Livni descarta participar en un gobierno de unidad con Netanyahu

Kadima se queda en la orilla

Era bastante previsible. La segunda reunión entre Tzipi Livni, lí­der de Kadima -la candidata más votada- y Benjamí­n Netanyahu, del Likud -el que tiene mayor apoyo parlamentario- acabó como la primera, sin acuerdo. Ambos lí­deres chocaron con un escollo insalvable: la creación de un Estado Palestino. Mientras una Livni decidida a alinearse con la nueva lí­nea internacional de la Casa Blanca se enrocaba en esta exigencia, un Netanyahu acérrimo enemigo de esta idea se negaba a ceder.

Las osibilidades eran muy escasas, dado que sin el apoyo del Partido Laborista –decidido a permanecer en la oposición- Kadima y Likud no sumarían la mayoría suficiente para formar un gobierno de unidad nacional "moderado"-teniendo en cuenta que en Israel el "centro-izquierda" es el que ha desatado una carnicería de fuego y muerte sobre Gaza que finalizó hace apenas un mes, y otra guerra contra Líbano en 2006-.Netanyahu deberá formar gobierno ahora con los elementos más reaccionarios, intransigentes y belicistas del sionismo israelí, con los que le une multitud de elementos políticos e ideológicos. Partidos como el ultranacionalista Israel Beitenu, de Avigdor Lieberman o el ultraortodoxo Shas comparten con el Likud una hostilidad extrema hacia los palestinos. Todos ellos han declarado en la campaña su desdén hacia cualquier proceso de paz y su determinación por derribar al gobierno de Hamás en Gaza, invadiendo de nuevo la franja si es preciso.Pero el líder del Likud ha ofrecido no pocas ventajas a Livni para formar gobierno: la posibilidad de diseñar juntos el programa de gobierno, un estatus idéntico en el ejecutivo, y dos de los tres ministerios vertebrales para el Kadima: Defensa, Exteriores y Hacienda. Netanyahu, influido por las presiones que llegaban desde la embajada de EEUU en Tel Aviv, y por las declaraciones y los gestos de Washington –como la visita sorpresa hace unos días de John Kerry a Gaza- ha trabajado para formar un gobierno de unidad nacional bajo su égida. Pero la cuestión del Estado Palestino –algo sobre lo que el halcón se ha declarado numerosas veces- era demasiado espinosa.El ejecutivo de Tel Aviv que previsiblemente se formará ahora significa un enorme problema para la línea internacional de Obama. Por eso, la secretaria de Estado, Hillary Clinton, iniciará el lunes una visita por Israel, en la que sin duda tratará de marcar límites claros para el nuevo ejecutivo Netanyahu. La cuestión de la ampliación de los asentamientos judíos en Cisjordania –anunciada en la campaña electoral por el Likud y exigida radicalmente por Beitenu y Shas- será uno de los temas sobre los que el Departamento de Estado ejercerá mayor presión diplomática.Pero a juzgar por la práctica de los ultrortodoxos y de los ultranacionalistas de abandonar el gobierno a la mínima concesión que se haga a los palestinos –algo que ya sufrieron en sus carnes tanto Netanyahu como Livni, y que hace que no sea plato de agrado para nadie formar gobierno con tan ultramontanos socios- augura un futuro tormentoso para el ejecutivo Netanyahu, cogido entre las presiones de la Casa Blanca y una tripulación dispuesta a amotinarse. Tal vez por eso, esperando que tras varias tormentas, el navío del Likud quedará desarbolado y tal vez hundido, el Kadima y los Laboristas prefieren contemplar el espectáculo desde la orilla.

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