SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

La caí­da de PP y PSOE adquiere tintes inquietantes

La caída del apoyo a PP y PSOE es brutal. Pero a más largo plazo, esta situación puede adquirir tintes inquietantes porque puede dar lugar a la exploración de vías políticas heterodoxas al margen del sistema. El movimiento del 25-S, mucho más duro que el del 15M y también más explícito en sus intenciones de cambiar el modelo vigente, podría ser el primer síntoma de un estado de cosas que debería preocupar extraordinariamente al establishment, a una clase política que no parece percatarse del peligro que representa que un sector muy significativo de la población deje de creer en el sistema político representativo.De momento, se benefician de ello IU, UPyD y, sobre todo, la abstención. De celebrarse ahora las elecciones, Izquierda Unida obtendría el 12,6% de los votos, seis puntos más que en las elecciones generales, y UPyD alcanzaría el 10,2%, 5,5 puntos más que en 2011.Así lo confirman las encuestas mensuales de Metroscopia, que coincide sustancialmente con la serie más espaciada del CIS, arroja este mes como elemento más inquietante el dato de la creciente desafección de los ciudadanos hacia los dos grandes partidos, que se han alternado al frente del Estado en los últimos treinta años.En concreto, según el barómetro de octubre, el PP ha perdido en 11 meses 14,7 puntos, hasta el 29,9% de los votos y el PSOE 4,8 hasta el 23,9%. Quiere decirse que PP y PSOE apenas logran el 53,8% de los votos conjuntamente cuando en 2008 lograron el 83,8%. El 84% de los encuestados tiene poca o ninguna confianza en Rajoy y el 90% en Rubalcaba.Feijóo, consciente, se distanciaEstas evidencias no son inocuas y ya tienen consecuencias: en Galicia, sin ir más lejos, Feijóo está tratando de distanciarse de sus propias siglas e incluso de los líderes estatales, con Rajoy a la cabeza. La cercanía al Gobierno y al partido que lo sostiene genera rechazo y no al contrario. Pero esta actitud, comprensible en quien se juega el ser o no ser políticamente, agrava la desafección porque es reconocida por la opinión pública, que ve cómo quien aspira a gobernar rechaza también la alineación con una de las grandes fuerzas.La desafección tiene, en realidad, dos causas principales; en primer lugar, la evidencia de que PP y PSOE no mantienen discursos propios. Ambos se atienen al diktat de los grandes axiomas europeos, que nos vienen impuestos y que aquí acatamos acríticamente hasta extremos poco digeribles (la reforma constitucional del verano de 2011 por la que nos hemos comprometido a pagar antes las deudas exteriores que a sostener las pensiones, por ejemplo, es difícil de explicar)

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