo Gorka, el vicepresidente de la Federación, Juan Padrón, y otros dirigentes regionales del fútbol español.
La causa instruida por el juez Pedraz contra Villar incluye la investigación de delitos como «la compra de votos» (Villar habría utilizado los recursos económicos de la Federación para favorecer a distintos líderes territoriales con el objeto de garantizar su voto en las elecciones a la presidencia. Esto supondría un delito de corrupción entre particulares, falsedad, administración desleal, apropiación indebida y posible alzamiento de bienes), la adjudicación a dedo de partidos de la selección española que habrían redundado en beneficios ilícitos y otras adjudicaciones de contratas a firmas vinculadas con su hijo Gorka para el enriquecimiento de ambos. Este capítulo de delitos podría agrandarse conforme se desarrollen unas investigaciones que aún están en sus inicios, y que se han desarrollado a partir de escuchas telefónicas durante los últimos tres meses en las que Villar y su hijo habrían puesto en evidencia maniobras lucrativas para ambos.
La «caída» de Villar, y la revelación de su pasado delictivo, eran algo esperado, que no ha sorprendido especialmente. Villar era prácticamente el último gran directivo del fútbol mundial que no había sido procesado, tras la caída de los presidentes de la FIFA, el suizo Joseph Blatter, el presidente de la UEFA, el francés Michel Platini, y docenas de directivos más, acusados de todo tipo de corruptelas. Villar no solo se había convertido en el presidente «inamovible» de la Federación Española, sino que era además Vicepresidente de la UEFA, y su nombre se barajó para la presidencia tras el procesamiento y la condena de Platini. Las sospechas que ya se cernían sobre Villar fueron, sin duda, uno de los motivos que frenaron su nombramiento.
Aunque el proceso a Villar podría inscribirse dentro de toda la campaña contra la corrupción en el fútbol a escala mundial (campaña que aún adquirirá una nueva dimensión cuando se investigue a fondo la concesión del mundial a Qatar, el mayor fraude y el mayor disparate de la historia del fútbol mundial), la detención y procesamiento de Villar tiene muchos ingredientes «nacionales» que conviene no olvidar.
De un lado, forma un «todo» con la campaña de Hacienda contra el fraude fiscal de los futbolistas, que ha llevado a procesar a Messi y a Ronaldo, tanto con fines ejemplarizantes (aquí paga «todo dios») como con fines recaudatorios (hay que pagar sí o sí la gigantesca deuda de España).
Por otra parte, forma parte también de un «sigiloso» pero persistente proceso de renovación de todas las instituciones, que pretende dejar atrás un periodo de nuestra historia, que si bien consiguió logros muy meritorios (y la Federación de Fútbol y Villar son un paradigma, nunca tuvo el fútbol español tanto prestigio ni ganó tales títulos, incluido un mundial), desembocó en la crisis más grave de los últimos 50 años, poniendo en grave riesgo no ya la gobernabilidad sino el fuste mismo de pilares esenciales del Estado. Ese proceso de «limpieza» alcanzó en su día a la propia cúpula del Estado (dimisión del rey Juan Carlos) y ahora llega al cabeza de la RFEF, que no es ninguna cosa menor.«El fútbol es un asunto de Estado, y no verlo así es una ingenuidad»
Si partimos de la divisa romana «pan y circo» (que se supone que es lo que un gobernante debe dar para tener satisfecho y dominado al pueblo), podríamos decir que, a día de hoy, el fútbol es la parte esencial del «circo» en un país como el nuestro. El mayor espectáculo de masas actual, que además llena dia a día el ocio de millones de personas. El fútbol es un asunto de Estado, y no verlo así es una ingenuidad. Es el Estado quien ha decidido quitar a Villar y «limpiar el establo de la RFEF», donde los treinta años de «villarato» habían acumulado demasiada podredumbre.
Y de paso, con la eliminación de Villar, se llevará a cabo muy probablemente una nueva «recentralización» del poder en el mundo del fútbol español. Con Villar, que fue futbolista del Athelic de Bilbao, se había producido un cierto fenómeno de descentralización del fútbol, que tuvo su reflejo en el hecho de que, en sus 29 años de mandato, fue el Barcelona el club que más ligas obtuvo (14, frente a 10 del Real Madrid, 2 del Atleti, 2 del Valencia y 1 del Dépor). Villar estaba considerado en los cenáculos de Madrid como una especie de «submarino» del Barça. Ni siquiera cuando la selección española se construyó sobre el esqueleto futbolístico del Barça, y ello dio como resultado ganar consecutivamente dos Eurocopas seguidas y un Mundial (algo que no había conseguido hasta entonces nadie), ni siquiera entonces dejó de pesar sobre Villar la sospecha de «antimadridismo» que le ha perseguido durante buena parte de su mandato.
No es descartable que su fulminación por corrupto constituya ahora una buena oportunidad para que Florentino y los suyos acaparen, de nuevo, todo el poder del fútbol en España.