Ya casi nadie se acuerda de cuando, hace muy pocos meses, la banca española era presentada como modelo de solvencia y resistencia a los efectos de la crisis. Ahora, todos los informes y analistas financieros advierten de que sólo los trucos contables están permitiendo a la banca española mantener ocultos bajo la alfombra los 108.000 millones de pérdidas derivados del crack inmobiliario. Pero la alfombra ya no da para tapar todo el polvo. El aumento de la morosidad, la ingente cantidad de créditos impagados por inmobiliarias y constructoras, y la necesidad de pagar los elevados vencimientos de la deuda con el exterior, amenazan con provocar una especie de armagedon para el sistema financiero español.
El informe resentado por la agencia de calificación Moody´s es demoledor para la banca española. Según Moody´s, bancos y cajas españoles están “retrasando el reconocimiento de los activos morosos”, ocultando las consecuencias de la crisis sobre sus balances, a través de refinanciación de créditos que están a punto de convertirse en morosos o, incluso, comprando viviendas o promociones que se quedaron sin pagar. Las pérdidas ocultas por estos trucos contables son de 108.000 millones de euros, y en el peor de los casos pueden ascender hasta los 225.000 millones. Al mismo tiempo, los bancos españoles deben hacer frente a los vencimientos de deuda -resultado de los préstamos pedidos para financiar el boom inmobiliario-, que ascienden a 200.000 millones de euros. Los grandes buques insignia del sector -Santander y BBVA- disponen de los suficientes recursos para no ver peligrar su posición. No así la red de cajas de ahorro, que controlan la mitad del sistema financiero. Su implosión puede conducir hacia un estallido financiero en toda regla. Para ahuyentar este peligro, el gobierno ha puesto a disposición del capital financiero 350.000 millones de dinero público, de nuestro dinero. Pero esa cantidad amenaza con ser insuficiente. Como una carrera contra el tiempo, se está imponiendo una trepidante concentración a través de fusiones entre las cajas pequeñas y medianas. Dibujando un futuro mapa donde serán todavía menos, y más voraces, las manos que controlaran el pastel financiero. Y, al mismo tiempo, la usura de bancos y cajas, necesitados de disponer de todo el capital para tapar sus agujeros, alcanza niveles todavía más insoportables. Del mismo modo que aumentan brutalmente las comisiones a pagar, restringen más el crédito -hasta el punto de que en los últimos meses el dinero prestado ha presentado una evolución negativa por primera vez desde 1960-. Los intentos desesperados de la gran banca por evitar sus problemas son un peligro para todos, porque están agudizando todavía más las consecuencias de la crisis para el país, los pequeños empresarios y los trabajadores. Si la época de grandes beneficios para la banca ha colocado ha convertido al país en un monocultivo del ladrillo, debilitando sus defensas ante la crisis, un estallido financiero puede incrementar hasta límites desorbitados la factura a pagar para “rescatar” a los Botín de turno.