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Javier Couso: «Venezuela no es una dictadura y quien lo diga está mintiendo»

Acaba de llegar de una gira por América Latina de cerca de mes y medio. Javier Couso (Ferrol, 1968) ha visitado diferentes países como Cuba, Colombia, México. El Salvador o Venezuela. Como eurodiputado por Izquierda Unida y vicepresidente de la Comisión de Asuntos Exteriores del Parlamento Europeo quería conocer de primera mano «el giro geopolítico que han dado a la región los Gobiernos progresistas».»Antes mandaba la Organización de los Estados Americanos (OEA), Latinoamérica era prácticamente el patio trasero de Estados Unidos. Ahora hay una serie de organismos y que han dado a Latinoamérica una cierta independencia, como el ALBA, UNASUR o la CELAC», comenta.¿Cómo fue posible ese cambio? «Curioso que, a pesar de cómo se le presenta en los grandes medios de comunicación españoles, una persona, Hugo Chávez, consiguió aglutinar a todos los países a excepción de Canadá y EEUU», defiende el eurodiputado.La conversación telefónica gira, inevitablemente, sobre Venezuela, el «pivote estratégico» de la región. Sin embargo, Couso, sin querer centrarse en un país en concreto, destaca Cuba como una de las visitas más fructíferas, sobre todo por el cambio en las relaciones entre La Habana y Washington: «Las leyes del bloqueo son leyes extraterritoriales que no casan con el derecho internacional. Lo mejor para la región sería que Cuba salga de esa excepcionalidad a la que está sometida y que no entendemos».

La Unión Europea, aunque ahora esté en medio de nuevas negociaciones, sigue imponiendo una posición común que bloquea todas las relaciones con Cuba. ¿Algún otro país latinoamericano corre peligro de ser sometido a una política similar?

Por desgracia la posición común la impulsó un presidente de nuestro país, José María Aznar. No entendemos el seguidismo de la UE a esa excepcionalidad que impuso EEUU a Cuba, ese servilismo absoluto hacia la política estadounidense. Ahora, con las negociaciones entre Washington y La Habana, la UE se ha quedado con un pie cambiado. La UE acelera al paso que marca EEUU, que no ha entendido el cambio que ha habido en lo que ellos consideraban su patio trasero y que ahora pretende recuperar atacando a Venezuela, el pivote estratégico de la región.Nos ha sorprendido la agresividad que han mostrado los diputados del PP, seguidos por los del PSOE. En vez de templar y seguir la dirección que marca UNASUR, cuyo presidente, Ernesto Samper, no es de izquierdas, para bajar el tono y evitar manifestaciones que causen muertos, se han dedicado a hacer justo lo contrario, a demonizar Venezuela y a convertir al país en una noticia prácticamente local y, además, sin ningún tipo de rigor. En alguna de sus intervenciones ha definido a países como México, Colombia o Israel como los «niños mimados» de la UEHay una vara de medir diferente para según quien. En los acuerdos comerciales o los acuerdos bilaterales que firma la UE, su articulado número dice que estos tratados se sustentan al cumplimiento de los derechos humanos. Nos parece insultante porque eso es jugar con los derechos humanos: o se cumplen para todos o no se cumplen para ninguno. ¿Considera que existe una campaña, tanto a nivel nacional como internacional, para tratar de desestabilizar al Gobierno de Maduro?

Sí, absolutamente. Está claro que hay un intento de desestabilización. Comparto la visión de las organizaciones como UNASUR, que ha dado validez a las pruebas recabadas por el Gobierno venezolano sobre los planes desbaratados de golpe de Estado. No entiendo que luego aquí seamos más papistas que el Papa. Yo recibo amenazas continuamente por mis intervenciones, que no tratan de ser ideológicas, sino de hacer llamamientos al diálogo. No se puede entender que partidos que se hacen llamar de centroderecha o centroizquierda, como puede ser la socialdemocracia, apoyen a sectores violentos. En la última cumbre de la EuroLat (la Asamblea Parlamentaria Europea-Latinoamericana) vimos una diferencia abismal entre los diputados europeos y los latinoamericanos que, ya fueran de formaciones de izquierda o de derecha, entendían que la época de la violencia en América Latina ya ha pasado, una violencia que también incluye golpes de Estado. Venezuela no es una dictadura y quien lo diga está mintiendo, no participemos en llevar a una guerra civil a un país que también es hermano y que es parte de nuestra cultura y de nuestra historia. ¿Felipe González, tras anunciar que iba a formar parte de la defensa de los opositores presos Leopoldo López y Antonio Ledezma, forma parte también de esa campaña?Sí. No me extraña nada. Felipe González era íntimo amigo del expresidente venezolano Carlos Andrés Pérez, que provocó el mayor desastre de Venezuela, el ‘paquetazo’ del FMI. Luego llegó el ‘Caracazo’, la revuelta que dejó entre 3.000 y 10.000 muertos, según el baile de cifras. El Ejército salió a reprimir las protestas con armas de fuego e incluso hubo desapariciones forzadas. Felipe González trata de trabajar para sus amigos y no me extraña que esté devolviendo antiguos favores que le dieron cuando se inició en política.

Me parece que es un cínico. No sé si lo hace por dinero o por convicción. Como abogado puede hacer lo que quiera, pero sus relaciones con determinados multimillonarios como Carlos Slim o con el rey de Marruecos determinan mucho su moralidad. Ayudó a privatizar empresas cuando era presidente del Gobierno, ha contribuido a entregar lo que era de todos a empresas privadas con las que luego ha trabajado. Por lo tanto no me merece ningún respeto.¿Han encontrado evidencias de intentos de golpes de Estado en Venezuela?Sí. Hemos visto indicios. Aquí no se publica, pero allí sí. No en todas las televisiones, porque es mentira que todas las televisiones sean del Gobierno, pero hay grabaciones, ya no de este último plan, sino también del anterior, con conversaciones entre mandos del Ejército, políticos y periodistas sobre cómo se iba a dar el golpe de Estado y los objetivos que se querían conseguir. ¿Es la oposición venezolana la culpable de la polarización del país?

Absolutamente. La oposición de ahora y la de antes. En Venezuela no hay espacio para el diálogo porque hay una oposición que siempre ha apostado, desde el año 2002, por el desplazamiento ilegal del poder. No ha habido una oposición serena ni democrática que haya aceptado que los venezolanos hayan querido dar el poder primero a Hugo Chávez y luego a Maduro. Es como si ahora en Andalucía, donde lleva gobernando el PSOE desde hace más de 30 años, se diga que es una dictadura. Imagínese manifestaciones en Sevilla o en Málaga con barricadas, con gente armada y que cuelga cables para que los motoristas sean degollados… pues no lo aceptaríamos. La derecha venezolana o la socialdemocracia de Carlos Andrés Pérez, que gobernó con los grandes poderes económicos, estaba acostumbrada a gobernar para un 20% de la población mientras el restante 80% estaba desaparecido. Han cambiado las tornas y, desde luego, no es perfecto, pero eso no quita que haya que derrocar un Gobierno por las buenas. Y si lo quieren hacer, que sea a través de las urnas. En España estamos denunciados por el relator de las torturas de la ONU, entonces, ¿eso invalida a todo el Gobierno? No. Hay que perseguir a los funcionaros públicos que torturen, pero eso no quiere decir que todos los funcionarios lo hagan. Lo mismo para Venezuela. ¿Defiende entonces las detenciones de los líderes opositores tan criticadas?

Defiendo que hay que mostrar un respeto absoluto al ordenamiento jurídico venezolano y que los detenidos, por supuesto, gocen de todas las garantías judiciales y derechos humanos. Las detenciones de Leopoldo López o Antonio Ledezma no las ordenó Maduro, sino un fiscal. Las críticas entran dentro de una campaña propagandística para menoscabar la credibilidad de un país. Diferentes informes de organizaciones de Amnistía Internacional o Human Rights Watch centran sus denuncian, sobre todo, en los abusos del Gobierno Me parecen que en este caso son bastante partidistas. El caso de Periodistas Sin Fronteras es elocuente. La parcialidad de HRW está absolutamente comprobada, sólo hay que ver cómo miran a Israel en comparación a cómo miran a Venezuela. No digo que todos los activistas ni que toda la gente que participa en estas organizaciones sea así, pero creo que en la parte de arriba hay intención y mucha versión parcial. ¿Cree que el decreto de Barack Obama que declara a Venezuela como una amenaza a la seguridad de EEUU es una injerencia?Para mí absolutamente. Que la mayor potencia global y militar declare que eres una amenaza es para echarse a temblar. Claro que es una injerencia porque ese decreto mueve políticamente. Creo que hay motivos espurios por detrás para reclamar democracia y cambio de poder en Venezuela y no solicitarlo en Colombia o en México, donde existe la narcopolítica o el paramilitarismo y donde se asesinan a activistas, sindicalistas o periodistas.

EEUU está librando una nueva guerra global para no perder poder ante los BRIC (Brasil, Rusia, China e India). EEUU no admite el mundo multipolar que deseamos cualquier persona que defendemos la democracia no solo en nuestro país sino también en el ámbito de las relaciones internacionales. Ese giro geopolítico que comentaba que ha dado América Latina, ¿aún tiene recorrido o, por el contrario, tiene fecha de caducidad?Espero que el giro democrático sea irreversible y que se dejen de tumbar Gobiernos, aunque lo están teniendo muy difícil. Yo no me imagino tener que gobernar con esas presiones financieras, la presión absoluta de los grandes medios de comunicación. Ha habido intentos de golpe de Estado contra Rafael Correa, contra Evo Morales, se intenta desestabilizar Brasil, cuando hay elecciones en el Parlamento Europeo se reactivan las campañas contra Venezuela. Me entrevisté con Philip Agee, agente de la CIA que participó en golpes de Estado y uno de los primeros en criticar a la agencia, y me contaba que se estaban empleando los mismos métodos que, por ejemplo, se utilizaron contra Salvador Allende. No se trata de una defensa ideológica, sino de denunciar que cuando la izquierda gana en determinados países se intenta derrocarla. Sería un horror que América Latina volviera a convertirse en ese chorreo de sangre al que estábamos acostumbrados a leer y a ver.

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