Desde la principal tribuna política del país -el púlpito de la Universidad de Teherán- el ayatolá Mohamad Emami Kashani afirmó que Israel se ha achantado ante el poder de Irán, y que ha retrocedido en sus planes de atacar a la nación persa. «El sentimiento de unidad que existe entre el pueblo iraní y el Gobierno ha empujado a los israelíes y a sus aliados a olvidar sus planes de guerra», dijo Kashani, asegurando que Israel está intimidado por la cohesión y la determinación del pueblo iraní.
El gobierno de Olmert estuvo tentado en los últimos meses -sobre todo durante la ofensiva a Gaza en enero- de realizar un ataque con cazas armados con cabezas nucleares tácticas (bombas atómicas de la mínima otencia) contra las instalaciones nucleares iraníes, ante las sospechas fundadas en Tel Aviv y en Washington de que Teherán está desarrollando un programa con finalidad militar. La cosa no llegó a mayores porque hasta al gobierno Bush -que agotaba ya sus último días ante la llegada inminente de Barack Obama- le pareció una barbaridad aventurera. Robert Gates, secretario de Defensa con Obama y con Bush se negó en redondo -no sólo porque representa otra línea distinta a la de Bush, Cheney o Rumsfeld- sino porque está convencido de que un ataque de semejante naturaleza ataque únicamente lograría retrasar unos años el programa nuclear iraní, y sólo lograría incendiar para siempre el avispero de Oriente Medio.Pero la llegada de Obama a la Casa Blanca ha cambiado por completo la estrategia de Washington con respecto a Irán. En tanto en cuanto el punto central del que depende el dominio norteamericano sobre Eurasia es Afganistán, EEUU necesita de la colaboración -o canto mínimo neutralidad- de Teherán tanto para su estrategia en el país afgano como para la retirada de Irak. Una acción decidida de Teherán en los momentos críticos de cualquiera de estos dos movimientos de Washington podrían llevar al colapso.Pero la realidad es contradictoria. Al mismo tiempo que la Casa Blanca explora la vía diplomática con Irán, «tendiendo su mano» e insistiendo en que ellos «abran su puño», de ninguna manera puede permitir que el régimen de los ayatolás se haga con una bomba atómica, no sólo por la amenaza que significa para EEUU o Israel que un Estado independiente y hostil se haga con un arma de esa naturaleza, sino porque podría desencadenar una carrera nuclear entre los países de la zona de imprevisibles consecuencias.