SELECCIÓN DE PRENSA INTERNACIONAL

La animosidad de Tillerson hacia China es un mal presagio

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Si es nombrado, queda por ver en qué medida sus opiniones contra China se traducirán en la política exterior de Estados Unidos. Después de todo, lo que oímos en la audiencia de confirmación del miércoles ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado de los Estados Unidos fueron esencialmente sus inclinaciones políticas personales.

No sólo sus puntos de vista divergen, e incluso son contrarios, a los de Trump en algunas cuestiones críticas. Admitió abiertamente que todavía tiene que tener un serio y profundo debate con Trump sobre los imperativos de la política exterior.

Estos se reducen a un simple punto: sus comentarios en la audiencia del miércoles, por sensacionales que fueran, resultaron ser de poco valor de referencia, excepto para juzgar sus orientaciones personales.

La reacción que se ha producido es comprensible. Ciertamente no es un asunto pequeño para un hombre destinado a ser el diplomático en jefe de los Estados Unidos el mostrar tal animosidad innegable hacia China.

Tillerson calificó los proyectos de recuperación de China en el Mar Meridional como «una toma ilegal de áreas en disputa sin tener en cuenta las normas internacionales», en obvia indiferencia por la verdad esencial de que todas esas actividades tuvieron lugar dentro del persistente e histórico territorio del país.

Culpando a la «extremadamente preocupante» situación en el Mar de China Meridional sobre una «respuesta inadecuada de Estados Unidos», el secretario de Estado estadounidense propuso incluso que el acceso de China a esas islas debería «no ser permitido». Lo cual sonaba intimidante, aunque se quedó corto en explicar cómo lograrlo.

Y al igual que Trump, culpó a Pekín por «no ser un socio confiable» al tratar con la República Popular Democrática de Corea.

Tales observaciones no merecen tomarse en serio porque son una mezcolanza de ingenuidad, miopía, prejuicios desgastados y fantasías políticas poco realistas. De actuar sobre ellos en el mundo real, sería desastroso.

Como muchos han observado, establecería un curso para la devastadora confrontación entre China y Estados Unidos. Después de todo, ¿cómo pueden los Estados Unidos negar el acceso de China a sus propios territorios sin invitar a las respuestas legítimas y defensivas de este último?

Tillerson quería una política de China basada en la realidad que «se basa en lo que vemos y no en lo que esperamos». Pero lo que presentó se basó más en lo que el prejuicio y la auto-justificación le hacen creer y esperar más que a los hechos del mundo real.

Lo que ocurrió el miércoles demuestra que si y cuando se confirme, Rex Tillerson necesita primero familiarizarse con el ABC de las relaciones entre China y EEUU y la diplomacia en general.

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