Música

John Scotfield: Jazz Sin Piedad

John Scotfield, el maestro del jazz experimental, ha sacado nuevo disco: «Piety Street» – la calle de la piedad -. Este alumno aventajado de Miles Davis se adentra en el mundo del gospel utilizando el jazz eléctrico y rompiendo con la inercia blusera de los 12 compases.

Rodeado de músicos del género, John Scotfield se sumerge en la niebla costera de Nueva Orleáns interretando temas de Dorothy Love Coates, Thomas A. Dorsey y Hank Williams, el alma blanca del gospel. Desde sus inicios en la Berklee School of Music con Jim Hall y Mick Goodrick, su particular estilo le ha valido el reconocimiento de la crítica y los expertos en una continua evolución ascendente, solo multiplicada exponencialmente por el mágico toque de Miles Davis. Con más de 60 discos a sus espaldas – 37 de los cuales en solitario o como líder -, aunque Scotfield siempre se ha declarado enamorado del cospel, parece ahora querer renacer del agua purificadora de la fuente negra del canto espiritual. Conmovido por los excesos, su último trabajo asienta una declaración de principios contra la ebria glotonería musical… en el más explícito sentido de la expresión. El fundí improvisado en torno al jazz y la experimentación desapercibida han marcado a fuego cada una de las picas que ha ido poniendo en su carrera: Bari Burlón, Dic Godrick Gerry Mulligan, Chet Baker, Carnegie Hall, Billy Cobham, Charles Mingus, George Duke, Pat Metheny, Bill Frisell, Johnn Abercrombie, Steve Swalow, Charlie Haden, Dennis Chambers y Jack DeJohnette. John Scotfield es memoria viva del jazz de las últimas cuatro décadas. Ayer mismo ofreció un concierto en Alicante con su banda, del mismo nombre que el disco – Piety Street Band -: Jon Cleary (voz y Hammond B3), George Poter Junior. (bajo) y Ricky Fataar (batería). Considerado como uno de los tres mejores guitarristas de jazz en la actualidad, junto a Pat Metheny y Bill Frisell, la fuerza de su directo y sus armónicos de máscara distorsionada no son impedimento para que el jazzista de Dayton se sienta tentado a flamenquearse a su paso por España. Algo así como lo que le pasó de la mano de Pat Metheny con la bossa, es lo que Málaga ha hecho con él. Puede que solo fuera un guiño cumplido, pero solo la promesa de un John Scotfield dibujando jazz con pincel de palo flamenco, sinceramente, eriza la piel. Hay que estar pendientes de este prodigio del jazz, carne de concierto, al que no es nada difícil poder acceder en íntimo directo. Que aproveche…

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