La tensión entre la troika y el gobierno de Syriza ha vuelto a niveles que no escuchaban desde julio de 2015. Ha bastado que Atenas se saliera del guión y anunciara que utilizaría los 617 millones del superávit de 2016 para abonar una para extra a los 1,6 millones de empobrecidos pensionistas griegos, para que se desaten nuevos chantajes y presiones sobre el ejecutivo de Tsipras.
Todo comenzó cuando el gobierno de Syriza anunció varias medidas no acordadas con la troika. Atenas quiere utilizar los 617 millones del superávit fiscal de 2016, para abonar una paga extra a 1,6 millones de pensionistas que ganan menos de 850 euros al mes. «Ha sido el compromiso de este Gobierno redistribuir cada euro de superávit de fuentes disponibles a los ciudadanos más débiles, y hoy cumplimos este compromiso», aseveró Alexis Tsipras en televisión. Una medida que se llevará a cabo de «forma antisimétrica, de abajo hacia arriba», es decir, que los que tienen una pensión más baja recibirán más ayuda; en todo caso, aseguró, no menor de 300 euros.
El gobierno además anunció la congelación del aumento del IVA en las islas del Egeo norte -las más castigadas por la afluencia masiva de refugiados y las que más están derrochando solidaridad a pesar de su penuria económica- hasta que la crisis migratoria disminuya. También informó de la contratación inmediata de 5.000 sanitarios entre médicos, enfermeras y demás personal.
La ira se ha desatado entre los acreedores comunitarios, en especial entre el intransigente gobierno alemán. Lo que más ha levantado los ánimos ha sido el carácter ‘unilateral e inconsulto’ de las medidas de Atenas. Como represalia, el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), ha decidido congelar las medidas “para aliviar la deuda griega” que se habían acordado a principios de diciembre.
Las potencias imperialistas siguen intentando arrinconar y secuestrar al gobierno griego, imponiéndole unas exigencias y una agenda antipopular que buscan que su base social lo abandone y su caída se precipite. El gobierno de Syriza intenta aprovechar cada rendija del corsé de hierro de la troika para suavizar o matizar los recortes, o para aplicar limitadas políticas redistributivas, a la espera de que una mejor correlación de fuerzas continental le permita liberarse del chantaje de Berlín y Washington. La batalla por Grecia sigue abierta.