Literatura

Kafka, ví­ctima de la crisis

Preparando un inminente viaje a Praga, releo la biobrafí­a de Kafka escrita por Max Brod. Aunque a estas alturas, la perspectiva de Brod sobre Kafka ha sido matizada, corregida e incluso desmentida en muchos aspectos, sin embargo no conviene perderla del todo de vista, no sólo por el hecho de que fue la persona que lo trató más directamente y en la que Kafka probablemente más confió a lo largo de su vida, sino porque a él, y a su «deslealtad» con la voluntad de Kafka (que le pidió que destruyera todos sus originales a su muerte), le debemos el conocimiento de buena parte de la obra del escritor checo, que ha llegado a erigirse sin duda en el escritor más esencial de la literatura contemporánea y el más certero de todos al «diagnosticar» el presente, el mundo en el que vivimos.

En el caítulo dedicado a "Los últimos años" (Max Brod se refiere a los dos años que Kafka vivió en Berlín junto a su compañera Dora Dymant, una muchacha de apenas veinte años, proveniente de una distinguida familia de judíos orientales), me encuentro de pronto con un párrafo que me llama poderosamente la atención: "Comenzó el terrible invierno de inflación de 1923 (Brod se refiere a la "hiperinflación" que vivió Alemania a consecuencia de la crisis del 29). Mi parecer -afirma a continuación- es que fue ese invierno el que en realidad mató a Kafka. Cuando Franz viaja desde su apacible suburbio al centro de Berlín, vuelve "como si retornara del fragor de una batalla" (palabras textuales de Dora). La miseria de los pobres le oprime el corazón, vuelve a casa con el ánimo "gris ceniciento". "Vive con tanta intensidad -dice Dora- , que durante su vida ha muerto de mil muertes". Pero no se trata sólo de compasión; también él soportó grandes privaciones, pues el muy testarudo quiere salir a flote con su reducida pensión, y sólo en casos extremos y muy apremiado por la necesidad acepta el dinero y los paquetes de víveres que le ofrece su familia. Su conducta obedece en este sentido a que, apenas ocurre ello, siente amenazada la independencia que tanto le costó conquistar. Y no bien ha ganado una pizca de dinero (con sus publicaciones) , piensa en "saldar las deudas familiares" y en hacer grandes regalos de cumpleaños; a la familia, que vive de continuo preocupada por él, le oculta mientras puede el estado de cosas. Escasea el carbón y escasean los víveres". Kafka, a quien ya se le había diagnosticado hacía años una tuberculosis, sufre ese invierno la recaída fatal. Pocos días antes de comenzar la primavera de 1924, Kafka, muy deteriorado físicamente, es trasladado de nuevo a Praga a casa de sus padres y, a los pocos días, por prescipción médica, a un hospital de Viena, donde le diagnostican una tuberculosis de laringe sin posible curación. Falleció el 3 de junio.

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