La banca gana por partida doble

Por una parte, se libera de sus pérdidas y, por otra, obtiene un suculento beneficio de operaciones sin riesgo: intermediar entre el BCE y los estados nacionales. Los contribuyentes pierden también por doble motivo: asumen el coste de las insolvencias de las entidades financieras y se financian a un coste mayor que el que cobra el Banco Central Europeo.

Tal olítica sólo puede tener un efecto, que el euro continúe apreciándose frente al dólar y, lo que aún es más grave, frente a China y demás países asiáticos que están anclados al dólar y no permiten que esta moneda se deprecie frente a sus divisas. Tal política quizás sea buena para Alemania, aunque lo dudo, pero desde luego puede tener efectos muy negativos para España, Grecia y Portugal, e incluso para Italia y para Francia. Pero ¿cómo hacer una política monetaria común para países tan diferentes y con saldos tan contrarios en sus balanzas de pagos? CINCO DÍAS.- Bruselas ha concedido una prórroga a los sistemas financieros de la Unión Europea para que se reestructuren y se sirvan de mecanismos de intervención pública para sostener sus flujos de liquidez o la recomposición de sus niveles de recursos propios. La Unión ha destinado ya un 17% del PIB a ayuda directa o indirecta al sistema financiero, contabilizando liquidez, avales para emisiones o recapitalización, con una aportación descomunal en Reino Unido, Irlanda, Holanda o Bélgica EL PAÍS.- Hoy se cumplen cinco años de la muerte de Yasir Arafat. Las causas siguen envueltas en la bruma. Los tres últimos años los pasó Arafat en la Muqata, sitiado por las tropas israelíes. Los que convivieron con él sostienen, cada vez con más énfasis, que fue envenenado Opinión. Público La desmesura del BCE J. F. Martín Seco El Banco Central Europeo ha sido uno de los más reticentes en aplicar durante la recesión una política monetaria expansiva. Hay que recordar que aún en agosto de 2008, cuando las dificultades económicas eran ya un hecho evidente, elevó los tipos de interés. Sólo la postura decidida de la Reserva Federal le arrastró a reducirlos –en todo caso, más altos siempre que los de Estados Unidos–, y a ir incrementando progresivamente las facilidades crediticias a la banca. Fue de los últimos bancos centrales en hacer un paréntesis en la ortodoxia y ahora es el primero en anunciar que la fiesta del crédito se ha terminado. Jean-Claude Trichet, el jueves pasado, si bien mantuvo los tipos de interés, anunció que se van a ir retirando en un futuro inmediato las dotaciones extraordinarias de crédito. Aunque a remolque de la Reserva Federal, el Banco Central Europeo ha venido facilitando a la banca grandes cantidades de dinero en condiciones muy ventajosas. No obstante, la liquidez no ha llegado con fluidez a los particulares. En algunos casos, porque las entidades financieras la necesitan para disfrazar las situaciones de insolvencia en los créditos que tienen concedidos; pero en otras, porque prefieren prestar a los Estados que precisan endeudarse para las operaciones de rescate de los bancos y para los planes de estímulo de la economía. Se da así la paradoja de que el Banco Central Europeo preste a la banca, para que esta a su vez preste al Estado, para que a su vez rescate a los bancos en dificultades. Como consecuencia, la banca gana por partida doble. Por una parte, se libera de sus pérdidas y, por otra, obtiene un suculento beneficio de operaciones sin riesgo: intermediar entre el BCE y los estados nacionales. Los contribuyentes pierden también por doble motivo: asumen el coste de las insolvencias de las entidades financieras y se financian a un coste mayor que el que cobra el Banco Central Europeo. Todo ello tiene una explicación: el diseño absurdo bajo el que se ha construido la Unión Monetaria, según el cual el BCE no puede prestar a los Estados, con lo que debe conceder créditos exclusivamente a los bancos para que sean ellos los que presten a los países miembros. Las contradicciones de la Unión Monetaria se manifiestan también en la política extremadamente conservadora que, bajo el patrocinio del Bundesbank, aplica siempre el BCE. Incluso cuando la crisis está lejos de superarse y sin que exista ninguna tensión inflacionista en el horizonte –más bien todo lo contrario–, ya está hablando de restricciones crediticias. Tal política sólo puede tener un efecto, que el euro continúe apreciándose frente al dólar y, lo que aún es más grave, frente a China y demás países asiáticos que están anclados al dólar y no permiten que esta moneda se deprecie frente a sus divisas. Tal política quizás sea buena para Alemania, aunque lo dudo, pero desde luego puede tener efectos muy negativos para España, Grecia y Portugal, e incluso para Italia y para Francia. Pero ¿cómo hacer una política monetaria común para países tan diferentes y con saldos tan contrarios en sus balanzas de pagos? PÚBLICO. 11-11-2009 Editorial. Cinco Días Tiempo para reestructurar las Cajas Bruselas ha concedido una prórroga a los sistemas financieros de la Unión Europea para que se reestructuren y se sirvan de mecanismos de intervención pública para sostener sus flujos de liquidez o la recomposición de sus niveles de recursos propios. La Unión ha destinado ya un 17% del PIB a ayuda directa o indirecta al sistema financiero, contabilizando liquidez, avales para emisiones o recapitalización, con una aportación descomunal en Reino Unido, Irlanda, Holanda o Bélgica. Pero la Comisión, y sobre todo la Comisaría de Competencia, estiman que ha llegado el momento de retirar las ayudas, estableciendo un calendario irreversible, por estimar que son ayudas de Estado, dañan la competencia y vulneran las normas sagradas del mercado interior. El Ecofin cree que no ha llegado el momento de retirar las ayudas porque los niveles de fragilidad de la banca no están superados, y sólo dentro de seis u ocho meses se replantearán de nuevo tal posibilidad. En esta tesis está el Gobierno español, que por contar con un sistema financiero más solvente y con supervisión más exigente, retrasó cualquier reestructuración, hasta que la crisis financiera se cebó en la economía real, y ésta en la banca. La puesta en marcha del fondo de rescate, con capacidad de intervención de 99.000 millones de euros, no ha dinamizado el proceso de reestructuración, pese a ser de dominio público que existe una sobrecapacidad instalada en el sector del 25% (unas 11.000 oficinas y unos 66.000 trabajadores, según un informe elaborado por AFI para la Fundación Alternativas), insostenible con la demanda de crédito y el crecimiento de la morosidad esperada para los próximos ejercicios. En España, la inmensa mayoría de las entidades han buscado soluciones particulares, con reforzamiento de su capital vía emisiones, atesoramiento de reservas o incremento de provisiones. Pero la fuerte concentración del riesgo en el sector inmobiliario promotor, que ha levantado las sospechas de analistas extranjeros sobre el verdadero alcance de la toxicidad y el riesgo de las carteras de crédito, hace inevitable un proceso realista de concentración de entidades, sobre todo entre cajas de ahorros, que no puede demorarse más. Las fusiones planteadas, todas dentro de los contornos regionales, no son sino mecanismos de defensa para sostener las cuotas de poder político de los Gobiernos autonómicos, pero en absoluto la mejor solución para mejorar eficiencia, hacer un mercado equilibrado de futuro y lograr unos niveles de recursos propios coherentes. No parece que sea posible cambiar de un día para otro la ley de cajas y dar plenos poderes al Banco de España para diseñar un mapa financiero no politizado. Pero sí parece exigible una aceleración del proceso de concentración y ajuste de entidades para que no empiece a ser un lastre para la recuperación, una vez estabilizada la economía. CINCO DÍAS. 11-11-2009 Opinión. El País Cinco años sin Arafat Luz Gómez García Hoy se cumplen cinco años de la muerte de Yasir Arafat. Las causas siguen envueltas en la bruma. Los tres últimos años los pasó Arafat en la Muqata, sitiado por las tropas israelíes. Los que convivieron con él sostienen, cada vez con más énfasis, que fue envenenado (Bassam Abu Sharif, Arafat and the dream of Palestine, Palgrave Macmillan, 2009). Su legado no ofrece tantas dudas. El mayor triunfo de Arafat fue lingüístico. Como dijo de él el poeta Mahmud Darwix, restituyó un gentilicio al mundo: "palestino", que se había intentado borrar en beneficio del mito sionista de la tierra vacía, según el cual la tierra "bíblica" aguardaba deshabitada a judíos nacionales de decenas de países. Pero aquello no era la tierra bíblica. Y lo que se creó en ella no fue un reino bíblico, sino un Estado étnico-confesional de ingeniería poscolonial. Tan confesional, una vez salvados los subterfugios, como muchos de sus Estados vecinos. En vida de Arafat, los enemigos de Palestina juzgaban que la raíz del mal era Arafat. Luego, les pareció mejor su versión ridícula, Abbas. Últimamente el mal ha sido Hamás. Si un logro le ha cabido a la lucha palestina desde 1948 es que Israel no haya podido fabricarse un enemigo-pelele a su gusto. Arafat no quiso serlo. A Abbas, que ha estado más dispuesto, la presión de la calle se lo ha impedido. Israel, que hizo la vista gorda cuando se creó Hamás en 1987, se hizo ilusiones de que esta organización lo sería, pero el tiro le salió por la culata: los islamistas han llenado el espacio que ha dejado el descuartizamiento del movimiento nacional palestino, democrático y secular. Éste, congregado en la OLP, ha visto cómo embarrancaba su proyecto de paz, formulado, tras no pocas disputas internas, en términos de dos Estados soberanos: Israel y Palestina. La legitimidad de la Autoridad Nacional Palestina se halla hoy en su punto más bajo. En los años finales de Arafat, tras la explosión de la Segunda Intifada en 2000, las encuestas daban un empate entre Fatah y Hamás, pero el 50%, la mayoría, no prefería a ninguno. Este ten con ten se esfumó a la muerte de Arafat. Fatah no supo mantener la llama. Desvanecida el aura, los palestinos optaron por una solución radical y novedosa, y votaron en masa a Hamás. Desde entonces, se ha venido consumando el mayor miedo del movimiento nacional palestino: la desunión y el enfrentamiento civil, que el liderazgo de Arafat había conjurado desde finales de los ochenta. La invasión israelí de Gaza en diciembre pasado dejó a Abbas desnudo. Sus componendas para culpabilizar a Hamás encolerizaron a los palestinos. El colmo ha sido la reciente pasividad y dilación de la delegación de la OLP ante el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, que ha estudiado, a partir del llamado Informe Goldstone, los crímenes cometidos en la guerra de Gaza. La presión de toda la palestinidad, tanto la del interior como la del exilio (el 7 de octubre pasado, las asociaciones palestinas de España enviaron al presidente Abbas un duro comunicado en este sentido), acabó obligando a la delegación a cantar la palinodia, y el día 16 se aprobó una resolución que llama al Consejo de Seguridad a llevar el caso ante el Tribunal de La Haya si las partes (Israel y Hamás) no aclaran las imputaciones. Como era de suponer, Estados Unidos votó en contra, y Rusia a favor, y los países europeos divididos. Ha sido la tónica general de este lustro, que ha facilitado que Israel incumpla sistemáticamente todo acuerdo u hoja de ruta, y que siga desmembrando Palestina. Los colonos en Cisjordania han aumentado un 18% desde 2004. Los 790 kilómetros del muro segregador declarado ilegal por el Tribunal de La Haya están prácticamente concluidos. Los checkpoints y las barreras a la movilidad impiden cualquier viso de normalidad en la vida de la población, y Jerusalén se halla ya aislada por completo de su entorno palestino. La retirada israelí de Gaza en agosto de 2005 y la declaración de la Franja como "entidad hostil" en septiembre de 2007, han permitido a Israel desentenderse impunemente de sus obligaciones jurídicas internacionales como potencia ocupante y castigar colectivamente a toda la población mediante el bloqueo. Gaza ha tenido el triste honor de inaugurar un nuevo limbo jurídico internacional, que en términos cotidianos significa depauperación económica, física y moral. La desastrosa gestión de la cuestión de Gaza por parte de Abbas le ha conducido a un callejón sin salida. Su visión del proceso de paz, que choca con el verdadero 48, el palestino, el de la Nakba, ha fracasado. Frente al toma y daca de territorios, seguridad, autogobierno y desarrollo económico que ha caracterizado las rondas de conversaciones antes y después de la muerte de Arafat, en los últimos meses ha recobrado protagonismo el derecho al retorno de los refugiados. La intelligentsia israelí ha dado la voz de alarma (en este mismo diario la daba hace pocas semanas Shlomo Ben Ami), porque la cuestión de los refugiados plantea la paz en sus exactos términos: la justicia como solución y la superioridad moral de la víctima sobre el verdugo. EL PAÍS. 11-11-2009

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