Jiro Taniguchi: un puente entre el manga y el comic europeo

«Soy de una generación marcada en gran medida por lo que en su día, alrededor de 1992, se llamó el “boom del manga”. Una “nueva” manera de hacer cómic llegaba a Europa».

Esta llegada fue ruidosa y rompedora, el Akira de Katsuhiro Otomo fue la avanzadilla de algo que muchos aficionados al cómic hispano, americano o franco-belga lo tomamos como una invasión en toda regla. Aún no lo sabíamos, pero la mayor parte de aquella “invasión” era representativa de un solo género entre muchos otros, al que después conoceríamos como shōnen: aventuras juveniles.

Pero al mismo tiempo de manera mucho más silenciosa, como la mayor parte de su obra, de sus protagonistas y de sus viñetas, había otro mangaka que en aquellos años pasaba casi desapercibido: un autor que hablaba del arte de caminar, del placentero sonido del agua al correr por un riachuelo, del sentir al yacer una tarde bajo un almendro en flor y que convertía estos momentos fugaces en iluminaciones cotidianas. Lo hacía desde las páginas de la revista El Víbora con una obra hoy considerada cumbre dentro de la historia del cómic: El caminantede Jirō Taniguchi.

Jirô Taniguchi (12/08/1947 a 11/02/2017) nació en la ciudad de Tottori en la cual se inspira en muchos de sus mangas. Perteneció a una familia muy humilde y ya desde muy pequeño tuvo que ver cómo se reconstruía Japón después de la Segunda Guerra Mundial. En 1966 entra como asistente en el estudio del mangaka Kyota Ishikawa. En 1970 debuta como dibujante propio en la revista Young Comic.

Jirô Taniguchi es uno de los autores de manga con más versatilidad del mercado en cuanto a género, ya que, los ha tocado casi todos:trbajó en ciencia ficción, se encaramó al wéstern y al ”thriller”, bordó el manga gastronómico, cultivó incluso los relatos de montaña y alpinismo y recorrió la historia desde el Japón actual, a la posguerra o la era Meiji, siendo en el del costumbrismo en el que más ha destacado. Con bellas viñetas de paisajes y con un estilo narrativo muy pausado, pero que te pide seguir leyendo sin parar, algo muy japonés que se puede ver en otros géneros como el cine o la literatura.

Su estilo de dibujo está definido por ser de trazos muy limpios en blanco y negro, casi sin usar tramas para las sombras. También hace uso del color para sus portadas o para partes de la historia de una forma sutil y con colores muy suaves. En estos pequeños detalles se ve su admiración por el cómic europeo.

En cuanto a la ambientación destaca por su gran detalle y realismo que reproduce fielmente, como si se tratase de una fotografía. Gran amante de la naturaleza y de los animales que se ve reflejado en sus dibujos en los que se reproducen hasta la última hoja de los árboles.Parece que estés caminando por las calles de Edo o comiendo en ese restaurante que huele tan bien y al cual te invita a entrar. Sus personajes tienen una fisonomía muy realista, alejadadel prototipo de personajes manga de ojos grandes. En algunas de sus historias, puedes ver cómo el protagonista avanza en el tiempo y le puedes ver en varias épocas de su vida. Podemos obsevar cómo eran las calles, los edificios e, incluso, la moda de cada época, siendo un fiel reflejo de la historia de Japón del siglo.XX.

Quizá por esto Taniguchi no sea uno de los autores de manga más conocidos entre los jóvenes lectores pero que merece que se le haga un hueco a sus obras en tu estantería.

Con obras maestras como“El caminante”, ”Barrio lejano”, “El almanaque de mi padre” o “El gourmet solitario”,cruzó la frontera de Japón para convertirse en “el autor de manga que conoce más gente fuera del manga”, como señala Oriol Estrada, coordinador de exposiciones del Salón del Manga.

En los años noventa es cuando Taniguchi crea la obra que le dará a conocer fuera de Japón, El caminante. Su propuesta es radical, al menos para los ojos occidentales: una recopilación de historias cortas prácticamente silenciosas,en las que un personaje aparentemente anodino, un oficinistacualquiera pasea por las inmediaciones de su barrio viviendo episodios cotidianos en los que parece que no pasa nada. El caminante sin nombre vive pequeños conflictos, como la rotura de sus gafas que genera una nueva manera de mirar al mundo, un avión de juguete atrapado en un árbol, una concha hallada por su perro y su devolución al mar.

En 1998 realiza otra de sus obras más influyentes:Barrio Lejano: relata la historia de un hombre que se confunde de tren, en un acto fallido que le lleva a la ciudad de su infancia. Decideacercarse al cementerio donde reposa su madre. Se queda dormido ycuando despierta, ha regresado a su adolescencia, su cuerpo es el de un muchacho de 14 años, pero su mentalidad es la de un hombre de 48.El tebeo es a la vez una reflexión sobre los recuerdos y los remordimientos y un cómic fantástico (ya que implica un viaje en el tiempo) sin fantasía, además de una magnífica recreación del Japón en dos épocas diferentes, cuidada hasta los más mínimos detalles. Según el comentario del divulgador de la historieta Antoni Guiral, leyendo la historia “sientes los olores y los ruidos, sientes todo aquello que queda en la memoria”.Terminó convertida en película en 2010, pero no en Japón, sino en una Francia que ya había aprendido a adorarle.

Este conceptodel retorno al pasado, se desarrolla en otro de sus trabajos: El almanaque de mi padre (publicada en España en el 2002) En ella se muestra otra de sus obsesiones: la ausencia o pérdida del padre y la recuperación de su recuerdo, motivaciones y mundo íntimo desde el punto de vista de un niño que se ha convertido en un hombre mayor y puede, le pese o no, entender los silencios, ausencias y tristezas de su progenitor.

En 1994 comienza otra de sus obras más exitosas, El Gourmet solitario, una combinación afortunada de manga y gastronomía japonesa.Ahora, hace equipo con Masayuki Kusumi para presentar esta original propuesta, una obra organizada en diecinueve capítulos donde se nos brinda la oportunidad de conocer otros tantos restaurantes de Tokio con sus propuestas de menú.Un variopinto recorrido en el que iremos descubriendo que la comida de aquel país va más allá de sushi, sashimi y sake. Narrado en primera persona, acompañamos a su protagonista por un singular viaje, una aventura sensorial en la que el momento de la comida se convierte en un ritual. Una novela gráfica que terminó convertida en una serie televisiva que en Japón comenzó a emitirse en el mismo año, y continúa en antena.

Jirô Taniguchi, fallecido el pasado febrero a los 69 años, tendió un puente entre el cómic japonés y el comic europeo,demostró que en el manga japonés no son todo colegialas de uniforme, ninjas y robots gigantes. El autor fue especialmente reconocido en Francia, donde obtuvo en 2003 un premio en el prestigioso festival de Angulema por el guion de Barrio lejano, obra por la que también fue premiado en el Salón del Cómic de Barcelona en 2004, en el 2011 fué nombrado Caballero de la Orden de las Artes y las Letras en Francia y se le rindió homenaje en el festival de Angulema del 2015, en donde colaboró con autores de la “bande dessinée” como Moebius o Benoît Peeters.

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