Joe Biden fue recibido como un héroe por una nación que tiene a gala que EEUU haya apadrinado, alentado e impulsado su proceso de independencia. Y no saben cuánta razón tienen. Al veterano patricio estadounidense se le adjudica el gran honor de haber convencido al presidente Clinton de que lanzara los bombardeos de la OTAN contra Serbia en 1999, que duraron tres meses y que se saldaron con unas 500 victimas mortales. Ante los representantes políticos del pequeño protectorado, enardecidos por la presencia de su lord protector, Biden les remarcó el respaldo de la superpotencia: «La independencia de Kosovo ha sido y sigue siendo la única opción viable para la estabilidad en la región (…) Vuestra independencia, tal y como ya he dicho en los países que he visitado, es irreversible, absolutamente irreversible».
El viceresidente de EEUU, diplomático experto y excelso maestro en política exterior, no pronunció estas palabras como un regalo gratuito a su audiencia, en el Parlamento de Pristina. Kosovo es ciertamente un enclave estratégico para Washington. La pequeña república de 10.908 km cuadrados–más pequeña que la región de Murcia- alberga en su seno la gigantesca base norteamericana de Camp Bondsteel, con 6000 soldados USA, una de las más grandes fuera de las fronteras de EEUU. EEUU –y el propio Biden- pusieron mucho empeño en la secesión de Kosovo. El genocidio de Milosevic, que exterminó a 6000 albano-kosovares en sus sangrientos programas de limpieza étnica, le sirvió en bandeja el pretexto. Pero para conducir a Kosovo a su secesión de Serbia hacían falta batallones cipayos, y allí estaba Hashim Thaçi al frente del Ejército de Liberación de Kosovo (UCK). Poco importó a Washington financiar, armar hasta los dientes y proteger al “serpiente”, responsable también de la muerte de decenas de miles de civiles serbios en las cruentas correrías étnicas al norte de Kosovo. Una década ha pasado desde entonces, y ahora Hashim Thaçi es el presidente de Kosovo, el líder de un país reconocido por una lista de 50 países encabezada por EEUU. Contra Slobodan Milosevic o Radovan Karadzic ha caído –como debe ser- todo el peso de la justicia internacional, se los ha perseguido hasta sus madrigueras y se los ha puesto delante de un tribunal para que respondan de sus crímenes ante sus víctimas y la humanidad. Pero se trata de un carnicero del imperio, y eso es mucha inmunidad. “Gracias y Bienvenido”, decían los carteles colgados por el gobierno en las calles de Pristina. “Esta visita -afirmó Thaçi con el pecho hinchado- es una confirmación del poderoso apoyo de EE UU a todos los progresos que se han logrado en Kosovo". El reyezuelo del enclave sabe bien a quién ha de besarle la mano.