Ruptura con Qatar en Oriente Medio

Irán vuelve al “eje del mal”

Tras la gira de Trump, la política de Oriente Medio ha dado un brusco giro. El anuncio de que Arabia Saudita, EUA, Egipto y Yemen, entre otros, cortaban sus relaciones diplomáticas y comerciales con Qatar introduce un nuevo factor de desestabilización en el ya de por sí explosivo mapa político de la región. Pero no es Qatar, sino Irán, el centro de este nuevo foco de conflicto.

Que la principal acusación de Ryad para justificar la ruptura sea el apoyo de Qatar al terrorismo yihaddista movería a risa si no fuera por lo dramático del asunto. La realidad es bien distinta.

Son las fluidas relaciones políticas, diplomáticas y económicas que mantiene el emirato con Irán, el gran rival geoestratégico de EEUU y Arabia en la región, las detonantes del conflicto. A ello se sumaron, los días previos a la visita de Trump las declaraciones del jeque Tamim bin Hamad al Thani criticando la posición de EEUU de propiciar el aislamiento de Irán. Llegando a alertar sobre un apoyo cerrado de las monarquías del Golfo a Trump ante la posibilidad de que sea un “caballo perdedor” porque un impeachment lo quite de la presidencia de EEUU.

“Cortar la cabeza de la serpiente”. Con esta expresión han instado desde siempre los reyes de la casa Saud a los presidentes norteamericanos a intervenir militarmente contra Irán. Pero tanto Bush, enfrascado en la catastrófica invasión de Irak, como Obama, que contra el criterio de Hillary Clinton y de su secretario de Defensa optó por llegar a un acuerdo nuclear con Teherán, desoyeron a los saudíes.«No es pensable que Washington permita la desestabilización del emirato catarí, donde se ubica su mayor base militar en Oriente Medio»

Ha tenido que llegar Trump, espoleado por su secretario de Defensa “perro loco” Mattis que durante años fue general al mando de la base de EEUU en Qatar –la mayor de Oriente Medio– para devolver a Irán al “eje del mal”. Y en esta nueva línea, el “verso suelto” catarí desentona demasiado como para no llamarlo al orden.

Sin embargo, los intereses de la pequeña península del Golfo Pérsico están demasiado imbricados con los de Teherán como para exponerse a una ruptura traumática con el país persa. No en vano, su principal fuente de riqueza, el gigantesco yacimiento de North Gas Field es compartido con Irán, cuyos puertos son, al mismo tiempo, el anclaje de su ingente exportación de gas natural hacia Asia, donde Japón, Corea del Sur, India y China son, con diferencia, sus mayores clientes mundiales. Lo último que interesa a Qatar es alimentar un conflicto que corra el riesgo de cerrar el Golfo Pérsico al tráfico de mercancías, lo que supondría su inmediata asfixia económica.

No es desde luego pensable que Washington permita la desestabilización del emirato catarí, donde se ubica la mayor base militar en Oriente Medio, con 11.000 soldados estacionados y el Ala 379 de Expedición Aérea, la más grande y diversificada de las Fuerzas Aéreas de EEUU, con más de 100 aviones desplegados, incluidos los superbombarderos B-1. Además de ser la sede del Centro de Operaciones Aéreas Combinadas (CAOC), responsable de supervisar los ataques e incursiones de las Fuerzas Aéreas de EEUU en Afganistán, Siria, Irak y otros 17 países.

Sin embargo, una vez desatado el conflicto por Arabia Saudita, un paso en falso de cualquiera de los contendientes puede convertirse en el detonante de un nuevo incendio de la ya inflamada región.

Enano deomográfico, gigante económicoCon un pequeño territorio de poco más de 11.000 kilómetros cuadrados (una extensión similar a la provincia de Murcia) y una población de 2,7 millones, de los cuales más 2 millones son trabajadores emigrantes, Qatar es un enano territorial y demográfico, pero un gigante económico.

Primer productor de gas natural licuado, su renta per cápita es la más elevada del mundo (129.000 dólares, por 38.000 de España) y, a través de sus dos fondos soberanos ha tejido una red de inversiones que lo han convertido en una potencia financiera mundial.

Sólo en España es accionista de referencia en IAG (la antigua Iberia), la inmobiliaria Colonial, El Corte Inglés, Iberdrola, las constructoras ACS y Ferrovial o el Banco Santander.

A nivel mundial es accionista de algunas de las mayores corporaciones multinacionales como Volkswagen, Shell, Glencore, Barclays, la segunda cadena de supermercados británica Sainsbury, el Empire State Building de Nueva York, el grupo de medios francés Lagardere, la cadena deportiva Bein Sports o la petrolera estatal rusa Rosneft. Marcas de lujo como Valentino, Harrods y Tiffany o clubes de fútbol de primer nivel como el parisino PSG también están representadas en su cartera de valores.

Sus activos están valorados en más de 330.000 millones de dólares y en 2016 ha sido el fondo soberano más activo en inversiones directas por todo el mundo.

A diferencia de otras petromonarquías como Arabia Saudí o Abu Dabhi, sumidos en una profunda crisis económica, la diversificación de la economía catarí es conocida en el mundo financiero como la “Qatar power”.

Es precisamente esta potencia económica la que ha permitido hasta ahora a Qatar disfrutar de una relativa pero amplia autonomía política de Arabia Saudita.

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