Juego sucio en las elecciones en Colombia

Colombia celebra sus comicios legislativos en el preludio de la verdadera gran batalla política; las elecciones presidenciales de mayo y junio.

En un escenario complejo y tenso, polarizado por las incidencias de los Acuerdos de Paz, así como por la violencia política y persecución a líderes sociales, dos candidatos se van dibujando como favoritos a alcanzar el Palacio de Nariño: el delfín de la derecha uribista, Iván Duque, y el candidato de la izquierda moderada y exalcalde de Bogotá, Gustavo Petro.

La política en Colombia nunca ha sido precisamente mansa, y ahora menos que nunca. La sociedad colombiana lleva dos años polarizada en torno a la aceptación o el rechazo visceral a los acuerdos de Paz con las FARC, repulsa que promueve la derecha del expresidente Álvaro Uribe. Pero detrás de esa cuestión -que levanta ampollas en un país que ha sufrido décadas de guerrillas, paramilitares, narcotráfico y terrorismo de Estado- hay un claro trasfondo ideológico y cuestiones claves, como la reforma agraria o la distribución de la riqueza en una nación con enormes desigualdades. Y todo ello enmarcado bajo la larga sombra de una superpotencia norteamericana que todavía conserva, a través de una profunda y secular intervención en los aparatos fundamentales del Estado, a Colombia como plaza fuerte de su menguante presencia en América Latina.

Siendo así, las elecciones legislativas del 11 de marzo -en las que los colombianos elegirán senadores y miembros de la Cámara de Representantes del Congreso- y más allá, las decisivas elecciones presidenciales (primera vuelta 27 de mayo y segunda vuelta de ser necesaria 17 de junio) se presentan más abiertas que nunca, con una variedad de candidatos, 13 en total, completamente inédita.

Sin embargo, los sondeos van esbozando a dos contendientes principales. Uno es el senador Iván Duque, sucesor del expresidente Álvaro Uribe y aspirante de los sectores de la derecha más rancia y proyanqui, que cuenta con un 20% de intención de voto. Su programa promete revertir los Acuerdos de Paz y exonerar del pago de impuestos a los grandes capitales y las multinacionales.

El otro gran favorito es el exalcalde de Bogotá, Gustavo Petro, por la coalición Colombia Humana. Candidato de centroizquierda moderada que cabalga la ola del descontento, sobre todo de las clases populares y los jóvenes, alcanza un porcentaje de apoyo del 23,1%. Petro, que proviene de haber sido guerrillero del M-19 en su juventud, propone ahora un programa socialdemócrata donde el crecimiento vaya de la mano de la equidad social y basa su planteamiento en la educación como pilar de la productividad.

La otra gran fuerza de la izquierda colombiana, la llamada Coalición Colombia -encabezada por el exalcalde de Medellín, Sergio Fajardo, y que integra a partidos como Alianza Verde y Polo Democrático (donde están los comunistas del MOIR)- ha perdido fuelle en las encuestas, pero nada es descartable. También destacan candidatas independientes como la popular senadora Piedad Córdoba, con un programa basado en la reindustrialización y la redistribución de la riqueza. En una probable segunda vuelta de las presidenciales entre Petro y Duque, lo más seguro es que tanto Fajardo como Córdoba den su respaldo al primero.

Por último, las FARC (reconvertidas ahora en partido político) anunciaron la suspensión de su campaña electoral debido al asesinato de dos de sus miembros y a los atentados contra su candidato a la presidencia, Rodrigo Londoño, alias Timochenko. No ha sido el único episodio de violencia en la convulsa carrera hacia el Palacio de Nariño. El coche blindado del favorito de la izquierda, Gustavo Petro, sufrió varios impactos de proyectiles en un acto de campaña en provincias. Aún así, antes de los ataques, las FARC ya se situaban a la cola de las encuestas, con un porcentaje en intención de voto que va del 1% al 2%.

En un año con un gran número de elecciones decisivas en múltiples países de América Latina, los comicios legislativos y presidenciales en Colombia pueden dar muchas sorpresas. Pero conviene recordar que, aunque el poder de Washington sobre el continente esté retrocediendo fruto de la lucha de sus pueblos, Colombia es, junto con México, el último país de la región del que la Casa Blanca va a estar dispuesto a retirarse.

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