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La amenaza europea no es el contrato único, sino el recorte de las pensiones

Mariano Rajoy se ha puesto a la cabeza de la manifestación contra el contrato único porque sabe que la UE no le va a pedir formalmente que lo aplique en España. O, mejor, que antes de llegar eso, y seguramente el 29 de mayo mismo, le formulará otro tipo de exigencias. Entre ellas, la reducción del gasto en pensiones. Frente a la cuales, lo más probable es que el Gobierno baje la cabeza. Oponiéndose tan fieramente al contrato único, nuestro Gobierno ha querido ganar un poco de imagen y curarse en salud ante el vendaval que se prepara.

Las crónicas y las opiniones de los expertos confirman que la suerte de la economía española constituye una de las preocupaciones prioritarias de las autoridades comunitarias. Porque, aun cuando el ministro de Guindos se esfuerce una y otra vez en resaltar que nuestras exportaciones y nuestra balanza comercial están mejorando, lo cual ha dejado de ser cierto desde hace ya más de un trimestre, todos los datos y perspectivas de nuestra economía no sólo son negativos, sino que tienden a empeorar.

Oficialmente, tenemos más de un año de recesión por delante, aunque no pocos piensan que eso es sólo el principio; el paro va a seguir creciendo; el déficit público no se reduce a pesar de los enormes recortes de gastos, sobre todo en inversión; la deuda, empujada por el coste de los intereses, camina sin pausa, y cada vez más aceleradamente, hacia el 100 % del PIB. Y la situación de la banca española no es estructuralmente mejor que la que el sector tenía antes del rescate. Con lo cual el fantasma de la quita de una parte de la formidable deuda de nuestro sector financiero tras un nuevo rescate, vuelve a agitarse en los medios de referencia.

Sólo el Daily Telegraph se ha atrevido a dar por seguro que eso va a ocurrir, en un artículo firmado nada menos que por su director adjunto, Jeremy Warner, y publicado el sábado pasado, pocos días después de que un representante de ese diario, el primero de los conservadores británicos, visitara España junto con otros delegados de la prensa anglosajona, por invitación de nuestro gobierno. El título de la pieza era sin duda escandaloso –“España es oficialmente insolvente: saque su dinero mientras pueda”- pero el texto era más comedido y en buena medida se apoyaba, aunque exagerando sus conclusiones, en el último informe Fiscal Monitor editado por el FMI.

La tesis de Warner ha sido descalificada sin concesiones por nuestros pagos. Seguramente está forzada, adelanta un escenario que aún existe. Pero nada permite descartar que dentro de unos meses se pueda convertir en realidad: las cuentas de nuestros bancos están al límite y la recesión puede hacerlas descarrillar en poco tiempo: entre otras cosas, porque acarreará nuevos créditos fallidos.

La mayoría de los especialistas cree que el descenso de la prima de riesgo y la euforia bursátil de los últimos dos o tres meses no es más que un espejismo. Que es fruto de dos cosas no precisamente tranquilizadoras: de que el BCE sigue facilitando liquidez sin límites y a bajo coste a los bancos, con la cual éstos compran títulos de deuda pública mucho mejor remunerados, y de que se ha desatado una loca carrera entre los inversores por comprar activos rentables, aunque no sean seguros. Lo primero puede acabarse en cualquier momento. Lo segundo es una repetición de las barbaridades que se hicieron hasta 2007 y que llevaron al desastre.

La agencia Fitch, poco sospechosa de no sintonizar con los intereses de la gran finanza, acaba de pronosticar lo siguiente: “Si las subidas de los mercados financieros de la eurozona no son convalidados por una estabilización económica y por avances reales hacia la unión bancaria, existe el peligro de que la volatilidad vuelva en forma de venganza este verano, como lo hizo en 2011 y 2012”.

De estabilidad, nada de nada. El PIB de la eurozona ha caído un 0,2% en el primer trimestre de 2013 y posiblemente lo hará en una cifra algo mayor en el segundo. Francia ya está oficialmente en recesión. Y el ministro alemán de economía Wolfgang Schäuble acaba de aguar cualquier ilusión de que se alcance un acuerdo sobre la Unión Bancaria, por lo menos antes de termine este año: Alemania opina que la creación de una autoridad única en el sistema bancario de la eurozona, que se encargaría de gestionar las dificultades de las entidades y de proporcionar fondos comunes para resolverlas –que eso es la unión bancaria-, no se puede hacer sin reformar los tratados de la Unión. Justo lo contrario de lo que opinan Rajoy y los dirigentes de los países más agobiados por las deudas de sus bancos.

Y si esa solución milagrosa se aleja en el tiempo, como todo parece indicar, quedará lo sabido: la austeridad, que está llevando a Europa al desastre, sin que Alemania de la mínima muestra de estar dispuesta a ceder lo más mínimo en ese punto. Y si ésta no da resultados, como está ocurriendo en España, el rescate.

Antes de eso, y posiblemente como último recurso de urgencia, la UE parece decidida a apretar aún más las tuercas al Gobierno español. En esa dirección, las declaraciones del vicepresidente de la Comisión y comisario europeo de Asuntos Económicos, el finlandés Olli Rehn –“España debe adoptar reformas contundentes”- son mucho más significativas que la sugerencia personal, de la que se retractó a las 24 horas, que ese mismo día hizo el comisario de asuntos sociales, el húngaro Laszlo Ándor, en el sentido de que “España contemple la posibilidad de adoptar un contrato laboral único abierto”. Porque lo que ha venido a decir Rehn es que el 29 de mayo la UE exigirá que España tome medidas de impacto más inmediato y de efectos mucho más conspicuos sobre nuestro gasto público. Lo cual hace pensar inevitablemente, entre otras varias cosas, en las pensiones: y ante eso Rajoy no ha dicho nada.

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