Elecciones en Brasil

La batalla por Brasil se decidirá en segunda vuelta

El pulso electoral en Brasil no ha acabado, y la pugna entre el ultraderechista Jair Bolsonaro (46,07% de los votos) y el candidato del PT, Fernando Haddad (29,22%) se decidirá en un desempate en segunda vuelta el 28 de octubre. En unas elecciones marcadas por la extrema polarización del país y bajo los efectos de un «golpe blando», que derribó mediante un impeachment ilegítimo al PT, y luego metió en la cárcel a Lula (que tenía un 40% de intención de voto), la izquierda brasileña ha logrado -en unas más que adversas condiciones- meterse en el balotaje.

Los titulares destacan la considerable ventaja obtenida por el candidato de la ultraderecha Jair Bolsonaro, que con un 46,07% de los sugragios ha estado cerca de conseguir el 50% que le permitiría ganar directamente en la primera vuelta. Bolsonaro se ha destacado durante toda su carrera por sus mensajes ultrareaccionarios, racistas, machistas y homófobos. No oculta su admiración por Donald Trump y pretende aplicar una política similar a las que ha llevado Michel Temer: venta de empresas públicas, facilidades para la inversión del capital extranjero, voladura de los derechos sociales (liquidación de los mecanismos de negociación colectiva o nuevas reformas de las pensiones), y mayores poderes a policía y ejército para que puedan sus atribuciones represivas. Bolsonaro ha sido calificado por Haddad como «un peligro para la democracia en Brasil».

Sin embargo, estos no son en absoluto unos comicios «normales» en Brasil. Que en las condiciones de extrema dificultad, el Partido de los Trabajadores y su candidato Fernando Haddad, hayan conseguido reponerse de no poder presentar a Lula como candidato, y hayan podido obtener el 29% de los votos, metiéndose en la segunda vuelta en un clima electoral enormemente polarizado, es una enorme victoria.

Unas elecciones marcadas por una reconducción ‘made in USA’

Estas elecciones brasileñas se dan bajo el signo del turbulento «golpe de Estado blando» que lleva sufriendo el país ya varios años. Un proceso de reconducción instigado desde Washington y los círculos más reaccionarios de la oligarquía brasileña que tiene como objetivo evitar por cualquier medio que el Partido de los Trabajadores vuelva a dirigir el país.

Em agosto de 2016, el golpe blando consiguió desalojar mediante un «juicio parlamentario» (impeachment) a la presidenta Dilma Rousseff, acusada sin pruebas de corrupción, y poner al frente de Planalto a un personaje, Michel Temer, tan impopular como entregado a destruir los logros sociales de los gobiernos del PT y a entregar las riquezas del país a las grandes familias oligárquicas y al capital extranjero.

Pero en todo este tiempo, la verdadera pieza de caza mayor ha sido el expresidente petista Lula da Silva y su gigantesco prestigio.

Lula lleva en prisión desde abril, tras un juicio dirigido por el magistrado Sergio Moro que ha sido denunciado por multitud de juristas brasileños e internacionales como un gigantesco cúmulo de irregularidades y prevaricaciones flagrantes, un ejemplo puro de lo que en el campo el Derecho se conoce como ‘lawfare’: la mala utilización y el abuso de las leyes del procedimiento jurídico con fines políticos. Las distintas sentencias han impedido que el candidato que contaba con un 40% de intención de voto se presentara a las elecciones. Ni siquiera la intervención del Comité de Derechos Humanos de la ONU -que en agosto se pronunció a favor de que Lula ejerciera sus derechos políticos y fuera candidato presidencial- hizo mella en el Tribunal Electoral brasileño. La decisión para las clases dominantes estaba tomada.

Todo eso en medio de una atronadora tormenta jurídica, política y mediática contra el Partido de los Trabajadores. La batería de medios de comunicación oligárquicos no ha parado de hacer campaña contra el PT, en especial gigantes mediáticos como O Globo, un emporio nacido al calor de la dictadura militar que es preponderante en los mercados de la TV abierta, radios y prensa gráfica. En los últimos meses incluso varios generales de alto rango del ejército brasileño han agitado sus sables y han amenazado con sacar a sus tropas a las calles si los tribunales dejaban a Lula presentarse a las elecciones.

Así, estos han sido unos comicios extremadamente polarizados y bajo el signo de la violencia. El propio Jair Bolsonaro sufrió un apuñalamiento el 6 de septiembre que le llevó a seguir la campaña desde el hospital. Pero él mismo ha alentado una espiral de odio -«he venido aquí para fusilar a todos los petistas», decía Bolsonaro en un mitin días antes de su atentado- y ha jaleado los centenares de asesinatos de líderes de movimientos sociales, sindicalistas y candidatos del PT, como la llorada concejal de Rio de Janeiro Marielle Franco.

En estas condiciones -no difíciles, sino tremendamente adversas- en las que todo el poder de la clase dominante brasileña y de la embajada norteamericana se ha volcado en impedir el avance del PT, el resultado de Haddad es muestra de la gran capacidad de lucha y resistencia de la izquierda carioca.

La batalla está por decidirse.

El 46% obtenido por Bolsonaro, al que hace una semana las encuestas daban un margen de votos no superior al 30%, es inesperado, muestran que los centros de poder -y en espacial los ‘halcones’ de Washington y de Brasilia- ante la posibilidad de remontada del PT, han decidido apostar por este candidato, poniendo en tensión toda su maquinaria creadora de climas de opinión. El «techo» que se le adjudicaba al ultraderechista era bastante más alto, y la multiplicada propaganda de que «el PT es corrupción» ha calado más hondo de lo que se creía.

Pero en esta partida no juegan solo las clases dominantes, por más que tengan las más poderosas cartas. Las clases populares y trabajadoras y los cientos de miles de activistas y militantes de la izquierda carioca van a redoblar su actividad ante la perspectiva que de un candidato extremadamente reaccionario como Bolsonaro sea presidente.

La catadura ideológica de Bolsonaro es tan ‘ultra’ que hasta los rivales en la izquierda del PT -Ciro Gomes (PDT, de centro-izquierda), Guilherme Boulos (PSOL, de extrema izquierda ), o la ecologista Marina Silva (REDE)- han confirmado a Haddad que le darán su apoyo en la segunda vuelta. Por el contrario, no está claro que Bolsonaro y sus mensajes incendiarios sea capaz de atraer a todo el centro-derecha.

La batalla por Brasil no está decidida, ni mucho menos. Estas semanas serán cruciales.

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