Santander y BBVA pierden un 40% de su valor en 2 meses

La banca adelanta la semana de pasión

De auténtica semana de pasión puede calificarse la vivida esta semana por la bolsa española. Una caí­da del 9% en sólo 5 dí­as que, por más que los terremotos financieros provocados por la crisis nos hayan habituado a este tipo de turbulencias, significa una cuesta abajo hacia el infierno. Y sin frenos. A la cabeza del hundimiento, las dos megacorporaciones financieras, Santander y BBVA que se han dejado, respectivamente, un 13 y un 16%. Una media de casi un 3% de su valor desaparecido cada dí­a de la semana.

Y llueve sobre mojado. orque no es que esta haya sido una semana especialmente nefasta. Sólo mantiene la continuidad del hundimiento bursátil con que la gran banca española ha recibido el 2009. A diferencia del período inmediatamente posterior a la caída de Lehman Brothers, en el que la gran banca española aguantó relativamente el tipo. Entre septiembre de 2008, fecha del crack financiero en EEUU, y diciembre de ese mismo año, BBVA apenas cayó un 22%. Una verdadera minucia comparado con el desplome de los grandes bancos norteamericanos, ingleses o europeos. Sin embargo, sólo en el último mes, BBVA ha perdido un 37% de su valor. Santander un 32%. Y desde principios de año, BBVA se deja ya un 48%. Su rival, un 41%. ¿Que está ocurriendo? ¿Han sido contagiados los grandes bancos españoles por algún síndrome de inmunodeficiencia que les hace ahora proclives al contagio de los activos tóxicos emanados desde el corazón del capitalismo financiero mundial? La explicación es más sencilla que eso. Y venía siendo anunciada reiteradamente por todos los expertos internacionales, por más que en nuestro país la oligarquía bancaria tenga patente de corso y capacidad para silenciar las informaciones que le son adversas. La banca española no necesita de ningún contagio exterior porque tiene en las entrañas sus propios activos tóxicos. Sólo que estos, por su especificidad, tienen un período de incubación ligeramente mayor que el de sus colegas de la banca mundial. Y por eso se manifiestan con un retraso de alrededor de un año. El primero de estos activos se llama morosidad. Y tiene un doble aspecto. Uno, abierto y reconocido. La meteórica progresión del número de parados, que los expertos espera ya con bastante fiabilidad que a lo largo de este año alcance los cinco millones, sin que exista ninguna seguridad, más bien al contrario, que se detenga ahí la cifra. Aumento del paro que guarda relación directa con lo que cajas y bancos llaman el índice de morosidad. Es decir, la gente atrapada en una hipoteca desmesurada –porque desmesurado ha sido el precio al que le han vendido la vivienda– y que, tras tres meses consecutivos de no pagar la cuota, entra en el proceso judicial de embargo. Morosidad que sólo en los cinco mayores bancos se ha multiplicado por 3,5 veces, pasando del 0,82% al 2,86%. Y que todo el mundo espera que a lo largo de este año se vuelva a multiplicar por más de tres, llegando al 8%. Pero hay otra parte de la morosidad que, siendo todavía mayor, permanece oculta en los balances de los bancos. Se trata de las deudas acumuladas por las grandes empresas constructoras e inmobiliarias que hoy se encuentran, prácticamente en su totalidad, en quiebra técnica. Si sólo 3 de ellas han tenido que recurrir a la suspensión de pagos es porque, sencillamente, bancos y cajas han intercambiado los enormes créditos que les adeudaban por suelo y viviendas. Pero el problema es que si la deuda de constructoras e inmobiliarias es incobrable, el suelo y las viviendas que han entregado para satisfacer la deuda son invendibles. Y previsiblemente por un período de tiempo bastante prolongado. Con lo que, en realidad, cajas y bancos no están haciendo sino engullir nuevos activos tóxicos, que tarde o temprano empezarán a impregnar con veneno letal sus balances. A este doble problema se suma un tercero, posiblemente el de mayor dimensión. La banca española –al igual que ocurre con el país– es una de las más endeudadas del mundo. Ellos se han endeudado con la banca extranjera para poder endeudarnos a nosotros. El problema es que mientras tienen que devolver los préstamos a corto plazo, el dinero invertido en préstamos hipotecarios o a constructoras e inmobiliarias no se recupera más que a largo plazo. Y con los mercados interbancarios cerrados, ahora tienen que recurrir a la emisión de deuda privada en los mercados de capitales abiertos. Donde se vuelven a encontrar con un doble problema. El primero, que los Estados han pasado a ser competidores directos en el mercado de capitales porque necesitan colocar la gigantesca deuda pública que están emitiendo, ente otras cosas para evitar la quiebra de sus sistemas financieros. El segundo, que el deterioro de la economía española está llevando a las agencias de calificación a rebajar el ranking de la banca española. Esta misma semana ya han rebajado a 4 entidades españolas y han puesto en observación negativa a BBVA y Santander, lo que es anuncio de inminente degradación. Y bajar de calificación no significa otra cosa que pagar más por acceder al dinero que necesitas para hacer frente al vencimiento de tus pagos. Círculo vicioso que se convierte en una diabólica pescadilla que se muerde la cola. Cuanta más necesidad tienes, más caro te cuesta el dinero, con lo que tienes que endeudarte a un nivel superior con la esperanza de que en algún momento las cosas vuelvan a su cauce. Y las señales que llegan de los grandes centros financieros del mundo no son precisamente tranquilizadoras. Este año –y ya veremos los siguientes– la semana de pasión va a ser larga, muy larga, para el sistema financiero español.

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