Derribó su propia iglesia con 2.000 tutsis dentro.

Justicia para el genocidio Tutsi en Ruanda (II)

Al padre Athanase Seromba no le importó que las apisonadoras derribaran los muros de su propia iglesia. «Los hutus son numerosos y pueden construir otra» fue la frase con la que firmó la sentencia de muerte de 2.000 de sus fieles.

Efectivamente eran muchos: 50.000 hutus oblaban la localidad de Kivumu, en la prefectura ruandesa de Kibuye (al oeste del país), frente a poco más de 6.000 tutsis. Una tercera parte de esa minoría fue masacrada en sólo tres días en el interior de la parroquia de Nyange bajo la estricta supervisión de SerombaEl 12 de abril de 1994, seis días después del asesinato del entonces presidente ruandés Juvenal Habyarimana -de etnia hutu-, que abrió la veda de la caza del tutsi, el alcalde de Kivumu, Gregoire Ndahimana ordenó a la policía local que sacara de sus casas a 2.000 refugiados para darles cobijo en la iglesia. Seromba se encargó de elaborar una lista de nombres que faltaban en el grupo de elegidos después de interrogar a los presentes. Gendarmes y milicianos rodearon el templo, en el que se hacinaba medio centenar de personas más de las que permitía la capacidad del edificio. Era la primera parte de un calculado plan de limpieza étnica, documentado por el fiscal del tribunal de la ONU. La segunda consistía en infligir a los refugiados unas condiciones de vida inhumanas, que debilitaran su resistencia física y mental. Seromba impidió a los fieles acceder a los baños y les privó de comida, ordenando que se disparara a cualquiera que intentara coger alimentos del presbiterio o algún plátano de los que crecían en el jardín. La tercera parte del siniestro plan entró en marcha para acabar con la resistencia de los refugiados, que pese a sus extremas condiciones consiguieron repeler durante 24 horas los ataques y hacer retroceder a los sangrientos interhamwe. Los supervivientes de la batalla que corrían a refugiarse de nuevo en el interior de Nyange encontraron selladas las puertas por orden del sacerdote. Unos 30 fallecieron inmediatamente. Los que se escondieron fueron delatados por Seromba.En ese momento se recurrió al fuel, transportado por vehículos oficiales para volcarlo a través del tejado del edificio con objeto de convertir el interior en una ratonera asfixiante, mientras continuaban los ataques. Los bulldozers se atareaban en la recogida de cadáveres.Fue el propio Seromba quien le dio personalmente la orden de embestir el edificio, provocando el hundimiento del techo de la iglesia y la muerte de quienes sobrevivían dentro.El sacerdote que se entregó en 2002 al tribunal tras permanecer oculto durante años en Italia. Su comparecencia abrió el debate sobre el papel de la Iglesia Católica ruandesa, cuya jerarquía mantenía fuertes lazos con políticos extremistas durante el genocidio de 1994, el mayor del siglo junto al Holocausto judío. Desde entonces, una parte de los creyentes se ha convertido al Islam alegando que la Iglesia les falló.En febrero de 2008, la Sala de Apelaciones del Tribunal Penal Internacional para Ruanda, determino que el Padre Athanase Seromba se convirtió en un autor principal en el delito en sí. La recalificación de “asistencia y complicidad” en la “comisión”, a pesar de la ausencia de participación directa de Seromba, se tradujo en el aumento de Seromba la frase a partir de 15 años a la vida en la cárcel, pero sobre todo amplia el concepto de "comisión" de ir más allá. “Seromba cruzo la línea que separa la ayuda y complicidad de la comisión de genocidio y se convirtió en un autor principal en el delito en sí".

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