SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

La Brigada Pomorska

La caballería polaca es uno de los grandes mitos de la Segunda Guerra Mundial. En septiembre de 1939, nada más iniciarse la invasión alemana de Polonia, los altos oficiales de la Wehrmacht se encontraron con una sorpresa: los polacos contraatacaban con la caballería. ¡Con la caballería del siglo XIX! Polonia no había llevado a cabo la modernización militar de otros países europeos -el cuerpo de caballería era el más reticente- y se hallaba en clara inferioridad ante la renovada maquinaria de guerra alemana. (Tiempo después, los soviéticos se encargarían del tiro de gracia, fusilando a miles de oficiales y policías polacos en el bosque de Katyn). Caballos contra tanques. El 2 de septiembre de 1939, la heroica Brigada Pomorska se lanzó al galope contra los panzer. La unidad fue aniquilada y los oficiales alemanes, muy impresionados, se convirtieron en los grandes propagandistas de la gesta. Así nació la leyenda.Hace seis años, cuando los cosas no estaban tan difíciles y había menos riesgo de que el diablo se apoderase de las metáforas, me atreví a utilizar la imagen de la Brigada Pomorska para ilustrar el comportamiento de las fuerzas políticas y económicas catalanas en los dos episodios clave de la legislatura Maragall-Zapatero (2003-2006): la reforma del Estatut y la opa de Gas Natural a Endesa. El intento de ampliación de la autonomía catalana con sesgos confederales y el no menos ambicioso propósito de concentrar en Barcelona el principal polo energético español. «La Brigada Pomorska» es uno los capítulos de La rectificació, ensayo que tuve el honor de compartir con Lluís Bassets, Albert Branchadell, Josep Maria Fradera, Antoni Puigverd y Ferran Sáez Mateu. Un libro que, incluyendo puntos de vista muy distintos e incluso contrapuestos, abogaba por una mayor dosis de realismo en la política catalana. Un libro necesariamente antipático en una Catalunya que entonces oscilaba entre el ensueño, el desapego, el hedonismo y la sátira. (Hoy se mueve entre el ensueño, el desapego, la sátira y la rabia ante la crisis). Para quienes hemos heredado de la vieja cultura política un cierto respeto litúrgico por la relación de fuerzas, la historia de la Brigada Pomorska constituye una excelente metáfora de los desastres que se pueden derivar de un exceso de voluntarismo. En la confluencia del Estatut con la opa de Endesa (confluencia no deseada por los promotores de la segunda iniciativa), parece bastante evidente que no se calibraron de manera adecuada la fortaleza y la agresividad de los centros de poder derivados de la privatización de los antiguos monopolios públicos y de la fenomenal hegemonía política e ideológica del Partido Popular en la capital de España. Aquel doble envite fue interpretado rápidamente en Madrid como una prueba decisiva sobre la capacidad real del PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero para abrir un nuevo surco en España. Si fracasaba, seguiría siendo el presidente por accidente. Y fracasó. Recuerdo como si fuese ayer, el seco comentario de un inteligente excolaborador de José María Aznar en un restaurante de Madrid: «El Estatut y la opa a Endesa; me temo que las dos cosas a la vez no van a poder ser». Después del correspondiente cepillado en el Congreso, el Estatut acabó siendo taladrado por la guerra de guerrillas que el actual embajador de España en Londres tuvo la habilidad de orquestar en el Tribunal Constitucional ante la mirada atónita de su presidenta, María Emilia Casas, una experta en derecho laboral que jamás se había imaginado en una situación tan difícil. La opa a Endesa tuvo más rebotes que una pelota de baloncesto. Antes alemana que catalana, acabó siendo italiana. Fue comprada por Enel, una de las principales empresas públicas de Italia, no sin haber enemistado ferozmente a Angela Merkel con el presidente socialista español en vísperas de los tiempos terribles. Como en una tragedia griega, los principales actores de aquel agitado momento desconocían el drama que se avecinaba. (En el 2005, Gas Natural ofrecía 21,3 euros por acción; en el 2007, Enel desbarató la opa de la alemana E.ON y se hizo con la compañía, en alianza con Acciona, ofreciendo 40 euros por acción; a finales del 2012, evaporado el milagro español, Endesa cotiza a 16,4). La imagen de la Brigada Pomorska le gustó a Jordi Pujol, siempre interesado en las lecciones de la historia. Recuerdo bien su comentario (referido al gobierno tripartito de la Generalitat), acompañado del habitual carraspeo: «¿Pero qué se pensaban que es España? ¿Qué no la conocen?» En aquellas fechas, Pujol publicó un artículo en ABC en el que venía a plantear un pacto: si España reconoce la dimensión nacional de Catalunya, Catalunya deberá corresponder. El pacto no tuvo lugar, la crisis comenzó a devorarlo todo y la Brigada Pomorska vuelve a pasar por la mente de quienes creemos que el statuo quo español ha ganado las recientes elecciones catalanas y no compartimos el triunfalismo según el cual el 25 de noviembre tuvo lugar un simple ajuste de fuerzas en el interior del catalanismo. («Ha perdido el proyecto hegemonista del partido de los amos», sostiene el siempre racionalista Juan José López Burniol, autor de la más acerada definición del resultado electoral). Antes de proseguir, sin embargo, he de contarles un secreto. He de contarles la verdad. La leyenda de la Brigada Pomorska es falsa. La caballería polaca jamás se lanzó contra los panzer alemanes. Esta romántica historia, ampliamente difundida en la Europa de la posguerra, fue fruto de la genial capacidad narrativa de Indro Montanelli, maestro de periodistas. Las brigadas de caballería polacas entraron en combate contra unidades de infantería alemanas, la lucha fue hombre a hombre, y en el curso de algunos de estos enfrentamientos intervinieron fuerzas mecanizadas de la Wehrmatch. Montanelli, en aquel tiempo corresponsal del Corriere della Sera en el Báltico, vio con sus propios ojos los restos de la caballería polaca y dio crédito al testimonio interesado de los oficiales alemanes. En sus memorias (Soltanto un giornalista, conversación con Tiziana Abate), Montanelli diluye hábilmente la leyenda. Los polacos se hallaban en clara inferioridad de fuerzas, pero no estaban locos. Los polacos siempre han sabido resistir.

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